lunes, marzo 05, 2007

Jose Maria Garcia Hoz, No machaquen al accionista

martes 6 de marzo de 2007
No machaquen al accionista

CON permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, el próximo martes 20 de marzo se celebrará (D. m.) la Junta General de Accionistas de Endesa. Se comprende que, dada la dificultad de la plaza, el carácter de los espadas, los diferentes hierros del ganado a lidiar y que todavía quedan quince días que restan hasta el festejo, cuando se abran los toriles cualquier cosa será posible. Y sólo una petición es pertinente: no engañen al público.
Según calcula la gente capaz de hacerlo, en estos momentos hay algo más de 500.000 accionistas particulares de Endesa. Medio millón de personas que en conjunto son propietarias del 35 por ciento de la compañía. Entre tanto personal habrá de todo: desde el inversor que hace años compró acciones de una eléctrica porque son cosa segura, hasta el tiburoncete -pescadilla, para qué vamos a engañarnos- que metió dinero en un valor que se disputaban los grandes, más que nada para presumir de enterado con los amigos.
Frente a esas 500.000 historias, una por una económicamente irrelevantes, se plantan los verdaderos tiburones: grandes grupos financieros que se disputan el control de la compañía, españoles como Entrecanales o Caja de Madrid (después de la retirada de Gas Natural y La Caixa) y extranjeros como E.ON o Enel; y también, inevitablemente en la vieja Europa continental, los gobiernos: el español, que se cree con derecho a determinar quién debe ser el propietario final de una empresa eléctrica nacional, pero también los gobiernos alemán e italiano, que respaldan a empresas de su nacionalidad en el mal entendido de que allí se juega el interés económico de sus países.
Como todo el mundo sabe, el festejo empezó hace ya casi dos años en un despacho del ministro titular de la cartera de Industria y Energía y siguió al de la Presidencia del Gobierno, con ramificaciones a la Generalidad de Cataluña. Los burocráticos «masters» del Universo pusieron en marcha una operación de gabinete cuyas características principales estribaron en dos soberbias: la de pensar que por sí y ante sí podían diseñar y decidir el destino de las grandes empresas españolas; y, en segundo lugar, en la soberbia de descontar que cualquier oferta amparada por su autoridad sería irremediablemente aceptada por esos 500.000 pequeños accionistas capullos, que no tenían dónde caerse muertos.
Cuando el plan original se vino abajo en virtud de la resistencia del presidente de Endesa, que propició la ruptura del mercado por parte de la alemana E.ON, al ofrecer a los accionistas de Endesa un precio por sus acciones muy superior al decidido en el Ministerio de Industria y compañía, todos los esfuerzos del Gobierno se centraron, precisamente, en arrebatar el poder de decisión a esos lumpen vendepatrias, incapaces de sacrificarse para que Endesa siguiera en propiedad española y así propiciar la existencia de un campeón nacional. Y fue el Gobierno el que propició la entrada a Entrecanales y fue el nuevo ministro de Industria el que anunció la «solución española», paradójicamente articulada por Enel, una empresa estatal italiana.
Es posible, y aún probable, que dentro de dos semanas se llegue a la Junta General de Accionistas de Endesa con todo el pescado vendido, de forma que los acuerdos entre los grandes grupos conviertan en irrelevante la decisión de vender o no vender por parte de ese medio millón de accionistas pequeños. Y si así fuera, si las acciones que hoy tienen una oferta por 38,75 euros «cash» no pudieran venderse porque el control de la empresa se ha decidido fuera del mercado, la culpa no sería del capitalismo depredador, sino del Gobierno, que desde el principio propició la rácana oferta de Gas Natural y al final impidió que las acciones de los minoritarios cobraran su auténtico valor.
Decía el anterior vicepresidente económico que un Gobierno no tiene cuenta de resultados, pero por lo menos debería tener la vergüenza de no cargar sobre la cartera del inversor pequeño, y del consumidor común, el coste del patrioterismo económico.
josemaria@garcia-hoz.com
JOSÉ MARÍA GARCÍA-HOZ

No hay comentarios: