jueves, marzo 22, 2007

Ignacio Camacho, Genuflexion

jueves 22 de marzo de 2007
Genuflexión

POR IGNACIO CAMACHO
LA trémula, mendicante ansiedad con que el Gobierno espera desde hace días un comunicado de ETA que le saque del atolladero en que se metió al excarcelar a De Juana Chaos representa el síntoma más nítido de hasta qué punto es la banda la que marca los tiempos y el compás de ese «Proceso» que Zapatero ha convertido ya en el objetivo único de la legislatura. Un año y tres muertos después del alto el fuego, la irresponsable debilidad del Ejecutivo ha colocado en las manos de los terroristas la potestad de acabar con él o aplicarle una mascarilla de oxígeno que alivie su asfixia política. Pero resulta ignominioso implorársela de este modo.
En los últimos dos meses, urgido por la caída en picado de las encuestas, el Gobierno se ha puesto de rodillas ante las exigencias de ETA. Primero sacando a De Juana de la cárcel, después manteniendo la ambigüedad sobre el futuro de Navarra y, por último, de momento, obligando a la Fiscalía al surrealista, humillante, escandaloso papelón de exonerar a Otegui de sus cuentas pendientes con la justicia. Pero mientras más humilla la cerviz, más crédito pierde.
La forma en que el presidente ha conducido las cosas revela una alarmante pérdida simultánea de iniciativa y de pudor. A más presión, menos recato. Con la bomba de Barajas, la banda dejó claro a Zapatero hasta qué punto estaba a merced de que otro atentado mortal hiciera saltar por los aires su mandato. Los vergonzosos días de silencio en Doñana y el indigno ninguneo de las víctimas ecuatorianas delataron a un gobernante noqueado, incapaz de sobreponerse a la evidencia de que había extraviado el control de la situación... si es que alguna vez lo tuvo. Y ahora, consumada la vergonzosa genuflexión ante Otegui en la Audiencia, la previsible hoja de ruta apunta a una secuencia temporal en la que el Gobierno continúa dependiendo de la voluntad de los terroristas. Gesto etarra, paso libre a las listas batasunas en las elecciones... y a esperar que antes de las generales la banda baje el siguiente escalón. Pero con esta política de apaciguadora mendicidad, la opinión pública está recibiendo demoledores mensajes de entreguismo que mantienen activa la «rebelión cívica» de millones de ciudadanos que sienten burlada la resistencia civil de todos estos años de sufrimiento.
La sensación de que existe un mapa oculto de compensaciones mutuas, cuyo cumplimiento se reserva discrecionalmente ETA a tenor de la marcha de los acontecimientos, se está imponiendo de forma demasiado inquietante. Porque si algo ha quedado demostrado en este año de tregua irreal -una «tregua» con muertos, kale borroka e impuesto revolucionario- es que ETA no ha dejado en ningún momento de ser ETA ni de comportarse como se espera de ella. Y en cambio, el Gobierno sí ha renunciado a su obligatoria condición de defensor del orden, la legalidad y la justicia reclamada por cuatro décadas de sinrazón, dolor y sangre que de ninguna manera merecen un final a la medida de quienes los han provocado.

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