miércoles, octubre 22, 2008

Villacañas, Leve apuntaciones sobre la palabra "garzon"

jueves 23 de octubre de 2008
Leves apuntaciones sobre la palabra ‘garzón’

Antonio Castro Villacañas

S I no me falla la memoria, hace ya más de setenta y cinco años que escuché por primera vez la palabra "garzón". Se la oí con frecuencia a mi madre, quien todavía joven gustaba de acompañar sus trabajos domésticos con la música y las letras de aquellas canciones que por entonces estuvieran de moda, bien por ser recién estrenadas o por mantenerse como expresivas y bien hechas en la mente de quienes las oyeran. Mi madre cantaba unas veces romanzas de zarzuelas, en otras coplas populares, y de cuando en cuando cuplés, por lo que su repertorio era bastante numeroso y variado. Todo ello repercutía en beneficio de sus escuchantes, que en la práctica totalidad de los tiempos y los casos éramos sus hijos y su marido, amén de algunas vecinas por el aquél de las ventanas abiertas...

Sí, fue durante el preludio o introito de la República, o en los compases de sus primeros años, cuando aprendí de mi madre, entre tantas otras cosas que todavía recuerdo, el estribillo de una canción que oscilaba de lo frívolo a lo desvergonzado... Si escarbo en mi memoria, de ella extraigo algunos versos:

" Soy la garzón, son, son,
con el pelo ondulao...
Soy una chica bien, bien, bien,
soy una mujer chic, chic, chic,
y todas las noches luzco
modelitos de París..."

Tardé pocos años, los que van desde la Primera Comunión al comienzo del Bachillerato, en darme cuenta de que mi madre cantaba en castellano, al pie de la letra, una palabra francesa que exigía pronunciar la zeta en andaluz o sudamericano. Aprendí entonces que "garzón" no era el mote de una mujerzuela cualquiera, una de esas muchas que procuran engatusar a los hombres utilizando de modo arbitrario y exagerado cuantos artilugios les proporciona la moda, sino la voz que en lengua francesa significa niño, mozo o muchacho, y en ocasiones camarero o chico para los recados... "La garzón", pues, no era un travestido en busca de aventuras, sino una chica joven, una mujercita, vestida o no de hombre, encantada de protagonizar historias que resaltaran su nombre y amenizaran su vida.

Mientras fuí joven, y después a lo largo de mi primera madurez masculina, no volví a tropezarme con esta palabra: no hubo garzones ni garzonas en todo mi horizonte vital, sólo chicas y chicos, mujeres y hombres, hechos y derechos, cada cual dueña y servidor, servidora y dueño, de sus propios sueños y hechos. En torno a 1975, cuando yo festejaba mis bodas de oro con la vida, un amigo andaluz y veterinario me explicó que él no se había casado ni pensaba casarse porque lo pasaba muy bien traduciendo a escala humana las "garzonerías" o "garzonías" de los animales; esto es, los arrumacos que éstos se daban entre sí cuando les llegaba la época del celo. En cuanto regresé a Madrid consulté mi diccionario para aclarar las cosas, y en él encontré que "garzonía" es el periodo de celo que tienen los animales salvajes, "garzonería" es ese mismo periodo y cualquier acción que durante él lleven a cabo los animales encabritados por tal motivo, especialmente la de acariciar o favorecer a sus semejantes que se encuentran en parecido trance, mientras que "garzonear" es algo mucho más complicado y humano, porque consiste en galantear o cortejar a alguien, lo que igual pueden hacer hombres que mujeres, aunque casi siempre es tarea varonil, pues para nuestro pueblo quien por excelencia "garzonea" es el hombre que lleva una vida disoluta con distintas mujeres...

Poco tiempo después, ya en plena Tra(ns)ición política, alguien planteó en una amistosa tertulia si podríamos llamar "garzos" y "garzones" a los políticos que pululaban en diversos partidos, sobre todo en UCD y en el PSOE, procedentes del Movimiento Nacional de Franco. Adujo el curioso que "garzo" en español vale tanto como "azulado", y que por eso no sería injusto ni insultante calificar de "garzos" y "garzones", según los casos, a los Adolfos, Rodolfos, Fernández Ordóñez, etc., incluso al propio rey, puesto que en su biografía tienen años y actividades más o menos azules.
Como en todas las tertulias siempre hay un sabio, el pejigueras de la nuestra nos advirtió que por la tierra de su mujer llamaban "garzo" a una especie peculiar de hongo, el "hongo agárico", por lo que existía el riesgo de que calificáramos como setas gigantes o desmesuradas, venenosas, que viven bien agarradas en distintos árboles, a los "garzones" que sólo queríamos significar como antiguos azulados. Aunque esta definición les venía como anillo al dedo a cuantos garzones transicionistas estábamos criticando, no la utilizamos ni la hicimos circular por si alguno de ellos contraatacaba diciendo que el veneno no procedía de su personal naturaleza sino del tronco que estuvo chupando mientras le sirvió de provecho, con lo que aumentaría su falsedad e incrementaría su peso; es decir, sería aun más garzón agárico que antes de ser descubierto.

Mi posterior y definitivo encuentro con la palabra que vengo comentando se produjo cuatro o cinco años más tarde, cuando se hizo de uso común entre los lectores de periódicos, escuchantes de radios y espectadores de las teles por la cantidad de veces que en tales medios salía como apellido de un juez sobresaliente en instrucciones diversas, casi todas ellas con más interés y contenido político que penal. Apartado yo voluntariamente de ambos mundos, mi curiosidad por Baltasar Garzón y su apellido se limitó a seguir las peripecias del personaje que hacían públicas las informaciones de los aludidos voceros, y a repasar el diccionario de nuestra lengua para mejorar mi comprensión de sus extraordinarias actividades.

Gracias a dicho repaso aprendí que puede llamarse "garzón" al macho de las garzas y con mayor propiedad a una particular especie de estas aves. Todas las garzas son aves zancudas, de cabeza pequeña, pico largo y recto, y cuello en forma de ese; los garzones propiamente dichos son una variedad de las garzas reales que tienen la cabeza pequeña y desplumada, el pico muy largo, las alas negras, una especie de collar rojo, el vientre blanco, y una particular bolsa junto al pico en la que guardan agua...

En el mismo diccionario aprendí que "garzón", en lenguaje cortesano y militar era hace siglo y medio el Guardia de Corps encargado de ayudar al Mando en la tarea de transmitir y hacer cumplir sus órdenes. En el mundo del hampa, o al menos en cierta parte del mismo, suele decírsele "garzón" al bujarrón, al invertido.

Llegados a este punto, mis lectores saben tanto como yo de lo que esta palabra significa en español, y por ello pueden usarla según les convenga.
Lo que no sabrán nunca, porque yo también lo ignoro, es en virtud de qué la memoria me trae ahora a la mente un nuevo fragmento de los cuplés que cantaba mi madre mientras trabajaba en sus tareas de ama de casa... Esto decía el que ahora rememoro:

"Tobilllera, tobillera,
ya te has hecho rodillera,
y al paso que tú vas,
muy pronto acabarás
siendo muslera,
muslera... y algo más".

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4871

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