sábado, marzo 03, 2007

Ferrand, El abnegado Rubalcaba

sabado 3 de marzo de 2007
El abnegado Rubalcaba

Por M. Martín Ferrand
ROQUE Barcia, uno de los muchos personajes atrabiliarios e inciertos que genera nuestra política -¡estuvo complicado en el asesinato de Juan Prim!-, redimió sus muchos disparates biográficos consagrando los últimos años de su vida, en el último cuarto del XIX, a la laboriosa y erudita redacción del «Primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española». Cinco inmensos tomos que, superados por la ciencia lingüística actual, no han perdido interés. En ellos se define el verbo asumir -atraer a sí, tomar para sí; según el DRAE- como anticuado. No es raro, en consecuencia, que lo conjugue Alfredo Pérez Rubalcaba, un espécimen superviviente de la primera glaciación socialista que, tras una espectacular transformación y sin que se le conozca ninguna obra de mérito, se integra en el desconcertante, y desconcertado, equipo con que gobierna José Luis Rodríguez Zapatero.
El abnegado ministro de Interior asume la responsabilidad política que suscita la nueva situación del asesino etarra José Ignacio de Juana Chaos, el segundo matón de más productividad entre los muchos que ha puesto en circulación la organización terrorista vasca. ¿Se puede asumir una responsabilidad política? Sólo en un sistema de poder, como el que padecemos, sustentado en las mentiras, las medias verdades y las artes del disimulo tiene sentido que un peón de la partida se quede con el demérito de las grandes decisiones para dejar impoluto el brillo de su jefe. La responsabilidad de la nueva y más confortable situación de De Juana corresponde a Zapatero. La de Rubalcaba es algo más parecido a la luctuosa entrega de una viuda hindú.
De Juana es un personaje menor en la estructura de ETA, un gran asesino sin función directiva, pero la habilidad del presidente para la fabricación de monstruos le ha convertido en un héroe. Eso es invertir los términos de la función de Gobierno, la aplicación de un discutible sentido humanitario a la consagración de un malvado malencarado, provocador y pendenciero. Justificarlo con la hipótesis de su muerte en prisión, tras una imposible huelga de hambre de más de cien días, como plataforma para la creación de un mártir glorioso es tanto como cambiar la posibilidad de lo malo por la certeza de los peor. Los mártires, según su causa, actúan desde el cielo o el infierno; pero los héroes lo hacen a pie de tierra.
Asúmalo o déjelo de asumir el ministro Rubalcaba, la decisión gubernamental se ampara en el principio del mal menor sobre el que se han escrito muchas de las más ignominiosas páginas de nuestra Historia. El retorno de De Juana al chuletón con pimientos de Guernica le facilitará a Zapatero la continuidad de su muy discutible proceso de paz. Ese es el único fruto de la situación; pero, como se sabe, donde no hay beneficio hay daño. Para la Nación.

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