miercoles 1 de agosto de 2007
De muros, cayucos y murallas José Luis Manzanares
Nos gustan las críticas al prójimo por lo mismo que hacemos nosotros. No importa el refrán sobre el mejor cocimiento de habas. Ni tampoco el que distingue entre predicar y el dar trigo. O aquello de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Los problemas de la inmigración ilegal desde el tercer mundo al primero no tienen solución mientras que existan ambos, pero pueden paliarse con medidas serias que no pasan precisamente por discutibles declaraciones para la galería.
Los Estados Unidos de América tienen una larga frontera con México. El río Grande del Norte es apenas un riachuelo que puede vadearse fácilmente. O se abren de par en par las puertas a la avalancha inmigratoria que llega desde la otra orilla, o se refuerzan los controles impidiendo con una valla o un muro la entrada a discreción. Supuesta la necesidad del obstáculo físico, su configuración dependerá de las circunstancias. Puede valer una alambrada, pero puede también que ni siquiera un muro como el de Berlín, con zonas de seguridad, terreno minado y guardianes dispuestos a matar, logre impedir el paso. Lo evidente es que mientras más eficaz sea el cierre, mayor será su valor disuasorio y menos gentes se jugarán la vida.
Nosotros, como no podía ser menos, hemos levantado nuestras propias barreras porque tampoco estamos en condiciones de dar trabajo a los millones de personas que querrían ganarse la vida en España. Aquí las florituras demagógicas sirven de poco. Caben los inmigrantes que caben, y el resto ha de quedar fuera. En Ceuta y Melilla hemos instalado vallas dobles, o triples, hasta hacerlas casi insalvables. Y al compás de aquel refuerzo disminuyó el número de muertos y heridos.
Contamos también con una protección natural en las costas andaluzas y particularmente en Canarias. No es un muro, sino un anchísimo foso de agua salada. De algo sirve, pero no lo suficiente como para prescindir de una vigilancia marítima que incluye barcos y helicópteros. Estamos frente al África subdesarrollada como Estados Unidos frente a sus vecinos sureños, pero con la ventaja para nosotros de que entre Canarias y las costas de Marruecos, el Sahara o Senegal hay muchas millas marinas. O sea, que cada uno hace lo que puede con un mismo objetivo.
Parece que los muertos son bastante más numerosos en la frontera de Canarias que en la de Texas o Nuevo México. La cifra aproximada ni se sabe, pero son miles a lo largo del año. Alguna noche, como ocurrió hace sólo unos días, los ahogados rondan la centena. Una tragedia a nuestra puerta. Ni podemos acudir al bobalicón “papeles para todos” ni sabemos impermeabilizar el muro para que los intentos de salvarlo se reduzcan a cero. Eso sí, el malo siempre es el otro. Suerte, además, que ese otro sea el Gobierno de Estados Unidos.
miércoles, agosto 01, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario