lunes, agosto 13, 2007

Josep Borrell, Europa y Africa, problems y responsabilidades

lunes 13 de agosto de 2007
Europa y África, problemas y responsabilidades (II) Josep Borrell

El Foro de Asilah trae al debate algunas ideas simples y frecuentemente citadas como la de trade not aid, es decir, la apertura de los mercados a los productos africanos en vez de una ayuda que les mantiene en situación de dependencia.
Para algunos más vale retirarse de una ayuda muchas veces ineficaz y dar todas las facilidades al desarrollo comercial.
Otros creen que hay que aumentar la ayuda al desarrollo para crear las infraestructuras económicas, físicas y sociales de las cuales depende la capacidad de competir.
La respuesta a los problemas de África no es tan simple, ni en un sentido ni en el otro. Hacen falta lo uno y lo otro, el aid y el traid. El desarrollo de algunos países africanos depende críticamente de que los europeos abramos nuestros mercados a lo que ellos pueden producir con evidentes ventajas comparativas, climáticas en particular. No podemos rechazar a la vez a sus hombres y a sus productos.
Pero otros no tienen gran cosa para trade, incluso si algo pueden exportar es gracias a las tarifas preferenciales europeas. Para esos países trade not aid es una ilusión colectiva. Pero también seria ilusorio lo contrario. La ayuda al desarrollo no es una alternativa a una economía tan eficaz como posible.
Ciertamente, la ayuda al desarrollo es la forma más inmediata y directa de conseguir derechos humanos elementales.
No se puede decir a un huérfano del sida africano que sus padres podrían estar en vida si el comercio se hubiese liberalizado antes. Y en cualquier caso, ¿cómo hubieran podido financiar el coste del tratamiento sin medidas políticas que rebajaran su coste?
Pero la ayuda sólo podrá producir resultados duraderos si el sistema económico genera progresivamente los recursos necesarios a la extensión del desarrollo.
La próxima negociación de las EPAS (Acuerdos de Partenariado Económico) entre la UE y los países africanos, agrupados en varios conjuntos regionales, que deben sustituir antes de fin de año a los Acuerdos de Cotonou, debiera ser una buena ocasión para encontrar el punto de equilibrio entre apertura comercial y ayuda al desarrollo.
La UE se ha fijado colectivamente el objetivo de que su ayuda al desarrollo alcance el 0,7% del PIB en el 2.015 con un objetivo intermedio del 0,39% el 2.006
Este objetivo intermedio se ha cumplido pero gracias a cancelaciones de deuda. Sin ellas estaríamos en el 0,31%.De continuar así en el 2.010 los países más pobres habrán recibido, en recursos nuevos, unos 50.000 millones de euros menos de de lo prometido.
Es en particular preocupante que la ayuda al África subsahariana no aumenta sino que disminuye en términos relativos.
También es necesario mejorar la fiabilidad de los flujos de ayuda, aumentar la parte que va vía presupuestos públicos o apoyos sectoriales, con plazos más largos, menor condicionalidad y menor vinculación a las compras a los países donantes.
En suma, con mas coherencia política global.
En cuanto a la inversión directa en actividades económicas (FDI) ésta se encuentra en su máximo histórico, con 31 mil millones de $ en el 2005, y la mayor parte proviene de la UE.
Pero, estas inversiones están muy concentradas geográfica y sectorialmente. Cinco países , Sudáfrica, Egipto, Nigeria Marruecos y Sudán reciben el 66%.Y van a la minería, el petróleo y el gas, aunque recientemente también a los servicios.
La inversión extranjera en minería puede apoyar el desarrollo aumentando los ingresos públicos. Pero genera poco empleo directo, esta poco ligada al resto de la economía y crea problemas ambientales y de derechos humanos.
El real desafió de África es atraer inversión en sectores manufactureros que genera desarrollo sostenible y equitativo, crea empleo y desarrolla la industria local. Pero este tipo de inversiones parece disminuir más que aumentar, por problemas de integración regional, estrechez de mercados y consecuente falta de economías de escala.
Para ello hay que mejorar la capacidad de los países receptores de ayuda de tomar en mano su propio destino.
El gran problema de África es que sus estructuras estatales han sido demasiado débiles. Sin un Estado fuerte, capaz de ejercer sus funciones no podrán salir de la pobreza. Pero el buen gobierno, la good governance, no se decreta, se construye dando al Estado la capacidad de ejercer sus funciones. Por ello es necesario una estrategia que mejore sistemas de gestión demasiado débiles de las políticas publicas y de las funciones administrativas. Por otra parte, exigir a los países en desarrollo que mejoren su “gobernanza” mientras los países desarrollados son incapaces de reducir los déficit de “gobernanza” a nivel mundial es una incoherencia que ilustra bien nuestra forma de ver los problemas de África, muchas veces desde los ojos de ciudadanos libres de economías ricas que han pasado por 50 años de exitosa integración.
La UE debe pensar conjuntamente con la UA como abordar nuestros desafíos comunes. Es posible, porque europeos y africanos no tienen nada que ganar privilegiando la dimensión económica de la globalización a expensas de la social y la ecológica.
Lamentablemente, en Hong-Kong ,durante las recientes negociaciones de la OMC, no fuimos capaces de desarrollar una complicidad euro-africana en la búsqueda de un multilateralismo más justo.
Para ello ese partenariado euro-africano será esencial. Es la hora de la verdad para todos los que creen en el desarrollo endógeno, rechazan la fatalidad y creen en la capacidad de África de dar un giro decisivo a su historia de problemas y los europeos dejemos de considerarla como una fuente de problemas.

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