El prestigio del silencio
M. MARTÍN FERRAND
Jueves, 30-10-08
MIENTRAS Mariano Rajoy convierte en hormonal lo que sólo debiera ser un problema político en Navarra -«yo todavía me visto por los pies», ha dicho el líder del PP-, la crisis económica global no disminuye y su versión española acentúa sus notas diferenciales. José Luis Rodríguez Zapatero insiste en ir a Washington con la devoción con la que los muy enfermitos viajan a Fátima y a Lourdes y la Banca y las Cajas están enladrilladas, ¿quién las desenladrillará? Los espasmódicos movimientos de Wall Street y sus ecos en las Bolsas nacionales no quieren, de momento, decir nada. Son los ajustes propios de un mercado cuando pierde su condición fundamental y se convierte en casino.
En ese marco parece oportuno valorar la aparición ante los medios informativos de Alfredo Sáenz, consejero delegado del Santander y el ejecutivo mejor retribuido del sector financiero español. Sáenz es una buena cabeza. Desde sus orígenes, antes de convertirse en lugarteniente de Pedro de Toledo en el Vizcaya -cuando viajaba por el mundo y conseguía vender, ¡y cobrar!, los productos de Tubacex-, ya dio muestras de empuje y talento. Después, como capitán del grupo de rescate que salvó de la catástrofe a la Banca Catalana de Jordi Pujol, aprendió a tomar del Estado dinero barato y, negociándolo en el interbancario, reflotar una institución financiera creada y destrozada, simultáneamente, por la megalomanía económica del nacionalismo centrífugo.
Sáenz se apareció a los medios para anunciar que el Santander cerrará este año con los mejores resultados de su historia. Eso está bien. El éxito tiene una gran capacidad de convocatoria para el éxito y, Cajas y excepciones aparte, la Banca española sólo padece alifafes, como el del enladrillamiento, que serían entendidos como salud en otros lugares. Por eso sorprende que Sáenz predique la oscuridad -el nombre más auténtico de la discreción- en las operaciones de compra de activos que, con el dinero de todos, se dispone a efectuar el Gobierno. Si el pomposo Fondo de Adquisición de Activos Financieros, el «7º de Caballería» diseñado por el equipo de Zapatero para liberar a las entidades financieras, no es transparente estaremos asistiendo a un nuevo dislate en nuestro singular entendimiento de la democracia y sus reglas.
El consejero delegado del Santander ha repetido la doctrina de Juan Ramón Quintás, presidente de la CECA, y ha dicho que lo contrario podría tener un «efecto reputacional negativo». Original palabro -«reputacional»- y singular teoría. Sobre el tener derecho a saber qué se hace con lo nuestro, la decencia no consiste en que no se sepa que una dama alterna en el cabaré, sino en que no alterne y ocupe sus fuerzas y su tiempo en otros ejercicios más auténticamente reputacionales.
http://www.abc.es/20081030/opinion-firmas/prestigio-silencio-20081030.html
jueves, octubre 30, 2008
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