miércoles, agosto 29, 2007

Jose Javaloyes, Turquia, álgida

miercoles 29 de agosto de 2007
Turquía, álgida José Javaloyes

Ninguno de los tres pronunciamientos habidos en Turquía desde 1960 había tenido una base de conflicto institucional como esta circunstancia de ahora. Que un islamista, el titular de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Recip Erdogan, vaya a sentarse en la poltrona de Mustafá Kemal Ataturk, el creador de la Turquía moderna mediante la instauración del Estado laico, es suceso —tras la elección de Abdulá Gül celebrada ayer en el Parlamento— que ha generado niveles críticos de tensión, álgidos, entre fuerzas políticas y principios constitutivos de la realidad nacional turca.
Frente al principio democrático en que se basa la elección del nuevo presidente, se ha manifestado implícitamente, desde el pasado mes de abril, el estamento militar turco. La última ocasión en que tal cosa ha sucedido ha sido en la víspera de la votación parlamentaria de ayer, por vía de declaraciones del Jefe del Estado Mayor del Ejército, en las que se denunciaban intrigas y prácticas aplicadas a subvertir el orden laico de la política establecido por Kemal Ataturk.
Y lo relevante, en esta ocasión como en las anteriores, ha sido, como no podía ser de otra manera, la insistencia en que son las Fuerzas Armadas quienes tienen constitucionalmente definidas la misión de preservar a toda costa la naturaleza laica del Estado.
Tal declaración había tenido algo más que sólo un sabor de advertencia. El límite, la línea roja de la amenaza, ha sido cruzado como en las ocasiones anteriores, desde el debate comenzado en abril y que ha incluido entre sus episodios, de forma destacada, la convocatoria de unas elecciones generales que trajeron como resultado la revalidación de la mayoría gobernante en términos bastante más nítidos que aquellos que ya tenía.
Veremos qué pasa ahora. En vísperas de la votación de ayer, Erdogan, el primer ministro, había dicho que la discusión terminó y que el Gobierno seguía adelante con sus planes de llevar a Güll a la Jefatura del Estado.
Se trata de algo que trae, como efecto mecánico, la descompensadota acumulación en la misma línea del poder que representa lo derribado en 1923, pues afecta ya tanto al Ejecutivo como a la presidencia de la República instituida por Mustafá.
Y si en la última ocasión dijo Erdogan que la discusión sobre el asunto había terminado, también cabe entender que ha dicho lo mismo, bien que de forma implícita, el jefe del Estado Mayor del Ejército…
Varios e importantes, como bien se advierte, son los problemas teóricos planteados en la actual situación turca. De una parte, está el asunto del primado del principio democrático frente a otros principios constitucionalmente reconocidos también, como puedan ser el de la unidad política y la integridad territorial de la nación, o el del carácter laico de la política misma establecido por el vigente régimen republicano de Ataturk. Es decir, como categoría independiente de la actividad y de la norma religiosas.
La pregunta que cabe hacer ahora es la de si el islamismo templado del AKP (Partido de la Justicia) es capaz de inspirar al Ejército turco la confianza y la seguridad que necesita y exige contra una eventual deriva integrista en la política del país, puesto que el Gobierno de Erdogan mantiene las mejores relaciones con el régimen integrista de Irán y comparte cabalgada con el Gobierno de Rodríguez en la muy bizarra cuestión de la Alianza de Civilizaciones.
Es posible que exista una vía para el arreglo si se consolida la fórmula de contrapesos militares en el equipo presidencial. Pero entre tanto se consolida esa posibilidad —pues los militares que acercaron al país a Europa en 1923, no lo van a alejar de ella con un golpe—, Turquía sigue instalada en un punto álgido de tensión nacional.
jose@javaloyes.net

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