sábado, marzo 17, 2007

Navarra, o la lealtad

sabado 17 de marzo de 2007
Navarra, o la lealtad
NAVARRA recibe su organización administrativa como reino en los primeros años del siglo X, coincidiendo con el momento de plena maduración de la Monarquía asturleonesa gracias a Alfonso III. El nuevo reino, formando parte de la antigua Hispania, era el resultado de la resistencia frente al islam que habían ejercido las poblaciones de Pamplona y Sangüesa y los valles pirenaicos. A partir de este momento Navarra empieza a construir su identidad, y lo hace empleando la misma lengua que en Castilla o que en Aragón; naturalmente con algunos modismos, como es costumbre entre las regiones. Ella se considera a sí misma como la heredera de una situación, la de Roma, que reconoce la personalidad y la libertad de los súbditos de acuerdo con el derecho romano. Una de las características fundamentales de Navarra es que a principios del siglo XIII, cuando se está librando la batalla decisiva contra el islam, Navarra, que no puede ya ganar ningún territorio porque queda lejos de la frontera, vuelca, sin embargo, sus esfuerzos y toma parte en la batalla de las Navas de Tolosa, que es en donde el Rey Sancho salta la cadena que rodeaba la tienda del Miramamolín y la incorpora al escudo de Navarra, que por eso tiene en estos momentos esas cadenas.
Por todas estas razones, Navarra elabora un fuero en la segunda mitad del siglo XIII, un fuero que siendo como a sí mismo se considera el espejo de dicha libertad, empieza sin embargo haciendo una referencia a Pelayo y a los orígenes de la Reconquista. Esa es la razón por la cual los Reyes de Navarra son alzados sobre un pavés, no coronados.
En el siglo XI, gracias a Sancho III el Mayor, Navarra, que está recibiendo fuertes influencias de Europa a través de la reforma cluniacense, que en Leire tendrá uno de sus elementos fundamentales, ejerce sobre toda España un papel tan importante que bien podemos decir que Sancho III el Mayor es Rey de toda España: reina en Navarra, en Aragón, en Sobrarbe, en Ribagorza, en Castilla e, incluso, ejerce la tutoría en León. Uno de sus monumentos fundamentales será la catedral de Palencia, que ahora se conserva como una especie de sótano bajo el gran edificio nuevo. Esta influencia se traduce en tres aspectos fundamentales: la comunicación con Europa a través de los caminos que siguen mercaderes y peregrinos; el desarrollo del comercio a lo largo del Ebro, y, sobre todo, la influencia que el Fuero de Navarra empieza a ejercer. Una de las condiciones fundamentales de este Fuero es que no puede ser ni sustituido ni alterado. Puede ser, en cambio, mejorado. Esto es lo que a las Cortes se atribuye como un derecho: el amejoramiento del Fuero. La españolidad de Navarra se intensificará en los siglos XIV y XV frente a un intento muy importante de Francia al intentar anexionar el territorio aprovechando el matrimonio de tres Reyes franceses con princesas navarras. Pero todo esto se abandona a partir de 1328. Entonces, la consolidación del reino como una parte de Hispania se logra en la época de Carlos III, a quien llaman el Noble, que fue además uno de los creadores de la prosperidad de Navarra.
Naturalmente, siempre ha habido dudas y preferencias hacia cuál de los vecinos inclinarse, si buscar la influencia francesa o preferir el acuerdo con los reyes castellanos y aragoneses. Cuando en la época de Fernando el Católico se toma una decisión, la incorporación de Navarra a la Corona de Castilla no se hace por ningún acto de conquista, sino mediante un pacto que garantiza absolutamente las libertades que el Fuero tiene construidas. Esto ha llegado tan lejos que, todavía no hace muchos años, no había un presidente de la Diputación de Navarra, sino un vicepresidente, porque el verdadero presidente era el Rey, el Jefe del Estado. Esta es la razón por la cual en el siglo XVIII ocurren dos acontecimientos de mucha importancia. El primero, que Navarra se coloca al lado de Felipe V, y el segundo, que no se aplica en Navarra ninguna ley restrictiva de las libertades del territorio. Navarra es, por consiguiente, uno de los creadores fundamentales del espíritu de libertad que está íntimamente ligado a la conciencia religiosa, sin duda, lo cual explica que en el siglo XIX una parte de Navarra se inclinara hacia el carlismo al temer que una victoria liberal traería consigo la pérdida de su identidad: en definitiva, la destrucción de sus libertades. Por eso invocaba el Fuero, que es lo que mantiene a Navarra durante todo el siglo XIX.
Cualquiera que haya vivido en Navarra durante estos siglos sabe muy bien lo que todo esto significa. Una pérdida del espíritu de libertad que constituye el patrimonio de ese antiguo reino que es parte de España repercutiría sobre toda la Península de una manera directa o indirecta. Esto es bien evidente. Por eso, el sentimiento profundo de Navarra no se orienta en modo alguno, y en ningún momento lo hizo, hacia una separación de los demás reinos españoles, sino, al contrario, a una unión cada vez más íntima y estrecha, pero con el respeto a la identidad que Navarra ha extraído de la experiencia de la Edad Media. España debe a Navarra muchas cosas: debe, sobre todo, esa conciencia de que la personalidad jurídica es el elemento esencial de la libertad, que ésta no depende tanto de palabras vacías sino de hechos recogidos documentalmente en una ley que es una ley fundamental.
La historia de Navarra revela a los investigadores no sólo un sentimiento de continuidad, sino de descubrimiento. Pensemos en lo que significa Leire, que ya en el siglos XI y XII es uno de los elementos fundamentales para la creación de una cultura intelectual europea. La biblioteca de Leire era lugar de cita para muchos sabios que venían de fuera de España. Por otra parte, Navarra es de los primeros territorios que abandonan el derecho de servidumbre, y crea, con esa conciencia de ser un paso, el principio de la libertad.
Por otro lado, la Navarra de los siglos fundamentales de la Edad Moderna logra un desarrollo económico que ya había sido conseguido por Carlos III porque pone los ingresos de la Corona al servicio de los ciudadanos, huyendo de cualquier tendencia en contrario. A los ojos de muchos forasteros, Navarra a veces parece como un país demasiado simple, un poco hincado en el pasado. Se equivocan. No cabe duda de que Navarra es la lealtad, la fidelidad a toda una trayectoria que los Fueros recogieron y han conservado a lo largo de los siglos.
Estos once siglos que nos separan del momento en que el Reino de Pamplona empezó a llamarse Navarra constituyen una parte fundamental del patrimonio histórico español. Sería un error muy grave que en estos momentos olvidásemos lo que Navarra significa y a lo que nos hemos referido en párrafos anteriores. No sólo los políticos, todos los españoles deberíamos ser conscientes de que cada generación, cuando recibe un patrimonio heredado, tiene el deber no sólo de conservarlo, sino de emplearlo para hacerlo madurar. Y Navarra es una parte de ese patrimonio que España le debe a Europa, recordando que ya en el siglo XV se hablaba de Europa como el resultado de cinco naciones, una de las cuales, España, contaba entonces con varios reinos, pero formaban una sola nación. Es decir, una herencia del mundo romano que había sido, además, empleada de tal manera que algunasde las instituciones fundamentales que hoy consideramos patrimonio de la europeidad nacieron aquí. Cuando repasamos el Fuero de Navarra despacio, punto por punto, nos damos cuenta de cómo, todavía hoy, debemos muchas cosas a lo que existía en 1274. Ese patrimonio, esa herencia, esa obligación en suma, nos compromete a todos los españoles con la europeidad. Es el tiempo de recordar lo que somos, y no de dividirnos.
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ
de la Real Academia de la Historia

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