viernes, octubre 31, 2008

Ignacio Camacho, Ruido en Navarra

Ruido en Navarra

IGNACIO CAMACHO

Viernes, 31-10-08
CON su siniestra capacidad estratégica para administrar el mal, ETA ha atacado el punto neurálgico en el que ahora mismo hace crisis la cohesión nacional española. Navarra. Explicar el atentado de ayer como una simple demostración operativa tras las detenciones del martes sería una simplificación autoengañosa; nadie puede ignorar el papel de la pieza navarra en el tablero de la tensión soberanista vasca. Y menos que nadie los terroristas, cuyo poder de síntesis es esquemático pero eficaz, y que si algo tienen demostrado en cuatro décadas es su intuición para percutir sobre los puntos débiles del Estado y la democracia. En cuanto han visto zozobrar la homogeneidad política del territorio foral, han reclamado con dinamita su papel en el escenario de confusión.
Navarra no es Murcia, ni Cantabria, ni La Rioja, a donde la secretaria del Euskadi Buru Batzar quiere enviar a los niños que deseen estudiar en castellano. Un movimiento regionalista murciano o montañés no pasaría de ser una cosquilla mimética del prurito disgregador que aqueja a la política española. Pero Navarra es la tierra prometida del nacionalismo vasco, en cuyo imaginario Pamplona representa un mito fundacional como el de Jerusalén para los palestinos. Navarra es el paraíso perdido de los soberanistas, el espacio simbólico que ensancha la masa crítica de su ensoñación territorial. Y por eso la estabilidad de las instituciones forales tiene el valor de una clave de bóveda que sostiene la arquitectura de la integridad española.
Ha bastado que se quiebre la unidad entre el PP y la UPN para que esa estabilidad quede bajo amenaza. El movimiento de ruptura de Miguel Sanz no es sólo un gesto táctico para apuntalar su poder con un acercamiento al PSOE, sino que puede convertirse en un factor de desequilibrio imprevisible. Hasta ahora, la convergencia de la derecha nacional con la navarrista ha sujetado los impulsos centrífugos que siempre apuntan hacia los vínculos con el País Vasco, pero si esa alianza de resistencia se acaba fracturando quedará abierta de nuevo la vía alternativa. Y un más que probable pacto entre los socialistas y el PNV tras las elecciones vascas de 2009 pondría, sin la menor duda, la cuestión navarra en la mesa de negociación.
Desde su prisma de poder taifal, Sanz ha olvidado que Navarra no es sólo una parcela de notable autonomía política con un rentable concierto económico y una pujante caja de ahorros. Se ha puesto a bascular sobre un eje oscilante cuyo equilibrio quizá le quede fuera de control. En ese sentido, la crisis recién abierta tiene mucha más importancia que un típico conflicto entre fuerzas nacionales y regionalistas, porque afloja la tuerca que atornilla la foralidad en el marco de la integración española. ETA se ha dado cuenta, y también ese soberanismo vasco que siempre acude con el cestito de intereses cada vez que las bombas cimbrean el árbol de la paz. Por la grieta, de apariencia inocente, que se acaba de abrir, se puede volver a meter la palanca de la discordia. Parece mentira que un político experto como Sanz haya perdido la perspectiva de su propia situación.

http://www.abc.es/20081031/opinion-firmas/ruido-navarra-20081031.html

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