sábado, marzo 03, 2007

Ignacio Camacho, Se trata de vergüenza

domingo 4 de marzo d 2007
Se trata de vergüenza

Por Ignacio Camacho
NO, no me habléis de política. Habladme de moral, de decencia, de pudor. Dejad el cálculo de los votos para los mercaderes de sentimientos, para los profesionales del cinismo, para los jornaleros de la mentira, para los chamanes del sectarismo, para los especuladores de la congoja. Habladme de honestidad, de espanto, de rabia. Habladme de emociones, de sufrimientos, de dignidad. La política es sindicalismo de intereses, ventajismo, conjetura, truco, pragmatismo, artificio, embeleco, falacia, guiñol. Y ésta es una cuestión mucho más primordial, que tiene que ver con el honor, con la virtud, con la integridad, con la nobleza. Se trata de un asunto de arquitectura moral, de estima colectiva, de encarnadura ética, de decoro social. Se trata de vergüenza.
Mirad a las víctimas, su desolación, su tristeza, su desamparo. Ellas eran hasta ahora las vestales que cuidaban el fuego sagrado de la honorabilidad nacional, los testigos del dolor, la memoria viva de la angustia que nutría la resistencia de un pueblo. Eran los supervivientes de un holocausto selectivo, el testimonio del horror que soportaba un país amenazado por los demonios de la sangre. En torno a su aflicción se levantó un dique contra el desfallecimiento y la infamia. Durante años han aguantado su desconsuelo sin rencor, sin venganza, sin odio; confortadas tan sólo por la solidaridad y el respeto de sus compatriotas y la certeza de que jamás se quebraría el principio de firmeza que aglutinaba su vigor.
Miradlas ahora: humilladas, ofendidas, desoladas, víctimas otra vez de la afrenta más cruel del abandono, el oprobio y el ultraje. Insultadas por la alegría de sus verdugos, mortificadas por el desaire del Estado, desalentadas por el amargo fracaso de sus desoídas quejas. Orilladas a la cuneta de una Historia pactada a sus espaldas, marginadas hasta el desdén por el chalaneo ominoso y vejatorio de unos tratantes de votos que han pagado el precio del poder con la moneda indigna de la memoria de los muertos.
No me habléis de política porque la política no sirve cuando los contornos del bien y del mal se desdibujan en un baile macabro de tácticas y acuerdos. Cuando un criminal reincidente sale antes de tiempo de la cárcel aclamado como un héroe. Cuando sus víctimas lloran de impotencia bajo el salobre sinsabor de una derrota. Cuando la sociedad clama perpleja por la consumación de una ignominia. Cuando la política se convierte en una farsa siniestra, en un tráfico inicuo, en un trueque repugnante y procaz en el que triunfa el chantaje, la coacción y la infamia.
Mirad a las víctimas deshonradas, burladas, preteridas, y decidme cómo hemos podido llegar hasta aquí. Olvidad la política como coartada y explorad en el fondo de la conciencia moral: quizá tengamos que mirar muy dentro de nosotros mismos, de nuestra médula social, para encontrar la sin-razón que nos ha empujado a presenciar inermes este desfondamiento envilecido, este abismo desolado, esta gélida degradación de la inocencia. Esta agria, bochornosa, oscura, viscosa, irremediable vergüenza.
IGNACIO CAMACHO

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