Descreencia
03.10.2008
F. L. CHIVITE
N o a todos, pero sí a casi todos nos llega en esta vida un momento en el que tenemos que averiguar, con urgencia y en serio, a qué podemos aferrarnos. Es decir, en qué podemos creer cuando parece que ya no es posible creer en nada. Esto pasa tanto a nivel individual como colectivo. Y ahora mismo es la sociedad entera la que da la sensación de no saber muy bien en qué confiar. Hace poco, me llamó la atención esa palabra, 'descreencia'. Algo así como no poder ya creer después de haber creído probablemente demasiado. La escribe Lipovetsky. Dice «descreencia utópica» para referirse a esta especie de decepción política que ha sobrevenido tras la muerte de las grandes ideologías del siglo XX. Y a la consiguiente desmitificación del futuro. De hecho, se ha generalizado la idea de que si no cambiamos pronto nuestra forma de vida, el futuro no muy lejano puede ser espantoso. De modo que, quizá la crisis financiera tenga algún aspecto positivo, después de todo. Al menos como aviso. Como la señal de alarma que debería despertarnos del estúpido y loco sueño de la ambición desmedida de los últimos años. ¿En qué podemos creer? Personalmente, cuando me preguntan eso, suelo responder que creo en la buena voluntad de la gente. Y no porque no la vea, sino porque la veo a diario. Y añado que, si creer es confiar, confío en que mis hijas puedan tener una vida digna y justa. Para mí, es suficiente. Cada vez creo menos en lo demasiado elevado. Si por algo he sospechado siempre de las religiones y de las megaideologías utópicas es por el hecho de que, según he podido observar, no mejoran a las personas. Tampoco moralmente. Echas un vistazo a los creyentes que tienes cerca y ves que no cumplen lo que afirman. Y que, además, eso les hace desarrollar el dudoso hábito del disimulo y la doble moral. Lo mismo en política. Si el descalabro de la política tradicionalmente entendida se debe a que existe la libertad de prensa y a que los ciudadanos pueden informarse por conductos no partidistas, bienvenido sea el descalabro. Vivan los descalabros políticos y económicos si sirven para abrirnos los ojos. «Dudamos de nuestras creencias, de nuestras instituciones, y dudamos de la ley», decía ayer con aire escéptico Paul Newman en 'Veredicto final'. Y luego añadía asintiendo con las cejas alzadas: «Si hemos de tener fe en la justicia, tan sólo hemos de creer en nosotros mismos y actuar con justicia. Porque creo que hay justicia en nuestros corazones». ¿Ustedes creen?
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081003/opinion/descreencia-20081003.html
jueves, octubre 02, 2008
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