CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
¿Dónde está Gerry?
La idea esencial que permite iniciar el proceso que ayer se cerró es que ETA y la izquierda aberzale no son lo mismo. Gobierno, Fiscalía y algunos jueces establecen que una cosa es que terroristas y aberzales tengan un árbol genealógico común, y otra que sean gemelos. Lo que hubiera en esa reflexión de voluntarismo y de realidad es una cuestión que sólo estará clara si alguna vez se explica lo sucedido.
Lo importante es que el diálogo descansa en ese cimiento. Una vez sentada esa diferenciación entre Otegi y compañía, y la banda, se da el siguiente paso, consistente en favorecer con gestos generosos a los aberzales para que presionen a los etarras, haciendo inevitable su conversión a la lucha pacífica. En otras palabras, se trataría de crear un Gerry Adams que fuera arrinconando poco a poco a los más duros.
El activista, metido en su escondrijo, vería con creciente envidia a quienes disfrutan de la legalidad, sin por ello abjurar de sus principios. El trasvase sería cuestión de tiempo. Ni siquiera los etarras más irreductibles podrían evitar que la balanza se inclinase hacia el combate político. Al final quedarían solos y desesperados, como aquel Lope de Aguirre que en medio del Amazonas le declara la guerra a Castilla.
Se presupone que ETA es un estorbo para Otegi y los suyos. ¿Lo es en realidad? Contar con una cobertura militar le otorga a la izquierda aberzale un plus del que carecen las organizaciones democráticas. Mientras que la urna es la única arma con que cuentan los demócratas para triunfar, para los batasunos es una más, sustituible por la pistola cuando el pueblo vasco no responda como es debido.
Su visión de la democracia es similar a la de otros movimientos totalitarios. Como ellos, el complejo etarra está dispuesto a participar en las elecciones, con la condición de ganar y reservándose siempre el derecho de volver al arsenal, montar la bomba y atentar contra el contrincante que no ha podido ser doblegado con las papeletas.
ETA es el suplemento imprescindible de Otegi, y los batasunos, un vivero donde los etarras reclutan efectivos. No hay, por tanto, diferenciación, sino complementariedad, y la prueba está en que esa izquierda aberzale en la que se había hecho descansar el éxito del pr0ceso se limita a hacerse eco de las acusaciones etarras.
¿Quién ha ganado más con la tregua? La propia ruptura certifica que el Gobierno se equivocó, pero no hizo concesiones fundamentales a los violentos. Sí se produce, en cambio, una legitimación implícita de los batasunos, situados hoy en una especie de limbo que no es legal, ni tampoco ilegal. Sí queda dañado también el prestigio de órganos del Estado que colaboraron con el proceso retorciendo la legalidad para permitir, por ejemplo, que alguien como De Juana Chaos se burlara de la ley, o que una franquicia de ETA se colara en las elecciones.
Navarra sigue donde estaba, no se ha abierto ninguna mesa política paralela al Parlamento, ni se ha dado ningún paso que conduzca a una remota autodeterminación. Sin embargo, hay algo que se echa de menos en el mensaje del presidente. No puede quedar en el aire la idea de que, pase lo que pase, la democracia actuará con ETA como con un hijo pródigo dispuesto a volver arrepentido de sus fechorías.
Cada tregua que se rompe y cada atentado que se comete deben endurecer automáticamente las condiciones de un diálogo futuro, como ocurre con cualquier reincidente. Parece obvio, pero no se dice.
miércoles, junio 06, 2007
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