miércoles, marzo 14, 2007

Xavier Navaza, A la busca de una Politica Exterior

miercoles 14 de marzo de 2007
POR XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
A la busca de una Política Exterior
Asu regreso de Bruselas, tras recibir un sonoro portazo del director general de Competencia, Philip Lowe, los lanzarotes de la actual cúpula del Bloque Nacionalista Galego recibieron al conselleiro de Innovación e Industria con un triunfalismo a todas luces exagerado. Fernando Blanco no sólo no había conseguido ver a la comisaria Neelie Kroes, que hizo mutis por el foro con increíbles disculpas de agenda, sino que su tiburón particular (Lowe) cerró toda esperanza al regreso de la construcción de ­buques civiles en los ociosos astilleros de Perlío.
Sin embargo, lejos de reconocer el fenomenal planchazo, Francisco Jorquera, senador y coordinador ejecutivo del Benegá, saludó a Blanco con euforia en su regreso a Compostela: "Galicia", exclamó don Paco, "tiene por primera vez una política exterior propia que defiende sus intereses frente a la Unión Europea". Jorquera se equivocaba a conciencia, no sólo en relación con las incursiones de la Xunta de Galicia en el planeta, sino respecto a algunos de sus más conspicuos compañeros: Xosé Manuel Beiras y Camilo Nogueira, sin ir más lejos, que abrieron nuevos horizontes al nacionalismo con su presencia en escenarios de alto calado simbólico, como el Foro Social Mundial de Porto Alegre (Brasil).
En cualquier caso, el Gabinete autonómico galaico tiene tras sí una larga e intensa memoria en materia de relaciones con otros países y justo es decir que, en este sentido, al presidente Emilio Pérez Touriño todavía le falta un hervor. Sí, el inquilino de Monte Pío cruzará el charco esta semana para realizar una serie de contactos en el Cono Sur que le llevarán, el lunes que viene, a reunirse en Brasilia con el presidente Luís Inácio Lula da Silva. Un viaje importante, que en principio estaba previsto para el pasado mes de enero. Y hace ahora un año de su primer vuelo a Sudamérica, que en aquella ocasión dedicó a la fraternal ­Argentina, donde fue recibido por Néstor Kirchner. Después viajó a Montevideo.
Pero aún así, veinte meses después de tomar posesión de la Presidencia, su agenda diplomática no se acerca ni por asomo a la trepidante cartera de viajes que Manuel Fraga llevó a cabo -en una política exterior sin precedentes en nuestra tierra- nada más instalarse en el ala derecha del palacio de Raxoi, a comienzos de la década de los años noventa. Tanto él como el catalanista Jordi Pujol fueron objeto de un durísimo alegato del entonces ministro de Administraciones Públicas, el socialista Juan Manuel Eguiagaray, quien en 1992 denunció "la creciente interferencia en la actividad internacional del Estado español por parte de algunas comunidades autónomas". Algún tiempo después, con José María Aznar en la Moncloa, la cosa empeoró e incluso se llegó a hablar de la necesidad de establecer una normativa centralizada para evitar "la multiplicación de los problemas protocolarios y la extralimitación de competencias de las autonomías en el exterior". Aquellos días de cerrojazo y tentetieso, afortunadamente, han pasado a mejor vida.
MENTIDEROS DE MADRID
Los celos de Aznar, la mano de González
Los celos que los viajes de Manuel Fraga suscitaban en José María Aznar fueron de antología en alguna ocasión. Cuando el veterano león de Vilalba se reunió con Fidel Castro en La Habana, en el otoño de 1991, la comidilla de los periodistas eran los recados que llegaban de Madrid: los mentideros decían que Aznar estaba muy nervioso y sospechaba que, tras la escalada viajera de Fraga, se veía la mano Felipe González para deteriorar su imagen como líder de la nueva derecha española .

No hay comentarios: