jueves 30 de agosto de 2007
Déficit y emisión de moneda
Lecciones de la inflación en Zimbabwe
La otra medida es un decreto del Gobierno dictado en junio que ordena una reducción de los precios del 50%. El resultado es doble: los escaparates de los comercios que acatan la orden se vacían y los dueños de aquellos que no lo hacen acaban en prisión.
Martín Krause
Zimbabwe podría aprender de la experiencia argentina, particularmente en lo que a la hiperinflación se refiere. Por ello fui invitado a exponer en la Conferencia Nacional sobre la Crisis Económica de Zimbabwe, en Harare. El país no solamente sufre de hiperinflación, reconocida como tal por el Gobierno, sino que las perspectivas inmediatas son negativas y la comunidad internacional está considerando organizar un operativo de ayuda ante la hambruna que puede desatarse por un generalizado desabastecimiento de alimentos.
La inflación ya ha superado la cifra de 4.400% anual y el Gobierno ha tomado dos medidas para hacerle frente: la primera es que ha dejado de publicar las cifras de inflación, lo cual obviamente no frena en absoluto la escalada de los precios, pero sí todo tipo de decisiones económicas que pretenden evitar el consumo acelerado de capital. El crédito comercial ha desaparecido, la cadena comercial se frena, la producción cae aceleradamente.
Los mercados, por supuesto, funcionan igual, y el tipo de cambio paralelo alcanza un nuevo récord día tras día. Como existen precios controlados para las principales exportaciones y tipos de cambios diferenciales no sorprende que las principales exportaciones (tabaco, oro y diamantes) no solamente caen sino que los productos desaparecen.
Un simple ejemplo de la parálisis que esto genera: el tipo de cambio oficial es de 250 dólares de Zimbabwe por un dólar norteamericano, pero el paralelo es de 2,5 millones. Entonces uno llega al hotel y considera pedir un "club sándwich", éste cuesta 3 dólares al tipo de cambio paralelo o 3.000 dólares al tipo de cambio oficial. Ni la recepción del hotel ni el servicio a la habitación pudieron informarme sobre el tipo de cambio aplicable, por lo que mejor era aguantar el hambre.
La otra medida es un decreto del Gobierno dictado en junio que ordena una reducción de los precios del 50%. Los argentinos sabemos lo que sucede cuando los precios crecen a una tasa del 200% mensual y se pretende que en lugar de eso caigan a la mitad por orden oficial. El resultado es doble: los escaparates de los comercios que acatan la orden se vacían y los dueños y gerentes de aquellos que no lo hacen acaban en prisión.
Curiosamente, el Gobierno pretende mantener cierto tipo de orden legal en medio de todo ese caos económico y es así como la portada del diario oficial trae cada día historias de comerciantes encarcelados por no mostrar precios o por no haberlos reducidos. A todos ellos se les hace un juicio sumario, luego del cual se les presenta la opción de pagar una multa o permanecer detenidos.
Veamos el caso del transporte de pasajeros. Los operadores de los pequeños buses tienen que abastecerse de combustible mediante la compra de "vales" en las compañías proveedoras. Estas los venden contra el depósito de un monto en su cuenta off-shore. Es decir, el combustible está dolarizado y mientras el dólar vuela día a día los conductores han sido obligados a bajar el precio del billete a la mitad.
El problema es más dramático cuando se considera que la fuente de la hiperinflación, al igual de lo que sucedió en Argentina, es el déficit fiscal financiado con emisión monetaria. El Gobierno reconoce que el déficit fiscal equivale al 35-40% del PIB. En Argentina en 1989, el déficit fiscal alcanzó alrededor del 10% y ya esa cifra parecía totalmente inmanejable.
Recordemos que todas las hiperinflaciones en América Latina han tenido consecuencias institucionales de dos tipos: los gobiernos que las generaron terminaron siendo removidos o renunciando (Allende, Isabel Perón, Alfonsín) y los que la pudieron controlar obtuvieron luego éxito político (Sánchez de Losada, Fernando Enrique Cardoso). Pero en Zimbabwe no se ve alternativa: habrá elecciones presidenciales en marzo de 2008 y el principal candidato es Robert Mugabe, presidente desde la independencia en 1980.
La actualidad en Zimbabwe nos recuerda la Argentina en aquél fatídico primer semestre de 1989 y sorprende que crean poder combatir la inflación negando las estadísticas o controlando los precios con la policía. En el descontrol de Zimbabwe el absurdo de estas medidas es evidente, como también lo es en Argentina.
© AIPE
Martín Krause es profesor de economía en ESEADE y la Universidad de Buenos Aires.
miércoles, agosto 29, 2007
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