sábado, marzo 03, 2007

Ignacio Camacho, Que presida la estatua

sabado 3 de marzo de 2007
Que presida la estatua

Por Ignacio Camacho
EN el tiempo que le va a dejar libre la nueva política antiterrorista, exonerándolo de perseguir etarras, el Fiscal del Estado bien podría buscar la manera de acusar a ciertos dirigentes futbolísticos de incitación a la violencia, y hostigarlos siquiera un poco a modo de escarmiento antes de que suceda una irreparable tragedia. También, dado que el Proceso de Pazzzzzz le obliga a hacer la vista gorda ante la kale borroka, la Fiscalía debería mantener engrasada su musculatura procesal empurando como procede a esos niñatos que dedican los días de partido a quemar contenedores y destrozar mobiliario urbano según el ejemplo de sus ahora impunes colegas abertzales, y de paso ver si se puede obligar a los padres a pagar los desperfectos de su bárbara progenie. Ya que parece que toca declarar unilateralmente abolido el terrorismo callejero, por lo menos que el aparato jurídico del Estado trate de impedir su propagación a otros ámbitos de la convivencia cotidiana.
Porque lo que está pasando en el fútbol es un asunto muy serio del que las autoridades prefieren no darse por enteradas para no meterse en charcos impopulares. Los incidentes de esta semana en Sevilla merecen una actuación contundente que ponga pie en pared y avise a navegantes de otras latitudes que están bordeando la bitácora de lo irreversible. La dirigencia futbolera se ha convertido en un nido de truhanes con cuello blanco, y hora va siendo de que la justicia ordinaria tome cartas siquiera para dar la impresión de que no se ha convertido en una ONG para liberar asesinos por razones humanitarias.
Como sevillano reclamo también de mis representantes democráticos que hagan el favor de poner en su sitio a ese lúgubre megalómano que atiende por Ruiz de Lopera, cuyas extravagantes salidas de pata de banco arrastran por los suelos la simpatía nacional del Betis y el prestigio de una ciudad que en vez de rendirle hipócritas homenajes debería hacerle el vacío que merece su delirio. Si las autoridades temen pecar de parcialidad en una sociedad futbolísticamente hemipléjica, que rebajen también los humos al jactancioso Del Nido en vez de reírle las bravatas con que calienta a los de la acera vecina. Lo que no puede ser es que las instituciones se acoquinen ante unos hoolligans con corbata parapetados en la morralla ultra que utilizan como guardia de corps, y que acabará expulsando a toda la gente decente que aún quiere ir al estadio a divertirse con nobleza.
Las medidas ejemplares son la única receta posible. Ciertamente con ellas pagan unas aficiones inocentes por el desmán de un puñado de matasietes, pero más vale eso que lamentarse cuando no hay remedio. En Italia han tenido que jugar sin público por no plantarse a tiempo, y en Inglaterra no se acabó el problema hasta después de unos centenares de muertos: hicieron un listado de indeseables y los obligaron a pasar el tiempo de los partidos en la comisaría. Aquí habría que añadir en la lista a algunos presidentes que ejercen de fanáticos y dejar que presida los encuentros uno de esos bustos que con tanto orgullo sientan en el palco. Sin duda, lo haría mejor la estatua.
IGNACIO CAMACHO

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