jueves 30 de ocutbre de 2008
Políticos detestables
Ernesto Ladrón de Guevara
N O sé si a ustedes les ocurre. A mí últimamente me sucede que en cuanto oigo la palabra político o partido me llevo la mano al bolsillo trasero del pantalón, en un acto reflejo. Tengo el mismo gesto nervioso que cuando paseo dentro de una aglomeración de personas. O me sujeto la entrada al bolsillo con cuatro imperdibles, además del botón, o voy con la mano pegada al bulto formado por mi billetera. Y no es tanto porque te quiten unos cuantos euros, sino porque te privan de tu propia identidad con el robo de los documentos. Debe ser un síndrome aún no categorizado desde el plano de la psiquiatría. He ido a que me diagnostiquen la fobia.
Aunque a decir verdad tampoco es extraño ese acto condicionado por virtud del cual en los últimos tiempos ver a un político tiene similitud en materia de sensaciones con el acogotamiento de aquella plebe medieval que en cuanto observaba acercarse al señor del castillo hacían mutis por el foro rápidamente, no fuera que se le privara del currusco de pan que le quedaba para comer una vez liquidado el diezmo y el pago en especie al feudal. Razones hay sobradas.
Por ejemplo estos dignatarios de medio pelo y baja estopa moral e intelectual que se estilan últimamente, no conformes con un coche oficial propio de un jeque árabe, lo tunean para instalar un despacho móvil sobre ruedas, cuando lo propio de su cargo es la actividad sedentaria. O algún que otro cateto de las proximidades a Finisterre gastándose un dineral en un despacho que para sí quisiera el mismo Bush. O aquel ministro, cuyo nombre fue muy aclamado en una de las últimas manifestaciones, que se gastó del erario público –lo raro sería que lo hubiera hecho de su bolsillo particular- el equivalente de lo que cuesta un piso al común de los mortales para acondicionar su vivienda como si de un palacio de príncipe renacentista se tratara. Y es que claro… piensa que erario viene de era que es lo que queda tras la recogida de la mies. Y así podríamos seguir hasta documentar un libro del tamaño de El Quijote en edición rústica, pues en España hay más políticos que bares, que ya es decir.
Yo mismo tengo muy próximo un reciente ejemplo. Hace unos días una delegación formada por catorce personas, representando al Ayuntamiento de Vitoria, se ha ido a hacer una gira por el Japón, para ver auditorios de música. Podrían haber ido para ver la organización del trabajo, el sistema productivo, o la forma de ahorrar costes para rentabilizar los recursos, pero no, se han ido a ver auditorios, gastándose del dinero de los vitorianos bastante más de los sesenta mil euros publicados por la prensa escrita. Todos los grupos políticos municipales han acompañado al alcalde socialista salvo el Partido Popular que ha tenido la suficiente perspicacia para ausentarse del viaje; quizás porque los concejales viajantes rechazaron anteriormente un proyecto anterior de auditorio que nos costó un buen dineral, cuando era alcalde el portavoz adjunto del PP en el Congreso. Claro, que lo lógico hubiera sido que hubieran hecho el viaje antes de encargar otro proyecto a un japonés que ha costado otros tantos buenos euros (como si en España no tuviéramos arquitectos). Pero no: primero encargan el proyecto y luego hacen el viaje. Total: más de sesenta mil euros del trasunto viajero en plena crisis.
Así que no me extraña lo que me ocurrió hace unos meses. Tuve la absurda iniciativa de devolver noventa mil euros a la hacienda foral alavesa tras mi paso por la política en las Juntas Generales de Álava. Consideraba que aquel dinero no me pertenecía pese a que otros, en similar situación, se habían quedado con la financiación al grupo mixto en similares circunstancias, creando precedente en Álava. Pues bien, ello ha sido motivo de mofa y befa, y cuando paseo por las calles de mi ciudad hay quien me mira con gesto socarrón como diciendo: ¡vaya pardillo, pardiez! Y es que viendo el panorama realmente es más propio de gorriones que de pardillos dicho gesto de coherencia intelectual.
Y qué más les diría yo. Pues, por ejemplo, que el sábado pasado, con motivo de una manifestación en Vitoria de los seguidores de Inestrillas admitida por la autoridad jurisdiccional competente, los de siempre, tan comprendidos por los nacionalistas, hicieron concurso de lanzamiento de adoquines y otros objetos de cierta consistencia. ¿A que adivinan cómo se saldó la historia? ¿A que los camorristas no fueron detenidos ni debidamente dispersados a tiempo, es decir, antes de contra-manifestarse? ¿A que no se identificó y detuvo a los del pasamontañas que rompían el magnífico pasadizo de cristal que jalona la escalera automática que cruza el casco viejo vitoriano subiendo el cerro que lo corona?
Hombre, bien mirado, igual la culpa la tiene aquel alcalde que tuvo la idea de poner tan vidrioso recubrimiento en un entorno cuyas paredes dan testimonio de las acometidas de los chicos de la gasolina y de la guerrilla urbana. Es lo mismo que si colocamos una bolsa de palomitas en un palomar. Parece hecho a propósito. En lugar de construir boleras, se pone un hermoso cubre-escaleras de cristal, y se declara deporte vasco el romper cristales. Total, otros sesenta mil eurillos más o menos, que con los del viaje suman ciento veinte mil, mas la calderilla, que no van a ninguna parte. ¿No? Y a los de la fechoría que les echen un galgo a ver si les coge.
Todo esto no tendría mayor problema si no se nos hubiera anunciado la enésima subida de la contribución municipal. Y luego dicen que el consumo ha caído en picado... Como no financien las tascas para que sigamos con la costumbre de la ronda del chiquito… (¿es con –q- o con –k?) No estaría mal. Ya puestos a dar dinero a fondo perdido a los bancos, que son los que más han prosperado con la economía de la especulación inmobiliaria, se podría financiar el vino Rioja para que no perdamos las buenas costumbres nacionales (de Euskadi) del levantamiento del vidrio… En lugar de romperlo podríamos levantarlo, doblando el codo como es propio del lugar.
Claro, que como el dinero público no es de nadie… como dijo una ministra… Para qué tener miramientos. ¡¡¡A gastar que la vida es corta…!!!
¡Hay que cruz…! Y luego el psiquiatra me dice que tengo el síndrome de la fobia a la –p-.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4883
jueves, octubre 30, 2008
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