jueves 2 de agosto de 2007
Competencias incompetentes
Ernesto Ladrón de Guevara
S UPONGAMOS que en nuestra Comunidad de Vecinos se produce un incendio. El administrador llama a los bomberos y cuando éstos intentan acceder por la ventana de mi piso les impido la entrada bajo el argumento de que en mi casa no pisa nadie sin mi permiso, a pesar de que las llamas empiezan a hacer aparición en el sagrado recinto de mi propiedad.. Como es obvio me ingresarían en un manicomio, y nadie impediría el acceso de los servicios de extinción de incendios, alegando –puro sentido común- que el interés general –incluido el mío- legitima a éstos a hacer prevalecer el desarrollo de su función sobre mi derecho a la inviolabilidad del domicilio. Algo tan claro deja de serlo cuando Ibarretxe rechaza la posibilidad de la intervención del ejército en caso de catástrofes, alegando que dicha competencia corresponde a su ámbito de responsabilidad. Es decir, el presidente de los vascos hace prevalecer su capacidad competencial al interés de los ciudadanos a los que presumiblemente sirve. Todos los años se producen incendios a lo largo y ancho de una España cuyo Estado ya sólo es una mera apariencia. Por tanto, si verano tras verano seguimos con el mismo problema, lo razonable sería que hubiera un despliegue de algún aparato del Estado que sirviera eficiente e inmediatamente cada vez que se produjera un amago incendiario. Pues no..., verano tras verano estamos en la misma situación, y así, progresivamente, la masa vegetal que cubría nuestra piel de toro va desapareciendo con lo que para la desertización de País supone, amén de pérdidas humanas, destrucción de haciendas, costes multimillonarios, etc. ¿Para qué nos sirven las competencias autonómicas si ni en algo tan básico como la protección del bien común y los servicios básicos que la aseguren, la incompetencia es más que manifiesta? ¿Para qué pagamos los ciudadanos nuestros impuestos si no hay la más mínima seguridad de que cuando tengamos un problema, bien sea de salud, de abastecimiento de electricidad, de catástrofes naturales, de emergencias de cualquier signo... el Estado es inexistente? ¿Para qué pagamos los impuestos? ¿Para alimentar una burocracia como no ha habido nunca en toda la historia de nuestra “realidad nacional”? Abogo por una centralización de los servicios básicos para la protección de los ciudadanos y de nuestra casa común, no la de la izquierda, sino la de todos los españoles. ¿Para qué queremos competencias autonómicas? ¿Para crear barreras entre los ciudadanos con imposiciones lingüísticas? ¿Para incumplir fragantemente la ley mientras se nos obliga a los ciudadanos al cumplimiento de las normas que interesan a los caciques territoriales de turno? ¿Por qué no se cumple la ley de banderas y se han quitado todos los mástiles en las fachadas de los edificios oficiales en el País Vasco? ¿Por qué cuando yo fui delegado territorial de Educación en Álava y coloqué en mi despacho la bandera española y la ikurriña se me insultaba por los enemigos de España sin que la administración autonómica saliera en mi defensa jurídica? Créanme. Por muy políticamente incorrecto que sea, cada vez más creo en las bondades de un Estado centralista. Al menos nos ahorraríamos un montón enorme de sueldos, gastaríamos menos y tendríamos estructuras operativas cuando necesitáramos resolver algo tan trágico como la destrucción de nuestro entorno natural y del hábitat en el que nos desarrollamos todos los españoles. Por eso, en este estado de postración en el que nos encontramos resulta un esperpento que Zapatero aumente su distancia electoral respecto a un Rajoy que me recuerda más a un lord inglés que a un político con sangre en las venas y con arrestos para enervar las sinergias nacionales para acabar con este despropósito de los despropósitos.
miércoles, agosto 01, 2007
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