jueves, marzo 22, 2007

Ferrand, La izquierda esperpentica

jueves 22 de marzo de 2007
La izquierda esperpéntica

POR M. MARTÍN FERRAND
ASEGURAN las terminales propagandísticas y mediáticas más próximas y devotas al PSOE que la guerra de Irak, de cuya segunda edición ya se cumplen cuatro años, fue iniciada por José María Aznar en compañía de otros perversos líderes occidentales y que ya se contabilizan en ella 650.000 muertos. La hipérbole es, seguramente, inseparable de la expresión política cuando se pretende machacar al adversario -¿enemigo?-; pero, como todo, tiene sus límites. El de la razón en este caso. Si el número de caídos en Irak ascendiese al número que cantan sus furibundos detractores, eso querría decir que, de promedio, se han contabilizado allí 445 muertos diarios. No hace falta razonar mucho para desmentir el dato y menos todavía para condenar una confrontación inútil que, después de la primera guerra -la del Golfo-, ya había demostrado la imposibilidad de alcanzar los objetivos que, en herencia de su padre, pretende George W. Bush. Es una guerra de difícil explicación ética, imposible justificación militar y políticamente impresentable.
Sea cual fuere el número de bajas en Irak -muchas en cualquier caso-, parece claro que, en lo que nos afecta por proximidad, José María Aznar se equivocó en todo cuanto se simboliza en «la foto de las Azores» y vuelve a hacerlo ahora, desde Australia, cuando insiste en unas razones que, si entonces tenían algún sentido, los hechos han demostrado como inexistentes; pero de ahí, como pretenden Gaspar Llamazares y otros iluminados amigos suyos, a llevar al ex presidente ante los tribunales por complicidad «con el genocidio del pueblo irakí» -Joan Tardá dixit- media la distancia que, en democracia o fuera de ella, separa la razón del odio y el ensañamiento.
El sentido común y las buenas maneras, dos elementos básicos para la convivencia y la prosperidad, suelen estar ausentes de la expresión de muchos de nuestros líderes. Así se explica que cuando don Ramón María del Valle Inclán escribió «Luces de Bohemia» y alumbró el esperpento como género literario, resultara inimaginable que, casi noventa años después, los espejos cóncavos que reflejan la realidad podrían aumentar su curvatura y especializarse en figuritas, figuras y figurones de la política. Aznar se empecina en su testamento, el patrimonio que acabó con la mayoría parlamentaria del PP; sus herederos, como disimulando, miran el paso de las nubes y, al otro lado, en una nueva ofensiva para anular la presencia y la representación del centro derecha, se insulta impunemente -lo de «genocida» no es un piropo- a quien, por el voto de los ciudadanos, fue presidente del Gobierno y cerró su cuenta, errores incluidos, con un balance positivo. Invertir la tabla de valores y consagrar el poderío crítico del Congreso al análisis retrospectivo de lo que ahora es oposición resulta, además de esperpéntico, un monumental fraude político.

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