miércoles, marzo 21, 2007

Perdidos en la nieve

jueves 22 de marzo de 2007
Perdidos en la nieve

El temporal que desde el lunes azota el País Vasco ha puesto una vez más en evidencia la inexplicable vulnerabilidad de Euskadi ante fenómenos naturales que, aunque esporádicos, no dejan de ser propios de su climatología. Esta fragilidad, acentuada hasta el extremo en materia de vialidad y comunicaciones y preocupante en lo relativo al suministro energético, no puede ser achacada de ninguna manera a la sorpresa, ante el alto grado de precisión y fiabilidad de las previsiones meteorológicas. El frente polar que ha sumido media docena de autonomías españolas bajo la nieve fue anunciado con suficiente antelación como para que todos los operativos de prevención y emergencia estuvieran activados y los órganos competentes pudieran adoptar las medidas necesarias. Pero, a pesar de los fiascos pasados, de las experiencias acumuladas y los protocolos elaborados por las instituciones implicadas, el País Vasco volvió a ver gravemente alterada su normalidad. Hay un insólito incidente, el cierre, en la noche del martes, de la autopista AP-68, fundamental en la conexión entre Bilbao y Vitoria y en el enlace de Euskadi con la meseta, que muestra hasta qué punto cualquier dispositivo o dotación material puede ser ineficaz por decisiones tardías o equivocadas. Nadie puede controlar la virulencia de una tormenta, pero las autoridades competentes sí que tienen la responsabilidad de minimizar sus efectos, poniendo los medios para que las infraestructuras fundamentales permanezcan operativas, regulando sus condiciones de uso y priorizando los servicios esenciales. Y eso incluye controlar el tránsito de vehículos pesados, hasta llegar a la prohibición de circular -aunque afecte a autopistas de peaje- en situaciones límites, y de modular el uso de las vías para evitar su colapso. Los planes de vialidad invernal nunca serán eficaces mientras no se asuma que su éxito, además de la buena y suficiente utilización de quitanieves y sal, requiere actuaciones solventes en materia de tráfico. Es evidente que en la medida en que los poderes públicos adopten estrategias más comprensibles y rigurosas se podrá exigir a los ciudadanos un mayor compromiso y disciplina en situaciones extremas. Como en otras ocasiones, cuando pase el temporal se realizarán balances, entre la leve autocrítica y la complacencia, se compararán las actuaciones de diputaciones y Gobierno vasco con el resto de España, se magnificará la furia de la naturaleza y se llegará a un compromiso de mejoras para el futuro. Pero la realidad de vehículos atrapados, de poblaciones intransitables, de servicios suspendidos y de hogares sin luz debería ser suficiente como para que de una vez por todas se acabe con este subdesarrollismo atroz que paraliza el país bajo cualquier temporal, por muy anunciado que sea.

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