miércoles, marzo 14, 2007

Demetrio Pelaez, Pisos restaurados para poetas subvencionados

miercoles 14 de marzo de 2007
DEMETRIO PELÁEZ
AILOLAILO
Pisos restaurados para poetas subvencionados
Doña Pura, residente de la rúa del Velorrio número 5, en pleno corazón del Casco Histórico compostelano, y madre de tres hijos en edad escolar, está feliz. Su marido y ella, después de vivir durante varios años en un barrio periférico decorado con farolas de look albanés y por el que el autobús sólo pasa de pascuas a ramos, se han hipotecado durante los próximos 50 años para comprar un bonito dúplex con ventanas de madera y hasta chimenea en el salón. La broma les ha salido por 80 kilitos y el piso, de apenas 90 metros cuadrados, no tiene ni garaje ni ascensor, pero chico, lo que mola ver la Catedral allá a lo lejos cuando te asomas por el Velux de la planta de arriba no tiene precio.
El primer mes todo transcurre más o menos bien. Marianito y sus hermanos pequeños ya no tienen que levantarse dos horas antes para coger ese bus intercomarcal que nunca llega, doña Pura hace flipar a sus amigas cuando comprueban lo bonita que suena la lluvia al caer sobre el empedrado histórico y don Mariano está encantado de no tener que tragarse cada mañana los monumentales atascos de la carretera de Noia. Ahora va al trabajo a lomos de una bici de montaña y sus compañeros suburbiales palidecen de la envidia al verlo llegar con su traje impecable y pedaleando con gesto decidido. Joé, si el Mariano parece un ejecutivo de Wall Street. Sólo le falta el tuperware con el sandwich de pollo frío y lechuga.
Pasan seis meses y la idílica familia sigue actuando, de cara al exterior, de una forma similar, pero la procesión empieza a ir por dentro. Doña Pura, por ejemplo, ya hace mucho tiempo que cayó en la cuenta que en su calle es mucho más sencillo comprar un botafumeiro de alpaca que una simple botella de leche; los niños ya no pueden bajar solos por la mañana, porque el portal suele amanecer lleno de vomitonas y meadas, y don Mariano está hasta el gorro de tener que ir a buscar el coche a donde Nicanor perdió el tambor cada vez que un nene se pone malo o hay que ir a cargar zumos al híper del extrarradio, situación que se complica todavía más cuando, al llegar de la playa o de cualquier viaje, debe ir cargando un trecho enorme con tres flotadores de pato y el balón de Nivea. Para colmo, el presupuesto familiar se ha disparado por culpa de la valeriana, ya que todos los miembros la engullen como cacahuetes para poder dormir al menos un par de horas durante las noches del fin de semana. En suma, Mariano y doña Pura saben que han hecho el gil del candil, pero nunca lo reconocerán en público.
Ahora, el Consorcio ha puesto en marcha un programa para rehabilitar pisos hechos polvo con el fin de alquilárselos por cuatro duros a lo más jóvenes. Se trata, dicen, de repoblar el Casco Histórico y atraer a población con sangre fresca. Jóvenes tendrán que ser, desde luego. Los nuevos moradores deberán ser, de hecho, sumamente jóvenes, por supuesto sin hijos y con un trabajo que no les obligue a madrugar. Quizá el perfil ideal sea el de un poeta subvencionado. O miembro de algún comité de sabios.

No hay comentarios: