jueves, marzo 22, 2007

Dario Valcarcel, Afganistan es lo contrario de Irak

jueves 22 de marzo de 2007
Afganistán es lo contrario de Irak

DARÍO VALCÁRCEL
IRAK era una dictadura decidida a liquidar a toda oposición, como en tantos países de oriente. Afganistán es una historia distinta: si los talibanes triunfan de nuevo, será un golpe difícil de encajar para el mundo democrático. Si las tropas de la ISAF, misión de las Naciones Unidas, se imponen, habrá un progreso histórico y una derrota para los traficantes de droga. España tiene un interés directo por mantenerse en Afganistán: si la OTAN cediera allí, Al Qaeda se desplazaría pronto hacia el Mediterráneo. No nos interesa acercar el peligro.
El estatuto de la mujer es el problema número uno de Afganistán: si esto se arregla, se arregla casi todo. En el Pamir o en el Hindu Kush cientos de mujeres esclavizadas buscaban hace días el suicidio colectivo, incapaces de soportar más humillaciones. En Irak dominaba otro islam: salvo los beduinos, la población estaba escolarizada. La mujer circulaba a su aire. Hoy todo ha cambiado: en el régimen chíi hay más muertos que en el régimen suní; la mujer aspirante a sobrevivir ha de cubrirse la cabeza. Tinte negro y ropa talar son hoy reglas comunes tanto en Afganistán como en Irak.
En el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, 28 de febrero, Mariano Rajoy preguntaba al presidente del Gobierno: «¿Qué va usted a hacer para garantizar la seguridad de los soldados españoles en Afganistán?» El presidente respondía: «Si el mando de operaciones lo estima conveniente, seguiremos incrementando las medidas para reforzar la seguridad de nuestras tropas».
Los especialistas fiables creen que ISAF debe pasar de 30.000 a 50.000 efectivos (a mayor fuerza, menor riesgo de bajas). La cifra incluye fuerzas militares y elementos de apoyo: sin proyectos de cooperación, toda tarea militar es inútil. Afganistán es ante todo un programa de viabilidad política y económica. Hamid Karzai controla sólo una parte del territorio afgano: pero es el presidente elegido democráticamente. Sin un programa de ayuda civil, el apoyo afgano a ISAF se deteriorará. Ese programa comprende (1) formación de policía, hoy en gran parte corrompida; (2) plan de infraestructuras, hospitales, escuelas, carreteras, agua corriente; (3) lucha contra la droga; (4) estatuto de la mujer. Estas cuatro emergencias no saldrán adelante sin la cooperación de los dos países vecinos, Irán y Pakistán.
Hay millones de afganos decididos a sacar al país del tribalismo medieval. El apoyo de los occidentales está hoy en el filo de la navaja: puede caer del lado del fracaso o del afianzamiento. Cuando, tras el 11 de septiembre 2001, Bush intervino en Afganistán, tuvo detrás al país y al mundo entero. Luego empezó el cambio de rumbo: secretos planes sobre Irak, país ajeno a los atentados, sin armas atómicas. Hoy América necesita concentrar su atención en Irak, lo que distrae su capacidad de combate en Afganistán. Los años transcurridos prueban hasta qué punto se nos contaba sobre Irak una historia no ya falsa sino falsificada. Hasta hoy, los soldados de ISAF, canadienses, alemanes, británicos, españoles y, claro, americanos, nunca han sido invasores. Desde marzo de 2003, el primer soldado americano que puso un pie en Irak fue un invasor.
Afganistán está en la cuerda floja. En una sociedad tan inestable como la afgana, lo que no avanza se hunde. Hay en Kabul un clima de pánico al vacío, unido al recuerdo de los talibanes, dinamiteros de los relieves griegos de Shotorak. Contra estas voladuras, lo único que cabe es construir un estado. Parlamento representativo, gobierno responsable ante él, jueces algo más independientes, derechos de la mujer, registros civiles, catastros... Y escuelas, hospitales, agua corriente, energía eléctrica, carreteras... Habrá que levantar ese estado con el dinero de todos. Hay mucho dinero disponible en el mundo.
España debe mantenerse a la altura de sus capacidades. El aislacionismo de Franco o el respaldo al Polisario como gran diseño exterior daban una idea más bien triste de nuestra política internacional.

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