viernes, marzo 23, 2007

Jose Melendez, La gran mentira de Irak

viernes 23 de marzo de 2007
La gran mentira de Irak
José Meléndez
C UANDO un gobierno tiene que recurrir en período electoral al pasado coyuntural que le dio la victoria años atrás, significa que sus alforjas están tan llenas de errores y vacías de proyectos que ha perdido la confianza en batir a la oposición en el debate democrático que representa el desarrollo natural de unas elecciones. Y eso es lo que le pasa al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tras tres años de gestión y a dos meses de la primera gran cita en las urnas en unas elecciones municipales y autonómicas que el propio PSOE calificó de primarias con vistas a las elecciones generales del 2.008, aunque después, por ese arte de birlibirloque en el que es maestro, le achaque el sambenito al Partido Popular. Por esa estrategia de repetición de lo que le fue beneficioso hace tres años, es por lo que ha sacado de nuevo a la escena pública la guerra de Irak, sin ningún rubor y sin aparente temor a que se la destrocen la tozudez de los hechos y la fría e indiscutible realidad de los datos históricos. Porque los argumentos que esgrimen los socialistas y sus aliados parlamentarios sobre la participación de España en esa guerra son una gran mentira, que les sirvió para obtener un inesperado triunfo electoral aprovechando el brutal impacto de la tragedia en los trenes de Atocha en los dos días más vergonzosamente infames en buena ética democrática, que siguieron al 11M hasta el domingo de las elecciones. Esos dos días han quedado marcados por la vertiginosa organización de “manifestaciones espontáneas” a golpe de mensajes del “pásalo” en los móviles, por las consignas de concentraciones ante las sedes del PP al grito de “asesinos” y de la utilización por Alfredo Pérez Rubalcaba y sus “comandos” meditáticos de los terminales afines en el día aparentemente inviolable de reflexión antes de acudir a las urnas. El “España no se merece un gobierno que miente” que lanzó Rubalcaba en la noche del sábado 13 ha quedado como modelo de lo que no se debe hacer en un Estado democrático, sobre todo cuando el gobierno del que ahora forma parte lleva ya tres años mintiendo en muchos e importantes aspectos. Aunque ya se ha dicho muchas veces por la gente sensata que no se contagia de la efervescencia populachera, ahora es el momento de repetirlo alto y fuerte: la participación de España en la guerra de Irak es una gran mentira sencillamente porque los soldados españoles no fueron a esa guerra, que había terminado ya prácticamente, y no dispararon ni un solo tiro sino que fueron en una misión de apoyo y reconstrucción compartida por un buen número de naciones y que tuvo después el respaldo de la ONU en una resolución que fue firmada precisamente por el gobierno de Zapatero días antes de que dejase perplejos a los demás Estados ordenando la retirada de esas tropas. La demagogia socialista, que ha convertido en un icono diabólico la foto de las Azores no aguanta ni un mínimo análisis de lo que ha venido después de esa retirada sin que se derrumbe estrepitosamente. Porque resulta que Zapatero, el apóstol de la paz, el paladín de la alianza de civilizaciones, el valedor del mundo árabe aunque le inunden las costas españolas de pateras y cayucos y le suban el precio del gas, tiene mas soldados españoles que nunca desplegados en lugares mucho más peligrosos que la región donde estuvieron durante su estancia en Irak. Allí hubo, como máximo 1.300 soldados, que dejaron un gran recuerdo en la población civil iraquí por sus tareas humanitarias y de reconstrucción y ahora Zapatero tiene 1.100 soldados en el Líbano, una zona peligrosa y 690 en Afganistán, donde ya han muerto 19 soldados españoles y el resto espera tensamente la gran ofensiva de los talibanes que se espera para esta primavera, ante la que los mandos militares y los de la OTAN, bajo el mandato de la ONU, han pedido más refuerzos y mejor material bélico, que el ministro de Defensa José Antonio Alonso prometió y al que después Zapatero dejó en ridículo negándose a mandar mas tropas. Mal se compagina la guerra de Irak con la participación española en Afganistán y el Líbano y el ruido de las protestas contra la primera con el silencio que envuelve todo lo que ocurre con nuestras tropas en los otros dos países. El último martes, sin ir mas lejos, el PSOE y sus aliados parlamentarios en bloque tumbaron una petición del PP para debatir sobre nuestra presencia en Afganistán, porque una de las características de la gestión gubernamental de Zapatero es apoyarse en la mayoría parlamentaria artificialmente construida para escenificar en el Parlamento una mayoría a la que viste de opinión pública con el coro callejero de los que muestran una adhesión inquebrantable y obedecen las consignas como borregos. A Zapatero se le olvida que un Estado soberano, en el difícil momento en que vivimos, tiene obligaciones ineludibles a nivel internacional que hay que respetar y cumplir por un principio de solidaridad. Eso lo tuvo muy en cuenta, no solamente José María Aznar, sino el socialista Felipe González en repetidas ocasiones. La guerra de Irak no es la única acción bélica que un conjunto de naciones realiza contra un Estado soberano sin previa autorización de la ONU. Ante la seguridad de que Rusia vetaría una resolución de la ONU para poner freno a la limpieza étnica de Milosevic en Kosovo, el socialista Javier Solana, secretario general de la OTAN a la sazón, decretó el bombardeo de la antigua Yugoslavia en el que participaron aviones españoles cazabombarderos F-18, para lo que Felipe González obtuvo la aprobación del Congreso de los Diputados y precisamente José Luis Rodríguez Zapatero, como todos los diputados del PSOE, votó a favor de esos bombardeos. En la primera guerra de Irak, la guerra del Golfo, el gobierno de Felipe González intervino enviando dos corbetas y una fragata de la Armada española con 500 soldados a bordo, de los cuales un tercio eran de reemplazo. Y el mismo gobierno socialista permitió 20.000 vuelos de ida y vuelta de aviones norteamericanos de bases españolas y 294 operaciones de bombarderos B-52 para bombardear Irak. La demagogia del gobierno de Zapatero en este tema es evidente y vergonzante. Como lo es esa inconcebible pretensión apuntada por el juez Baltasar Garzón de llevar a José María Aznar ante el Tribunal de La Haya por la guerra de Irak y a la que se ha apuntado inmediatamente el inefable Pepiño Blanco. Aparte de que un juez en ejercicio no debe traspasar los límites que le impone la jurisdicción, hay que tener en cuenta también las características del personaje, que se ha contradicho repetidas veces en sus autos, según sople la veleta de los vientos, que dejó la judicatura para dedicarse a la política y se tomó un berrinche que le duró varios años porque Felipe González no lo nombró ministro y que ha mostrado su disposición para procesar a cualquier personaje de la esfera internacional que huela a derechas. Un conocido periodista afirmó una vez que en el día del Juicio Final nos encontraremos a Garzón dispuesto a juzgarnos. En el caso de Aznar, el hombre no parece dispuesto a esperar tanto. En un momento político tan grave y tan serio como el que atraviesa España actualmente hay que tratar las cosas con más rigor y responsabilidad y dejarse de populismos y mentiras que ya no engañan a nadie mas que a los que se quieran dejar engañar. Por muchos que estos sean.

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