domingo, agosto 26, 2007

Jose Javaloyes, Francia se despereza

lunes 27 de agosto de 2007
Francia se despereza José Javaloyes

Desperezarse es vencer la pereza, pero también romper inercias viciosas, costumbres que no conviene mantener dentro de un ordenado sentido de lo que conviene. Desde ese género de apreciaciones, cabe decir que con la actual presidencia de la República, Francia se está desperezando en aspectos capitales, también de su política exterior. Principalmente en el ámbito de sus relaciones con Estados Unidos.
Si en fechas bien recientes la diplomacia de París volvía a Iraq, donde ponía los pies desde 2003, al visitar Bagdad Bernard Kouchner su ministro de Asuntos Exteriores —por cierto que ha sido una visita conflictiva, al reclamar la formación de un nuevo Gobierno de unidad nacional—, Nicolás Sarkozy insiste en ponderar la flexibilidad de la política de la Reserva Federal norteamericana en la ardiente cuestión de los tipos de interés, contraponiéndola a la ejecutoria del Banco Central Europeo, aplicada por el francés Trichet.
Más próxima comparativamente esta política del BCE a la histórica sensibilidad alemana contra la inflación, desde el cataclismo monetario de la República de Weimar; aunque también, muy en la línea de la contundencia teórica de Jacques Rueff. El gran buda de la estabilidad económica y autor de la reforma monetaria francesa a últimos de los años 50 del Siglo XX.
Desde lo revelado oficialmente desde El Elíseo, Nicolás Sarkozy insiste en pronunciarse por la flexibilidad de la Reserva Federal. La diferencia de entendimiento entre las dos autoridades monetarias atlánticas, el BCE y la Reserva Federal, sobre qué debe hacerse en la presente coyuntura, dice que no afecta al orden de los principios; o, si se quiere, al enfoque doctrinal del problema.
Es cosa, viene a sostener el presidente francés, de cintura o de juego de muñeca, como en el toreo y en el tenis, si es que, por lo fluido de las circunstancias, se imponen las dejadas… Más flexibilidad propone y menos rigidez aconseja. Como en materia bien próxima sostenía su predecesor Chirac, en tandem axial con el canciller Schröder, a propósito de los rebasados límites del déficit presupuestario franco-alemán, gravemente trasgresores en su día del Tratado de Lisboa.
Pero no es sólo la política monetaria. Los planteamientos y las promesas electorales del actual huésped del Elíseo conciernen a otras inercias o hábitos negativos en la política de Francia. Lo mismo en política económica y política exterior que en los grandes temas internos del país. El núcleo de su propuesta —que según los sondeos de opinión se percibe como respetada y cumplida, pese a las manifestaciones en contrario de quien fue candidata socialista, Ségolène Royal— es sacar a Francia de lo que cabría llamar las rutinas epocales. De los vicios y las inercias negativas propias, en este caso, de la circunstancia histórica y nacional de nuestros vecinos transpirenaicos.
Pero el eje de ese desperezamiento francés está pasando ya por la relación con los Estados Unidos. En términos de sensibilidad al menos, nada más lejos de la onda que empieza a emitir Sarkozy que aquella otra que fue propia de su antecesor en El Elíseo, Jacques Chirac, y de su íntimo adversario político en el último Gobierno chiraquiano, Dominique de Villepen. El cambio actual del Elíseo es algo que va bastante más allá del cambio de estilo o del talante. Circula por la banda donde se revisan y ajustan las prioridades del gobierno del Estado.
jose@javaloyes.net

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