jueves, agosto 23, 2007

Nada sobra contra los crimenes sexuales, salvo la demagogia

Nada sobra contra los crímenes sexuales, salvo la demagogia

24 de agosto de 2007. Los ciudadanos de los países democráticos de nuestro entorno están preocupados, de manera creciente, por los crímenes contra la libertad sexual. Aparte de que su número crezca, en cualquier cantidad y forma son intolerables para los ciudadanos de nuestro tiempo, de una manera absoluta. Nada puede justificarlos, y su comisión da pie a reacciones a menudo polémicas.El presidente francés, Nicolas Sarkozy, a raíz del secuestro y violación de Enis, un niño de cinco años, ha interpretado correctamente la voluntad de la nación deseando la máxima severidad para los pederastas, aplicando las actuales normas penales y modificándolas para endurecerlas si es necesario. Sarkozy da así voz a la opinión de los franceses, que coincide básicamente con la mayoritaria también en España.Es evidentemente intolerable, en un Estado de Derecho, que un criminal convicto y condenado sea excarcelado y pueda cometer un delito semejante sin que la pena de prisión que le había sido impuesta haya cumplido ninguna de sus supuestas funciones sociales. El pederasta que secuestró a Enis no había pagado por sus anteriores delitos, no había sido curado de su patología psíquica y social y no había sido puesto en condiciones de no dañar a nadie más. Enis no sólo es víctima de un criminal sino que su muerte es resultado de un Legislativo permisivo y sus normas laxas, y de un Poder Judicial excesivamente garantista y "progresista" en sus veredictos. Para que no haya más casos como el de Enis debe cambiar la actuación de los tres poderes del Estado, en Francia y también en España.Sarkozy se ha convertido en portavoz de una sociedad indignada, y José Luis Rodríguez Zapatero hará bien en tomar nota de las medidas que adopte Rachida Dati, la ministra de Justicia del país vecino, porque más pronto que tarde los españoles querrán las mismas o parecidas garantías contra crímenes de esta repugnante naturaleza y de otras similares.Sin embargo, entre las medidas que el Gobierno francés analiza está una especialmente polémica, la llamada castración química, a través de un tratamiento hormonal, de los criminales convictos que puedan ser reincidentes. Esta medida no deja de tener aspectos de castigo corporal –que no existe en Occidente desde el siglo XIX, salvo macabras e indeseables excepciones- y parece a muchos una solución demagógica más destinada a tranquilizar a la población que a solucionar el problema. Las normas penales deberán ser tan duras como sea preciso, y deberán atender a la legítima defensa de la sociedad sana y a la enmienda de los delitos antes que a la comodidad de los delincuentes; pero no es procedente confundir esas necesidades con un retroceso, más populista que efectivo, hacia un modelo penal que está en nuestro pasado, y no debería estar en nuestro futuro.

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