viernes, octubre 31, 2008

Ferrand, Politicos de rapiña

Políticos de rapiña

M. MARTÍN FERRAND

Viernes, 31-10-08
DEL mismo modo que nadie conoce cuantas cabezas puede llegar a tener la Hidra, la serpiente mitológica de los pantanos de Lerna, tampoco está contado el número de los políticos electos -locales, autonómicos o nacionales- tocados por la corrupción y dedicados al pillaje. No son pocos; pero constituyen notable minoría frente a los decentes, a los que consagran su vida y trabajo -con mayor o menor acierto- a representarnos en concejos y parlamentos para tratar de mejorar las condiciones de vida, moral y material, que nos envuelven. El problema para quienes sostienen al mismo tiempo la bandera de su militancia y la de la virtud moral es que los otros, los golfos, hacen mucho ruido.
Los políticos de rapiña, la más despreciable de las escalas en que puede clasificarse a los personajes que viven con cargo al Presupuesto, traidores a la confianza que les prestó con su voto la ciudadanía, pueden clasificarse en tres grandes grupos sin que ninguno de ellos abunde en proporción diferente entre los distintos partidos del muestrario nacional. Últimamente las formaciones nacionalistas han presentado más casos de descarado latrocinio y mal uso de los recursos disponibles; pero la honradez, como la risa, va por barrios y su caudal es siempre variable.
El primero, y seguramente el más abundante, es el de los gariteros. Más que a robar se dedican a proteger a los ladrones y, aunque suele mediar en ello una comisión, hay más de clientelismo que de avaricia en su conducta. Cabe incluir, como subgénero, a los expertos en nepotismo que, más que llevárselo, distraen el Presupuesto colocando a su cargo a diversos parientes, carnales y políticos, amiguetes, vecinos, conmilitones y cuantos convenga a su ánimo e interés. Sería fácil proponer ejemplos de tan desahogada tipología; pero, víctima de un ataque de bondad -una febrícula catarral me disminuye la agresividad-, dejo al lector la elección de la casuística que le venga más a mano.
Los que pillan en especie y despilfarran mucho para gozar un poco, integran el segundo lote de la especialidad. No se manchan las manos con la suciedad del dinero; pero viven, con cargo al común, en pisos que no les corresponden, viajan en coches ostentosos y despliegan medidas de seguridad como los señorones de hace tres siglos que, para fardar, desplegaban una docena de palafreneros en el entorno de su carruaje. Son los chupones -los de la mamandurria, que decía Jaime Campmany- a los que no hay que confundir con los integrantes del tercer apartado: los que, sin más, solos o en compañía de otros, para sí mismos o para sus respectivas formaciones, se lo llevan crudo. Esas conductas se valoran solas; pero, la responsabilidad final, en un sistema partitocrático con listas cerradas y bloqueadas, es la de sus jefes de fila que, para mayor escándalo, asisten al espectáculo sin mayores aspavientos

http://www.abc.es/20081031/opinion-firmas/politicos-rapina-20081031.html

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