sabado 3 de marzo de 2007
POR Xavier Navaza
corresponsal en galicia
A la espera de la palabra de ZP
Como a Godot, aquí estamos a la espera de José Luis Rodríguez Zapatero y el sesudo análisis sobre los astilleros de Ferrolterra que Emilio Pérez Touriño se trajo a Compostela -en formato de promesa áulica- tras su última visita el inquilino de La Moncloa. Será una espera imposible. Después de los cañonazos del vicepresidente segundo y ministro de Economía, Pedro Solbes, contra la línea de flotación de Navantia, negando toda esperanza a quienes aún confían en que Barreras pueda construir buques algún día en los espacios ociosos de Perlío, está meridianamente claro que ZP debe callar.
Ayer, con ácida ironía, el conselleiro de Innovación e Industria, Fernando Blanco, recordó el compromiso del presidente del Gobierno central, tal vez para animar a Zapatero a que desmienta a su ministro de Economía y por una vez en la vida las cosas sucedan al revés. Hasta hoy, sin embargo, siempre ha sido el barbado don Pedro quien se ha encargado de matizar puntualmente las entradas del jefe del Ejecutivo en los áridos terrenos de la producción industrial del laberinto. El Gobierno central y el Congreso de los Diputados se lo han puesto tan fácil a la comisaria de Competencia de la UE, Neelie Kroes, que ni siquiera se dignó a mirar a los ojos del conselleiro Blanco, quien a cambio fue recibido por uno de los tiburones más agresivos de cuantos navegan en las procelosas aguas de la Unión: Philip Lowe, director general, cuya dureza a la hora de presionar es bien conocida por quienes han tenido la desdicha de negociar con él. Su estrategia es de dominio público: despachó al enviado de Compostela con ambigüedades estratégicamente calculadas, para que el conselleiro saliese con algo parecido a una mínima esperanza... y a continuación, a través de los medios, desdijo a Blanco con cajas destempladas.
Menuda racha. El horrible y recién ido mes de febrero de 2007 nos ha recordado con crudeza el atomizado peso específico de la política gallega, tanto a escala estatal como eurocomunitaria. No somos nadie. Y si algo nos queda es la retranca, que ayer nos valía para regodearnos con las palabras del coordinador ejecutivo del Benegá, Francisco Jorquera: "Galicia", dijo el senador, "tiene por primera vez una política exterior propia que defiende sus intereses frente a la Unión Europea". ¿Y ante Madrid? Jorquera sostiene que los nacionalistas cooperarán con el Gobierno central, "pero jamás ejerceremos como vasallos", cosa que a su juicio sí hacían los anteriores ejecutivos autonómicos, de modo especial bajo la presidencia de Manuel Fraga.
Así se escribe la historia. Dejan solo al conselleiro Blanco y lo meten en la jauría de burócratas de la Unión. El fracaso, pues, estaba sentenciado de antemano. Pero llega a casa y los suyos le reciben con palmas, otorgándole credenciales de cancillería a su relampagueante viaje a los pasillos de Bruselas. En cuanto a la reunión de Anxo Quintana con el ministro Jordi Sevilla, los anales de la gran coalición la recordarán como una exitosa victoria diplomática del joven Quin. De victoria en victoria, hasta la derrota final.
TIEMPO DE ELECCIONES
Con la mirada puesta en Feijóo
Emilio Pérez Touriño descartó ayer, tal vez de forma definitiva, que los trabajos para la reforma del Estatuto puedan regresar al Parlamento antes de que finalice esta legislatura. Como sospechábamos, don Emilio pospone la modificación a la espera de los resultados de las próximas elecciones autonómicas, que -si el calendario se agota- habrán de celebrarse en el otoño de 2009 y que pueden ser el hundimiento o la consagración de Alberto Núñez Feijóo. Si somos mal pensados, intuimos que Touriño sueña con crecer tanto como para poder gobernar en solitario en su segundo mandato, incluso en minoría. Entonces se establecería entre ambos la entente que ahora impide el BNG .
viernes, marzo 02, 2007
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