viernes, marzo 23, 2007

Miguel Martinez, El domingo nos roban una hora

viernes 23 de marzo de 2007
El domingo nos roban una hora
Miguel Martínez
R ECUERDEN, mis queridos reincidentes, que la madrugada del sábado, día 24 de marzo, al domingo, día 25, nos robarán una hora. Ese día, a las 3 de la mañana, deberá usted levantarse de la cama o interrumpir su juerga o cesar en cualquiera que fuere su actividad para dirigirse a casa a adelantar sus relojes. Y usted se preguntará ¿y eso, a santo de qué? Y un servidor le responderá que a santo de nada, que no hay ni santo ni beato detrás de tal medida, sino el Real Decreto 236/2002, por el que se incorpora al ordenamiento jurídico español la directiva 2000/84 de las Comunidades Europeas, que establece que, de manera indefinida, en la madrugada del último domingo del mes de marzo, los europeos adelantaremos los relojes una hora, y, en la madrugada del último domingo del mes de octubre, devolveremos a nuestras vidas la hora robada. Parece ser que la medida ya empezó a aplicarse en Europa desde las primeras décadas del siglo XX. El primer antecedente legislativo español lo encontramos en el Real Decreto de 3 de abril de 1918, llamado “Real Decreto para conseguir el ahorro de carbón”, pero a principios de la década de los 50, con la universalización de la electricidad y de los motores de explosión y combustión, se dejó aparcada la referida disposición, pues, con excepción de alguna que otra estufa y algún que otro panadero nostálgico, el carbón dejaba de ser el combustible universal para todo uso, siendo casi exclusivamente utilizado como regalo navideño para chavales traviesos y poco dados al estudio. En 1974, y a causa de la crisis energética del 73, Europa adoptó de nuevo esta costumbre, y en España, hasta que las Comunidades Europeas se organizaran para armonizar el día y la hora del adelanto/retraso en 1980, una orden anual de Presidencia del Gobierno disponía qué día nos birlaban una hora de sueño y qué día nos la devolvían. Y no sé yo qué les parecerá a ustedes eso de los cambios horarios por decreto, pero a un servidor le fastidian bastante, máxime cuando, después de buscar y rebuscar estudios que avalen y justifiquen la oportunidad de la medida, no he podido encontrar más que estimaciones teóricas sin datos concretos que especulan sobre la hora a la que vamos a encender las luces en casa y aventuran que en mi casa hay cuatro bombillas de 60w (se equivocan, que un servidor las sustituyó –las cuatro y alguna que otra más- por otras de bajo consumo, que dicho sea de paso, cuestan una pasta gansa) y que al ajustar el horario para aprovechar al máximo las horas de radiación solar voy a encender mis cuatro bombillas –de las otras no habla el estudio- una hora más tarde durante los seis meses de horario de verano, lo cual supondrá a nuestro país un ahorro de unos 70 millones de euros, más unos 90 millones de euros que se estiman se ahorrarán en aires acondicionados, que se conectarán una hora más tarde. ¿Creen ustedes que si las compañías eléctricas perdiesen tal dineral se iban a quedar tan panchas? Y digo yo, si tanto se ahorra ¿por qué un servidor no nota el ahorro en el recibo de la electricidad? Porque les puedo asegurar que no se nota. Quizás sea porque no tengo cuatro bombillas de 60 w. No, si la culpa aún será mía por pasarme de listo y salirme de las estadísticas. Y es que quizás una medida pensada hace casi un siglo para ahorrar carbón, y repescada hace treinta y tantos años a causa de la crisis del petróleo, ya no tenga razón de ser cuando lo que se persigue es aprovechar mejor las horas de luz solar en una sociedad en la que la mayoría de los edificios, empresas, negocios, etc… trabajan siempre, sea la hora que sea, con luz artificial, y en la que la mayor parte de industrias –que son las que realmente tienen consumos importantes de energía- trabajan ininterrumpidamente las 24 horas del día, trayéndoles al pairo a qué hora amanece y a qué hora se pone el sol. Otra duda que me asalta… Si es tan importante que todos pospongamos una hora el acto de encender nuestras cuatro bombillas de 60 w ¿qué pasa cuando en octubre nos cambian al horario de invierno y se nos hace de noche a las cinco y pico de la tarde? Un servidor no se aclara, la verdad. Si uno fuese malpensado –ya saben mis queridos reincidentes que no es el caso- a quien les escribe le sonaría esto a patraña para tenernos confundidos, que de sobra es conocido lo perjudiciales que resultan para nuestro reloj biológico estos cambios de horario que nos producen insomnio, cefaleas y -sobre todo- mala leche, al comprobar que nos toca cambiar dos veces al año los 14 relojes de casa, más el del horno, el del otro horno (el microondas), el del vídeo, despertadores varios, el del coche y el de multitud de aparatitos electrónicos que, sin que reparemos en ello hasta el día que nos cambian la hora, disponen de un pequeño reloj del que luego nos cuesta Dios y ayuda recordar el procedimiento para restablecer el horario vigente. El único chisme que no presenta dificultad en cuanto al cambio horario es el ordenador, que va el tío y se cambia él solito, que para eso los ordenadores son así de listos. Pero si no resultan claros los beneficios que nos ha de reportar el tema del cambio horario, sí que resultan evidentes, por el contrario, los inconvenientes y molestias que nos toca padecer dos veces al año, además del ya citado cambio de toda la relojería doméstica. Para empezar la próxima madrugada del sábado al domingo nos fastidian una hora de sueño. Dirá alguno de mis queridos reincidentes que esa hora nos es devuelta en octubre y yo le responderé que sí, que vale, que de acuerdo, pero que más vale hora de sueño en mano que ciento en octubre, y que quién sabe si en octubre un servidor estará durmiendo o llevando a cabo una tediosa e incómoda actividad que se le prolongará una hora más de lo debido, o si –lo más probable siguiendo los dictados de la Ley de Murphy- un servidor no se entera ese día del cambio, se levanta una hora antes de la real y se presenta 60 minutos antes a cualquier compromiso previsto, perdiendo nuevamente una hora de sueño, y siendo el hazmerreír de la reunión dominical por ser el único de toda la peña que no se ha enterado del tan cacareado cambio horario. -Joder, si lo han dicho en todos los telediarios de todas las cadenas y venía en todos los periódicos… Aquél de ustedes que no haya escuchado, referido a su propia persona, este comentario, que tire la primera piedra. Y dejando de ser egoístas y de pensar exclusivamente en las complicaciones puramente domésticas que nos acarrea la norma, ¿se imaginan lo que les supone a empresas y colectivos a los que sobreviene el cambio mientras están trabajando? Imagínense el sistema informático de RENFE que ha de cuadrar cruces de vías y de trenes, enlaces, etc… La medida les obliga a parar muchos trenes nocturnos durante más de una hora. Por su parte, compañías aéreas y operadores de torres de control se las han de ver con la curiosa circunstancia de que algunos aviones que llevan a cabo trayectos cortos aterrizan sobre el papel incluso antes de haber despegado. En definitiva, que cada vez que toca el cambio horario los responsables informáticos de empresas, servicios de emergencia, etc… se acuerdan de quien sea el que mantiene vigente el Real Decreto para el ahorro del carbón. Y si todos estos inconvenientes, unidos a la ausencia de beneficios claramente explicitados, no les parecen bastantes para llegar a la conclusión de que esto de los cambios de horario no es más que una tocada de narices -o de otros apéndices y órganos si usted es de los que ha de pringar trabajando esos días y a esas horas-, les facilitaré otro dato que a un servidor le resultó demoledor: En Japón –cuna de la organización pluscuamperfecta y de la previsión hasta el último de los detalles, de la eficacia y de la eficiencia- jamás han cambiado de horario para adaptarse a la luz solar. Opinan que los descalabros organizativos que les ocasionaría la medida no se ven justificados con los escasísimos beneficios que los posibles cambios horarios les pudieran reportar. ¿No les parece suficiente? P.D. Por cierto que un servidor piensa adelantar los relojes sobre las 12 de la noche, antes de acostarse, y a las 2 de la mañana que se levante, si quiere, don Juan José Lucas Giménez, que fue el Ministro de Presidencia que firmó el puñetero Real Decreto 236/2002.

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