miércoles, marzo 14, 2007

Camacho, Aznar, el blando

miercoles 14 de marzo de 2007
Aznar, el blando

POR IGNACIO CAMACHO
LA maquinaria de propaganda del PSOE posee una eficacia contrastada en numerosos y difíciles campos de pruebas, pero el desafío de persuadir a la opinión pública de la permisividad de Aznar con los terroristas es tan comprometido que quizá quede fuera incluso de su muy vasto alcance. Y eso que la cosa ha comenzado de un modo francamente prometedor, con Rubalcaba en persona a los mandos de la operación, cariacontecido y serio, con esa depurada expresión de contrita responsabilidad con que parece lamentar su papel de malvado. El Rubalcaba de sus mejores y más aplaudidas actuaciones, el Scarpia falsamente compasivo que promete fusilar con balas de fogueo a Cavaradossi, el compungido Fouché al que sólo la infinita iniquidad de sus adversarios obliga a concluir, la víspera de unas elecciones, que merecemos un Gobierno que no mienta.
Pero ni siquiera la magistral comparecencia, en estado de gracia escénica, del mejor actor del elenco político español parece un método seguro para alcanzar el objetivo táctico trazado por un Gobierno que ya renuncia a justificarse por la excarcelación de Ignacio De Juana y prefiere abordar el empeño abracadabrante de dibujar a un Aznar pusilánime, calzonazos, permisivo ante el chantaje etarra. Al ex presidente se le puede acusar -y se le ha acusado, vaya si se le ha acusado- de muchas cosas, y algunas con pleno fundamento, salvo de postrarse de hinojos ante los terroristas y doblegarse a su coacción cruzado de brazos. Y eso está tan interiorizado por la opinión pública que ha pasado a convertirse en una categoría conceptual, una generalizada convicción moral, una etiqueta de uso común en el simplificado mercado de la política. Suárez, maniobrero; González, carismático; Pujol, fenicio; Fraga, autoritario; Bono, populista; Ibarra, bronco; Zapatero, blandengue. Y Aznar, duro. Firme, pétreo, marmóreo. Así funciona, para lo bueno y para lo malo.
Por eso le va a costar trabajo, mucho trabajo, a los socialistas invertir ese sólido estado de opinión que, además, responde a una realidad objetiva. Tan objetiva como la palmaria oposición del PSOE -las palabras de Zapatero constan en el Diario de Sesiones del Congreso- al endurecimiento del código penitenciario, que Aznar abordó cuando pudo contar con mayoría absoluta para aplicar ese talante de hosca firmeza que ahora quieren dulcificar, por conveniencia retroactiva, sus adversarios. Precisamente porque era un tipo muy férreo, muy rocoso, a veces quizá demasiado tenaz en sus implacables determinaciones.
Claro que, si el Gobierno ha centrado su estrategia en la impracticable misión de convencer a la gente de que Aznar era un junco flexible ante ETA, un generoso liberador de presos y un apóstol antirrepresivo, es porque quizás entiende que hasta ese reto inaccesible y arduo resulta menos penoso que el de justificar por qué De Juana Chaos está tan feliz en San Sebastián tomando sopitas con su familia y amigos. Porque ni la mejor hilatura dramática de Rubalcaba puede enhebrar ese camello de oprobio en el ojo de la aguja de la dignidad democrática.
IGNACIO CAMACHO

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