jueves, octubre 30, 2008

Villacañas, Apuntaciones sobre los intelectuales y "esta crisis"

jueves 30 de octubre de 2008
Apuntaciones sobre los intelectuales y ‘esta crisis’

Antonio Castro Villacañas

¿ QUÉ es un intelectual? Esta pregunta la responde así nuestra Real Academia Española de la Lengua: un intelectual es todo aquel realizador de actividades que requieren preferentemente el empleo de las facultades del intelecto. No es el mejor ejemplo de respuesta adecuada a la inquietud de quien pregunta, pues lejos de aclarar las dudas que motivaron el hacer la consulta, se limita a trasladarlas a otra palabra o a otro concepto, en este caso a saber qué demonio será el intelecto y qué tipo de actividades requieren el uso de ese instrumento...

Siguiendo lo mejor que pueda el ejemplo de tan docta institución, doy por hecho que mis lectores conocen de sobra quiénes son y qué es lo que hacen tales empleadores de las facultades propias del intelecto. Por ello me limito a exponer lo que quizá se podría considerar una tipología general de intelectuales, y que consiste en situar a un lado los científicos, hombres de buena conciencia, que estudian las cosas tal como realmente suceden en nuestro planeta sin plantearse dilemas morales, por lo que de forma deliberada se apartan de cualquier clase de debates ideológicos y con ello persiguen el sueño de vivir una existencia realmente humana y por tanto libre de cualquier clase de contactos impuros; y en otro lado poner a cuantos hombres sufren por el estado del mundo, lo encuentran siempre imperfecto, y se quejan por ello de no poder estar nunca satisfechos.

Esta división entre "puros" y "quejicas", es decir, entre científicos y escritores y políticos, puede con facilidad llevarnos a pensar que tal vez el no plantearse dilemas morales sea el mejor camino para tener intenciones impuras y realizarlas, así como que la insatisfacción puede ser la puerta de salida hacia la melancolía, el desprecio y hasta el olvido del mundo, el repliegue sobre el propio yo, y la soberbia actitud de creerse en todo superiores a los demás infelices mortales...

La alternativa a la melancolía es -dicen algunos quejicas- la utopía, el sueño de un mundo mejor... Durante los tres últimos siglos -continúan diciendo- la historia intelectual de Europa puede sintetizarse en el planteamiento y el desarrollo de una variable tensión entre la utopía y la melancolía. El mérito de los utópicos consiste en haber logrado a lo largo del tiempo disminuir e incluso ahuyentar la melancolía de sus rivales intelectuales, y su demérito radica en haber conducido sus utopías hasta extremos totalitarios en los que resulta obligatorio ser felices, según sucede en los paraísos marxistas.

Los intelectuales puros, los científicos, han sabido siempre escapar de esa tentación. Nunca son ni melancólicos ni utópicos porque, a pesar de que no les gusta el mundo en que viven, su disgusto no les desespera sino que les lleva a tratar de comprenderlo, explicarlo, y en definitiva perfeccionarlo, pero no del todo y al mismo tiempo sino poco a poco y en la medida de sus posibilidades en los ámbitos del pensamiento y de la acción.

Cuantos vivimos este principio de siglo con algo más de quince o veinte años podemos recordar tanto el optimismo generado por la reunificación europea conseguida en 1989 como la inquietud surgida poco más tarde a causa del retorno de la violencia nacionalista -todavía viva, aunque soterrada- en el siempre convulso teatro de los Balcanes, aún abierto en funciones nocturnas y matinales.

El final de la utopía comunista rusa parecía significar el definitivo triunfo de la utopía liberal capitalista propugnada por el mundo europeo y norteamericano. La crisis que hoy vivimos, ¿puede ser el retorno de los viejos fantasmas -depresión económica, fascismos, guerras- que surgieron en los felices años 20 del también vigésimo siglo? ¿Está realmente en paz este mundo de hoy? ¿Qué sentido tienen las guerras abiertas del Líbano y Afganistán y las ocultas de los diversos terrorismos? ¿Podemos considerar consolidadas la democracia y la economía de mercado tanto en la América del Norte como en Europa, no digamos en Suramérica, África y Asia?

Dos últimas preguntas: ¿podemos confiar en que el progreso científico esté a punto de abrir, si todavía no la ha abierto, la puerta de una nueva revolución tecnológica, capaz de cambiar materialmente el mundo? ¿Estamos seguros de tener a punto la respuesta espiritual que esa apertura exige?

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4882

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