Si hasta Sarkozy lo dice…
Con la crisis ha muerto la dictadura de los mercados
Cuando la actual debacle financiera hace estremecer a los pobres comentaristas liberales que no saben dónde ponerse; cuando hasta un Sarkozy habla de refundar el capitalismo o declara que "la ideología de la dictadura de los mercados ha muerto con la crisis financiera": cuando tan extraordinarias cosas suceden, bueno es escuchar a Alain de Benoist: alguien que sí sabe dónde ponerse: ahí donde siempre estuvo, rechazando el socialismo, denunciando los desmanes del capitalismo y previendo su actual crisis estructural.
ALAIN DE BENOIST
29 de octubre de 2008
Una cifra resume la amplitud de la actual crisis financiera. Desde el principio de este año, las grandes plazas bursátiles internacionales han visto cómo se esfumaba cerca de la mitad de su capitalización: 25 billones de dólares, o sea unas dos veces el producto interior bruto (PIB) de los Estados Unidos.
“La ideología de la dictadura de los mercados y de la impotencia pública murió con la crisis financiera”, declaraba Nicolas Sarkozy el 23 de octubre, al mismo tiempo que anunciaba la creación de “fondos soberanos” destinados a readquirir las acciones de las grandes empresas industriales de importancia “estratégica”. Es ello un giro radical que ha sido acogido pésimamente en Alemania: “una idea descabellada”, declaraba el Financial Times Deutschland.
La nueva política francesa marca, en efecto, una indiscutible vuelta al protagonismo económico del Estado. Se hablaba ayer de libre comercio, de competencia abierta, de mercados financieros independientes. Se habla hoy de volver al proteccionismo, al intervencionismo y al capitalismo de Estado; en suma, a una “política económica europea”. Este giro muy es muy bien acogido en Francia, donde todos los sondeos ponen de manifiesto que los ciudadanos adhieren sumamente a la idea de que el Estado regule los bancos, los fondos de inversión y los de pensiones. En cambio, este giro suscita fuertes reticencias en los Estados miembros que, empezando por Alemania, desconfían del estatismo, sobre todo de origen francés.
Frente a la amplitud de la crisis, ¿cabe, sin embargo, hacer otra cosa?
Se trata de una crisis estructural, de la crisis del modelo neoliberal de crecimiento o de acumulación que se ha establecido a partir de los años ochenta. En un clima de desregulación generalizada de las operaciones bancarias y de las inversiones financieras, este modelo se ha caracterizado por la captura casi total de las ganancias de productividad por parte de los beneficios en detrimento de los salarios, ya que la riqueza ha dejado de provenir principalmente de las rentas del trabajo, derivándose en cambio de los patrimonios financieros. Esta deflación salarial, que amenaza al compromiso social de la posguerra, ha tenido efectos negativos que no se han podido compensar mediante el endeudamiento. Es este régimen lo que hoy ha quedado roto.
Las grandes crisis financieras son como los terremotos: después de la fuerte convulsión inicial, cabe esperar “réplicas” escalonadas temporalmente. Dicho más claramente: tras la fase de impacto, se asiste a un proceso “en espiral”, cuyos efectos acumulativos pueden conducir a situaciones de caos.
No cabe ninguna duda de que las economías de Europa Occidental y de América del Norte experimentarán una recesión profunda y de larga duración, que tendrá por efecto un aumento del desempleo. Ello debería de originar un descenso importante de los beneficios, que repercutirá inevitablemente en los mercados y las cotizaciones bursátiles. El vínculo entre la economía especulativa y la real es en efecto indudable, pues las empresas dependen sumamente del sistema bancario, aunque sólo sea por el crédito que necesitan para sus inversiones. Ahora bien, la crisis hace que los bancos reduzcan ahora brutalmente sus créditos (es el credit-crunch). Es probable que esta contracción del crédito se produzca no sólo junto con una vertiginosa caída de las acciones y de los bienes inmuebles, sino también con una fuerte devaluación del capital de los fondos de pensiones que cubren las jubilaciones.
En la zona del euro, la recesión será especialmente grave en España y en Inglaterra. Pero también Francia y Alemania podrían entrar en recesión desde finales de este año.
Para evitar que la recesión se transforme en depresión, las economías occidentales van a verse obligadas a aceptar un fuerte aumento de la inflación, al mismo tiempo que el regreso del Estado como agente económico principal (como sucede en Rusia, China o Brasil). El fenómeno ya se observa en el sector bancario, donde los gobiernos se han hecho fiadores de los bancos y compañías de seguros. El próximo paso podría consistir en restablecer las protecciones arancelarias, reglamentar los flujos financieros internacionales, regresar a “políticas industriales” activas, o incluso que se acabara el dogma de la independencia de los bancos centrales y se transformara del estatuto del Fondo Monetario Internacional (FMI). No cabe excluir tampoco una crisis del euro, y por tanto de las instituciones europeas.
“Si hay un hecho decisivo que surge de esta crisis —declaró también Nicolas Sarkozy— es la vuelta de la política.” Pero ¿dispone verdaderamente de medios para ello? ¿No significa ello ignorar la naturaleza propia del capitalismo? “El capital siente cualquier límite como un obstáculo”, decía ya Karl Marx. La lógica de la acumulación del capital es la ilimitación, el rechazo de cualquier límite, el arrasamiento del mundo por parte de la razón mercantil, la transformación de todos los valores en mercancías, el Gestell de que hablaba Heidegger. Ante la irresistible potencia del “turbocapitalismo” en cuanto a liberarse de cualquier límite, los esfuerzos de Nicolas Sarkozy corren el riesgo de resultar vanos.
COMENTARIOS
miércoles, 29 de octubre de 2008
El problema no sólo es el liberalismo
El problema no sólo es el liberalismo desregulador y antipúblico. El problema es también una derecha tradicional y una izquierda que han asumido la mayor parte de los valores del liberalismo. Por eso la izquierda liberalizada aplauden ocurrencias judiciales como las de Garzón. Como han renunciado a cambiar el presente, se meten a remover los huesos del pasado.
# Publicado por: Tejo (Torre Pacheco)
miércoles, 29 de octubre de 2008
La intervención es el problema, no el liberalismo
El problema es la intervención estatal en el mercado financiero, y la mala regulación del mismo. Intervención: los gobiernos, a través de sus bancos centrales, fijan el precio del dinero. Y lo han hecho muy por debajo del valor de mercado relación ahorro e inversión y durante mucho tiempo. Esto es una política monetaria inflacionista, que ha generado en las burbuja inmoviliaria. Como veis, no es capitalismo salvaje ni laissez faire ni leches: intervención pura y dura. El tema de los productos tóxicos financieros se da en un sector que es de los más regulados. Si el precio del dinero se fija monopolísticamente por los gobiernos, el bancario es un sector oligopolísitico, donde las entidades que lo forman entran en el club porque así lo permite la autoridad monetaria de turno. Y el peaje de actuar en un sector en el que no hay realmente libre competencia, es la regulación. Que esta ha sido mala o que los vigilantes, la SEC americana o nuestra CNMV, no han hecho bien su trabajo, de acuerdo. Por cierto, quién vigila al vigilante. Pero que había regulación y mucha, vamos como que el sol saldrá mañana. En resumen: la crisis viene por culpa de los gobiernos que se meten al fijar el precio de las cosas, por más que esto se demuestra una y otra vez en la historia como un desastre. Lo contrario de lo que dice el liberalismo, por más que a la izquierda y a cierto sector de la derecha, dónde podríamos encuadrar este periódico, no le guste esta realidad. Por cierto, qué hace cierta derecha comprándole los argumentos a la izquierda. Cómo estos no van sobrados, sobre todo en España...
# Publicado por: Diego J. Zapatero Ledesma (Galapagar)
miércoles, 29 de octubre de 2008
-Complains-
El autor no se responsabiliza de que el sistema destroce la composición del texto, ya que aparentemente, ignora los puntos y aparte.
# Publicado por: loboe (Granada)
miércoles, 29 de octubre de 2008
Esperemos que efectivamente, resulten vanos
La deflación salarial, que según el autor amenaza al compromiso social de la posguerra, tiene su origen en dos factores: la globalización de la economía y la deslocalización de la producción desde los países productores tradicionales hasta las economías emergentes, de Europa del Este y sobre todo asiáticas, cuyos costos de producción son infinitamente menores que los de los productores tradicionales: Europa, América del Norte y Japón después de la II Guerra Mundial. Los bienes de consumo foráneos, especialmente los manufacturados, comenzaron a llegar a precios muchísimo más bajos que los nativos. Un fenómeno reforzado por la fortaleza de las monedas Occidentales ¿Se acuerdan del give me two? Sin embargo, algunos países no producían y exportaban- en proporción análoga a sus importaciones, lo que motivó que sus ciudadanos pensaran erróneamente que su nivel de vida Occidental era una especie de concesión divina o ley natural que seguiría cumpliéndose indefinidamente. Por citar un ejemplo ciñéndonos a España, el fenómeno ha conducido a que el obrero textil de una fábrica, al que correspondía una parte alícuota de producción de digamos 10 camisetas al día, tuviera un nivel de vida infinitamente mejor que el de un obrero chino que fabricaba 1000. Además de mantener un nivel de vida más elevado vacaciones en Cancum y prestaciones sociales incluidas- animado por los bancos, podía endeudarse para adquirir una vivienda de digamos 150.000 Euros, lo que quizás estaba fuera de los sueños del conjunto de todos los obreros de la fábrica China. Un caso paradigmático ocurrió con la construcción naval en España, un sector puntero en su día, que proporcionó miles de puestos de trabajo durante el milagro económico Español, pero que fue desplazado por los astilleros asiáticos Surcoreanos principalmente-. Las insaciables pretensiones sindicales, junto con la mala gestión, terminaron matando la gallina de los huevos de oro. Cuando la decadencia se hizo innegable, los politólogos de turno sentenciaron que la ingeniería naval española se concentraría en productos de muy alta tecnología y valor añadido, dejando los barquitos normales para los coreanos. El problema es que los barquitos normales eran petroleros de 300.000 toneladas y que en el mundo necesitaba muchos, mientras que se necesitaban pocas de las fragatas lanzamisiles que supuestamente fabricaríamos, y que sus sistemas de armas, que constituían la crema de su tecnología, tampoco eran de producción propia. Para colmo, al poco tiempo los ingenieros navales coreanos no tenían ya nada que aprender de los Españoles los libros se venden en todo el mundo- y sus sistemas de gestión y producción control de calidad incluido- eran mucho mejores que los nuestros. Evidentemente, el sistema solo podía funcionar en la medida en que lo permitieran las leyes de la inercia. Es posible que el tsunami financiero haya sido más súbito y violento de lo que podía preverse y que arrastre también a las economías emergentes, cuya fortaleza deriva principalmente de su balanza de pagos hacia los países que súbitamente tendrán que dejar de consumir y de comprar, pero no por ello era menos previsible. El problema ahora es que algunos han confundido los síntomas con la enfermedad. Cuando se habla de terminar con la tiranía del Mercado, se olvidan que el Mercado es el resultado de la suma de la actividad de consumidores y productores en todo el mundo. Algo que podríamos comparar al funcionamiento y reglas de Internet y que no pueden ser sustituidas por las reglas del Estado. Empezando por la sencilla razón de que no existe un solo estado. Además, la historia reciente extinta URSS- nos ha enseñado a donde conduce la aplicación de dichas reglas. Por supuesto que el Mercado ha cometido excesos, principalmente algunos de sus actores; en este caso los miembros del oligopolio financiero precisa y curiosamente uno de los sectores más regulados-, pero de ahí a pretender sustituir al Mercado por el Estado, es análogo a suponer que dado que los automóviles producen accidentes de carretera, debe sustituirse el actual sistema de trasporte privado por un único sistema estatal de transporte colectivo que los evitara. En este contexto, el nuevo Karl Marx de la DG de Tráfico podría clamar: Los automovilistas sienten cualquier límite como un obstáculo, o hay que poner límites a la turbo-conducción privada. Ni que decir tiene que muchos estarían de acuerdo hasta el día en que su señora se pusiera de parto y hubiera que llevarla rápidamente al hospital.
http://elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2815
jueves, octubre 30, 2008
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