jueves, agosto 09, 2007

Ineficacia y partidismo de Fomento

jueves 9 de agosto de 2007
Ineficacia y partidismo de Fomento
UN día tras otro, los viajeros de los trenes de Cercanías en Cataluña se ven obligados -muy a su pesar- a cultivar la virtud de la paciencia, tal y como recomienda la ministra de Fomento. Ayer se produjeron, una vez más, retrasos e interrupciones que algunas fuentes atribuyen a un hipotético pero no demostrado sabotaje. Habrá que investigar el asunto, pero no es lícito esconder la propia responsabilidad bajo estas acusaciones genéricas. Aunque consiguió sobrevivir a la última crisis ministerial, Magdalena Álvarez acumula un largo historial de incumplimientos y fallos en la gestión. El Prat es una fuente constante de problemas y está muy reciente el caso del aeropuerto de Ibiza. Cada vez que nieva, los ciudadanos saben que no pueden confiar en la eficacia ministerial para aliviar la situación. El «plan Galicia», anunciado en su día a bombo y platillo, ha resultado ser otra promesa incumplida. La ministra parece que nunca tiene prisa, salvo para buscar una foto en alguna inauguración duplicada, como ocurrió en la T-4 de Barajas. Pocos titulares de departamentos ministeriales presentan un balance tan negativo como esta antigua consejera de la Junta de Andalucía a la que Zapatero mantiene contra viento y marea, más por razones de equilibrio interno del PSOE que por méritos al servicio del interés público.
La ministra de Fomento encaja mal las críticas. Su reciente visita a Barcelona, en una breve interrupción de sus vacaciones, se saldó con alguna «perla» que los ciudadanos reciben a medias entre la indignación y la perplejidad. Entre ellas, asegurar que los problemas en Cercanías son culpa de los gobiernos del PP y que el aeropuerto opera con toda normalidad. Muchos usuarios se tomarán tales afirmaciones como una burla intolerable. Habrá que estar atentos a sus explicaciones la próxima semana en el Congreso de los Diputados, aunque los antecedentes hacen suponer que intentará salir del paso sin ofrecer argumentos convincentes. La ministra no está sola en la tarea de despachar la crisis con afirmaciones absurdas. El PSC insiste en culpar a Francisco Álvarez Cascos y a los gobiernos de CiU en Cataluña por la falta de inversiones, reiterando esa «oposición retrospectiva» en la que los socialistas se han instalado, olvidando que hace ya seis años que están al frente de la Generalidad. Mientras Zapatero hace un viaje fugaz para prometer cosas que luego nunca cumple, sus compañeros de partido se encargan del trabajo sucio al acusar a las administraciones anteriores, pero la gente no comulga con ruedas de molino: el PP no gobierna desde hace más de tres años y CiU lleva más tiempo todavía apartada de responsabilidades ejecutivas en Cataluña. Sólo un partidismo dogmático que deforma la realidad puede explicar que las culpas recaigan siempre sobre los demás.
El «oasis» catalán se ha convertido en un agujero negro, en el que fallan los servicios públicos y los ciudadanos se distancian cada día más de una clase política anquilosada en la defensa de sus propios intereses. El Carmelo y el «tres por ciento» abrieron una etapa que sin duda será recordada por el desprestigio de los dirigentes y la ineficacia absoluta de los gestores. Los catalanes pierden muchas horas cada día en el andén de las estaciones, en las colas de las autopistas o en las instalaciones del aeropuerto. En la sociedad contemporánea el funcionamiento de las infraestructuras es imprescindible para la buena marcha de la economía y de la vida ciudadana. A nadie le importa el sectarismo partidista cuando se trata de cuestiones que afectan a la circunstancia diaria de muchos millones de personas. Magdalena Álvarez y sus compañeros socialistas en Cataluña se equivocan si pretenden extraer alguna ventaja de sus acusaciones sin fundamento. Los ciudadanos quieren políticos que trabajen por el bienestar general y que se hagan presente a pie de obra en los momentos de crisis para algo más que para hacerse una foto. Por cierto que mientras la gente se enfada con toda razón, Montilla y sus consejeros siguen de vacaciones como si tal cosa. Luego algunos se extrañarán si este comportamiento les pasa factura en las urnas o mueve a los ciudadanos a la abstención.

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