jueves, agosto 02, 2007

Ismael Medina, España prisionera del triangulo

viernes 3 de agosto de 2007
España prisionera del triángulo
Ismael Medina
R ODRÍGUEZ premia los buenos servicios de Felipe González a la causa del Nuevo Orden Mundial con el nombramiento como representante especial de España en los actos conmemorativos del segundo centenario de la independencia de las actuales naciones iberoamericanas. Se trata, sin duda, de un fraternal subrayado a lo que realmente fueron aquellos movimientos de emancipación y de las fuerzas más o menos ocultas que los promovieron. ¿Quién mejor para representar a un gobierno de masones en los fastos de un triunfo masónico sobre España? Resulta llamativo, sin embargo, que el gobierno Rodríguez otorgue tan singular representación a Felipe González pese a los altisonantes elogios dispensados al monarca y a su hijo como los mejores embajadores de la democracia partitocrática en el exterior. Juan Carlos I y el Príncipe de Asturias, siempre jaleados por los medios de uno y otro signo, han viajado con asiduidad a Iberoamérica para representar al Estado en muy variados eventos, entre ellos la toma de posesión de nuevos presidentes de aquellas repúblicas. Y el monarca con especial énfasis a la hora de redondear acuerdos económicos o templar gaitas. ¿Habrá considerado Rodríguez que los fastos de la independencia podrían entrañar algo de humillación histórica para la Corona, ya que la desintegración del Imperio se consumó bajo la dinastía borbónica, a partir sobre todo del reinado del gran felón que fuera Fernando VII y casi toda ella trufada de dependencia masónica? No me parece que Rodríguez y su camarilla hilen tan fino. Tampoco creo que Felipe González precise de la congrua soldada que le proporcionará este cargo. Titular de un consistente patrimonio financiero, amasado sobre todo en Hispanoamérica en connivencia con políticos tan gansteriles como Carlos Andrés Pérez, por ejemplo, han de ser otros los motivos de tan sorprendente designación. Barrunto que en la decisión se trenzan pretensiones de diversa índole. Y no sólo la proclividad republicana de Rodríguez, deseoso de restar protagonismo a una monarquía convertida en mero adorno institucional del totalitarismo partitocrático. LA INSTIGACIÓN MASÓNICA DE LOS MOVIMIENTOS HISPANOAMERICANOS DE INDEPENDENCIA LOS fastos del segundo aniversario de la emancipación de los antiguos virreinatos españoles son esencialmente masónicos. Y en esta evidencia radica, a mi entender, la inspiración masónica del nombramiento de Felipe González frente al hábito diplomático de la representación de España reconocida para aquellos lares al monarca y a su heredero, pese a la reiterada atribución al primero de la condición de alto grado de Arch Royal, o Arco Real. Trataré de explicarlo, no sin antes insistir en que el presente no se explica sin el conocimiento del pasado. Respecto de los movimientos de independencia hispanoamericanos me valgo como síntesis de una esclarecedora cita de "La trama masónica", de Manuel Guerra (Styria, Ediciones y Publicaciones S.L., 2006), cuya lectura aconsejo a los interesados en el conocimiento de los entresijos de la masonería. Copio: "El afán independentista contra España y sus Gobiernos brotó no entre los indígenas, sino entre los criollos, elite de nativos general y relativamente acomodada e instruida. Pero la elite criolla, que condujo a la revolución contra España, estaba contaminada por la masonería. De ahí que sus movimientos de independencia, además de antiespañoles, fueran pronto también anticlericales e incluso a veces anticatólicos". Luego recoge de Messori ("Leyendas negras de la Iglesia" (Ed. Planeta, 1996), documente valioso del que me ocupé en una de mis crónicas: "Resulta innegable el hecho de que, en cuanto se liberaron de las autoridades y de la Iglesia, los criollos invocaron los principios de la hermandad universal masónica y de los "derechos del hombre" de jacobina memoria para liberarse de las leyes de tutela de los indios. Las logias dirigentes de América meridional hicieron frente común con las logias de América septentrional, primero para vencer a la Corona de España y después a la Iglesia católica. De este modo nació la dependencia- que marcará toda la historia y que continuará hasta hoy- del Sur respecto del Norte". Y remacha Manuel Guerra: "Los criollos querían poseer los mismos derechos, desempeñar los mismos cargos que los llegados de España como funcionarios y al mismo tiempo obtener ganancias mediante la explotación de los indígenas, protegidos por los reyes españoles y por la Iglesia, especialmente por los frailes. La guerra de la independencia o de liberación de España respecto de los ejércitos franceses, invasores del suelo patrio, les ofreció la ocasión oportuna para lograrlo. Pues la Corona se vio como obligada a desentenderse de América". IZQUIERA Y DERECHA BAJO CONTROL MASÓNICO NO es cosa de desmenuzar aquel proceso histórico, aunque sí recordar que sus principales líderes criollos fueron oficiales del Ejército español en la guerra de Independencia, a cuyo amparo penetraron en nuestro país las logias masónicas inglesas de observancia regular y las vinculadas al Gran Oriente de Francia. Londres y París conocieron el tránsito masónico de aquellos líderes, llamados a satisfacer la política expansiva de Gran Bretaña y Francia mediante la destrucción de nuestro Imperio y el quebrantamiento interno de España. El proceso es bastante conocido. Y aunque la bibliografía es amplia, y por lo general silenciada, bastaría a quienes me siguen la lectura de los libros del historiador Ricardo de la Cierva sobre la cuestión. "El triple secreto de la masonería", "La masonería invisible", "La palabra perdida" o "ZP. Tres años de gobierno masónico", el más reciente. La influencia masónica en la política española de los dos últimos siglos también la puntualiza Ricardo de la Cierva en otros de sus libros, en mi criterio indispensables, como "Historia del socialismo en España" o "Historia actualizada de la II República". La consistencia documental en que se apoya Ricardo de la Cierva es difícilmente cuestionable, motivo por el cual se persigue desacreditarle mediante andanadas demagógicas desde las terminales mediáticas del sistema y un tenebroso cerco que le obligó a crear su propia editora para vieran la luz sus enjundiosos estudios históricos. Ricardo de la Cierva padece similar persecución inquisitorial que Pío Moa, cuya base documental sobre lo que fueron realmente la II República y el Frente Popular extrajo en su mayor parte de los archivos de la Fundación Pablo Iglesias. No miente, exagera o desvirtúa la realidad Miguel Guerra en la cita que he recogido. Tampoco Messori. Quienes hayan recorrido Hispanoamérica sin anteojeras partidistas habrán podido comprobar la perdurabilidad de la radical disociación social entre una clase blanca, heredera de aquellos masones criollos al servicio de Gran Bretaña y Francia, dominadora de los resortes de poder, y una masa indígena mísera y explotada, casi inexistente por cierto en Argentina y Chile. En ese espacio del Cono Sur se cumplió la tesis del criollo Sarmiento que reclamaba la liquidación sin contemplaciones de indígenas y mestizos. Y si nos atenemos a símbolos y signos resulta consecuente que los masónicos sean ostensibles en banderas y escudos nacionales. Los movimientos revolucionarios han añadido de manera sistemática la estrella de cinco puntas, la de Salomón, característica del iluminismo y sin tradición alguna en el memorial hispánico. A este propósito creo oportuno recordar que el castrismo, una vez en el poder, sólo admitió, fuera del partido comunista, la existencia de la masonería de la que es grado 33 Raúl Castro, el hombre fuerte del régimen a la sombra de su hermano y fautor de la eliminación implacable de opositores e incluso de la mayoría de los comandantes que hicieron la revolución y podían hacerle sombra. Y no es un caso aislado. Igual podría decirse de otros notorios revolucionarios como el nicaragüense Ortega, por ejemplo. Los masones siguen copando el poder en Hispanoamérica a derecha e izquierda. No puedo aseverar que lo sea Hugo Chávez en Venezuela. Pero sí que lo son algunos de sus más directos colaboradores y asesores. Más allá de las soflamas socialistas son reconocibles en los planteamientos ideológicos del chavismo los vectores antiespañoles y anticatólicos característicos de la masonería. Las diversas ramas masónicas ocupan el entero espectro político iberoamericano y nunca han sido ajenas a golpes de Estado y revoluciones, aún a costa de eliminar a correligionarios que, como el chileno Allende, auparon al poder. Se trata de una estrategia perfectamente diseñada y ejecutada, tendente a bloquear cualquier posibilidad de desarrollo del enorme potencial económico y humano que esconde el subcontinente iberaoamericano, cuyo desarrollo sólo será posible mediante el reencuentro de los países que lo integran con el depósito común de su cultura hispánica y cristiana. EL REFLEJO HISTÓRICO DE LA MONARQUÍA Y DE LA IGLESIA PERCIBIERON algunos observadores sin anteojeras partidistas la calurosa acogida que los indígenas hispanoamericanos de una u otra etnia dispensaban a la familia real española cuando cualquiera de sus miembros se acercaba a ellos. Descubrieron que no se trataba de una devoción específica hacia don Juan Carlos I, su esposa Sofía o su hijo el Príncipe de España, para la mayoría de ellos unos desconocidos. Veían en la familia real española un reflejo de aquellos lejanos reyes de España que les protegieron y, fieles al legado testamentario de Isabel la Católica, les reconocieron como españoles. Un recuerdo acentuado por la explotación a que les sometieron los criollos independentistas, frente a los que bastantes de ellos lucharon junto a las tropas de los virreyes. También hila con ese fenómeno el arraigo de la fe católica en la gran masa indígena hispanoamericana, imbricada en sus manifestaciones litúrgicas con ritos ancestrales. Los frailes, como subraya Manuel Guerra, fueron los que más empeño pusieron en la defensa y protección de sus derechos y de su condición de hombres libres. También esta memoria histórica explica el éxito en algunas zonas de los religiosos y sacerdotes que fueron seducidos por la llamada "teología de la liberación" o su versión extrema de "teología de la violencia". Ajenos a la derivación marxistizante de una u otra "teologías", los indígenas vislumbraban en ellos una prolongación de aquellos otros frailes y sacerdotes que vivían en su memoria histórica. Y por una razón bien sencilla de entender: levantaban la bandera de la insurrección contra la casta criolla y capitalista que los explotaba desde el poder del Estado. No escaparon tales evidencias a la percepción de las diversas ramas masónicas arraigadas en Hispanoamérica, las cuales, de consuno, pusieron recientemente en marcha un cambio estratégico con el fin de consolidar su objetivo permanente de inestabilidad y de dominio del mundo hispanoamericano. Uno de sus principales vectores ha sido el fomento revolucionario del indigenismo bajo el control y el estímulo de políticos y activistas masones. El estudio de la actual insurgencia indigenista pone de manifiesto el gran engaño que supone para aquellas masas explotadas a las que se atrae con el señuelo de su liberación, de una futuro bienestar y de revancha contra los explotadores criollos. Pero la realidad es otra. Socapa de un genérico indigenismo se procede a una introversión étnica mediante la que se potencia el retorno a un ancestral tribalismo que a medio y largo plazo provocará recelos, reivindicaciones territoriales y enfrentamientos. La exaltación exccluyente de una civilización india artificiosamente magnificada conduce a culpar a los españoles de haberla destruido. Y el retorno a un primigenio paganismo se endereza hacia la erradicación de la fe católica. Se persigue, en definitiva, destruir la cimentación cultural y religiosa hispánica susceptible de servir de argamasa para un empeño unitario de futuro. Tarea en la que colabora activamente la iglesia evangélica, sobre todo en el área del Caribe, con un espectacular derroche de medios financieros. Una iglesia en cuyo seno existe un inocultable componente masónico. ES NECESARIO DESTRUIR ESPAÑA PARA DOMINAR HISPANOAMÉRICA No cabe desconocer, asimismo, que la comunidad cultural a la que aludía ha supuesto, pese a la emancipación de la provincias ultramarinas, la existencia de fenómenos reflejos entre España y aquellos pueblos. Unos instintivos y otros de índole política. Me ocuparía demasiado espacio una reseña puntual. Pero acaso resulte ilustrativo respecto al propósito de esta crónica anotar tres de ellos: la intensa proyección en Hispanoamérica de nuestra guerra 1936-39 en su doble vertiente; las ayuda que nos prestaron algunos de esos países, con Argentina a la cabeza, durante los duros años de aislamiento que siguieron a la segunda guerra mundial; y el efecto emulación que se derivó del espectacular desarrollo económico y social de España durante el franquismo, pese a las dramáticas circunstancias de atraso heredado y de ruina que hubimos de afrontar al término de nuestra contienda, con el lastre añadido de la mundial y de los subsiguientes años de represalia. Una experiencia esta última que explica el hecho de que España no se aviniera al cerco de la Cuba castrista decretado por Washington con el concurso de la ONU. La España de Franco, fiel en la aplicación de la doctrina Estrada, según la cual las relaciones en el ámbito hispánico es entre los pueblos y no entre los Estados, no se avino a que el pueblo cubano, por causa de su régimen político, sufriera parejos padecimientos a los que los españoles habíamos soportado. Los poderes masónicos que provocaron la emancipación de nuestra provincias ultramarinas fueron conscientes desde un comienzo de que era preciso para el logro de sus objetivos reproducir en España parejos mecanismos de quebrantamiento interno de su unidad y de descristianización, al tiempo que el sometimiento de su economía a los grandes grupos financieros internacionales que manejaban los resortes del poder , aún desde antes del triunfo de las revoluciones iluministas, primero en América del Norte y de inmediato en Francia. Invito a los lectores a que exploren con esta perspectiva los procesos políticos que aquejaron a España desde la guerra de Independencia a nuestros días. Los libros de Ricardo de la Cierva y de Manuel Guerra a que me he referido son suficientes para descubrir la mano de las logias en la mayoría de aquellos aconteceres. Y con especial notoriedad en los entresijos de la I y la II Repúblicas. También, por supuesto, en el sesgo que desde el primer momento tomó el transaccionismo democratizador. EL VIRUS MASÓNICO INFESTO LA CONSTITUCIÓN DE 1978 EL federalismo, más o menos descarado, que patrocinaron la logias masónicas durante los periodos republicanos asomó la oreja en la constitución de 1978 con la creación del Estado de las Autonomías y la introducción del perturbador término "nacionalidades". ¿Quiénes de entre los llamados "padres de la constitución" eran masones o pertenecían a otros brazos del Nuevo Orden Mundial? ¿Y cuáles se dejaron seducir por los cantos de sirena de una democracia descentraliza, recitados por los constitucionalistas masones? Tampoco sería ajena a los objetivos masónicos de desintegración de España una ley electoral cuyos principales beneficiarios serían los minoritarios partidos secesionistas. Incluso en los periodos de mayoría absoluta de Felipe González y de José María Aznar fue ostensible la presión de los partidos secesionistas, dominadores en sus territorios. Hemos asistido durante los últimos treinta años a una consistente progresión de los nacionalismos secesionistas mediante cesiones continuadas de parcelas de soberanía del Estado. En 2004 ya estaba madura la fruta para la embestida final. Pero era indispensable que accedieran al poder el partido de mayor tradición masónica y el hombre sin prejuicios y manejable que fue elevado contra todo pronóstico a la secretaría general del P(SOE) y que habría de formar un gobierno de preeminencia masónica. Ahí reside, a mi entender, la clave de trágico "accidente" que hizo posible el triunfo socialista en las elecciones del 14 de marzo, las cuales habría ganado el PP, aunque también por mayoría relativa, sin el genocidio de los trenes de Atocha y su revolucionario aprovechamiento por las huestes de Pérez Rubalcaba. El gobierno masónico de Rodríguez reproduce con llamativa fidelidad los principales vectores antiespañoles y anticatólicos de la estrategia masónica que impulsaron la independencia de las actuales repúblicas iberoamericanas. Estaba en lo cierto Ricardo de la Cierva cuando, en una reciente entrevista radiofónica, sostuvo que la asignatura obligatoria "Educación para la Ciudadanía" es el más acabado manual de inspiración masónica que se ha dado en España. Tampoco difiere de manera sustancial la patraña indigenistas que se registra allende el Atlántico de esta otra forma de introversión étnica y de falseamiento de la historia que se expande por la mayoría de las taifas y no sólo en las catalana, vasca o gallega. Rodríguez, instrumento dócil de la masonería, de la que es miembro reconocido, se vale de cualesquiera subterfugios para ir más allá del federalismo o el confederalismo. No parará hasta que Cataluña y Vascongadas, con la anexión de Navarra, logren la independencia. Y de la misma manera que el anticonstitucional estatuto catalán ha desembocado en una carrera estatutaria de las taifas que no quieren sentirse discriminadas, la independencia en ciernes de Cataluña y Vascongadas-Navarra, despertará parejas aspiraciones por doquier. Es lo previsto. Puede encontrarse confirmación histórica en un mapa sionista de finales del siglo XIX de la configuración futura de una Europa de naciones étnicas. En lo que respecta a España comparecen con entidad propia los Paises Catalanes, el conjunto vasco-navarro, Galicia, Andalucía y una Castilla que abarcaba a la entera meseta central. Distribución, por cierto, que hicieron suya las SS hitlerianas en su proyecto de "Europa de las etnias".Y a la que tampoco fue ajena la política exterior británica. Lo que antecede justifica el nombramiento de Felipe González para representar a España en la efemérides masónica de la independencia de las provincias hispanoamericanas. Y no sólo por sus estrechas vinculaciones políticas y financieras en aquel espacio. Recuerda Manuel Guerra que cuando se produjo la crisis socialista de 1979, Felipe González se aseguró la secretaria general del PSOE en el congreso extraordinario merced a los votos de cinco miembros de la comisión gestora, tres de los cuales eran masones declarados: José Federico Carvajal, José Prat y Carmen García Bloise. Algo parecido sucedió con el acceso a igual puesto del hasta entonces desconocido Rodríguez Zapatero. Era el hombre idóneo para conducir a España al despeñadero histórico, según lo previsto. Para que España quedara definitivamente prisionera del triángulo.

1 comentario:

Neike dijo...

Por no hablar de Harry Potter.