viernes 29 de junio de 2007
Etarras en Portugal
Vasco Lourinho (Portugal)
N O hace tantos años, aquí en Portugal, en los ambientes mas progres que son sobre todo los que están relacionados con la comunicación social, denominaban como “guerrilleros urbanos” a los terroristas de ETA. Mea culpa. A lo mejor en mis casi cuarenta años de corresponsalía en Madrid no he sido capaz de explicar bien a esos chicos que no hay muertos de primera ni de segunda. Que la violencia, todo tipo de violencia, es intrínsecamente mala y mucho más se tiene motivaciones políticas o religiosas pues, quieras o no, si la violencia es buena en unos casos también es buena en el sentido contrario. Tan sencillo como esto. Incluso, llegaron al extremo ridículo e ignorante de crucificarme por llamar “etarras” a los “etarras”. Los muy ignorantes observadores políticos portugueses pensaban que yo insultaba a los chicos del Norte cuando les llamaba “etarras”, ignorando que etarra quiere decir tan sólo miembro de ETA. Otros hubo que decían que en San Sebastián , hace unos diez años, el noventa y cinco por ciento de la población local hablaba euskera. Porcentaje que hasta los muchachos de las ikastolas consideraron pelín exagerado. Así van las cosas y así se escribe la historia. Y esto se aplica, también, a los muchachos que en España comentaban la muerte de los guardias civiles diciendo que eran “accidentes laborales”, Hoy, participan en manifestaciones antiterroristas como si no hubiera pasado nada. Pero cuando los patxis cometían un atentado, yo recordaba a los portugueses que no era exactamente como decían algunos ágiles observadores políticos internacionales radicados por estos pagos y que por aquí crecen como setas después de unas buenas tormentas de otoño. Les decía que no, que en el País Vasco hay muchos que no tienen los catorce apellidos euskaldunes ni el RH negativo cuyos derechos no pueden ser ignorados. Como mucho será racismo puro y duro. Y añadía que todos tienen derecho a la vida. Todos, absolutamente todos, incluidos los que quieren ser españoles o franceses. Pero aquí en Portugal dale que dale. Los chicos buenos son los que matan y la culpa la tiene Franco. Bueno… después de Franco la culpa fue de todos los que le siguieron pero nadie quedó ajeno al dolor de la muerte bajo las balas asesinas. Bueno, a todos no. Un día escribí diciendo que todos los estamentos de la vida española y vasca habían sido víctimas directas o indirectas de la violencia terrorista de ETA. Aun hoy se confirma eso con la única excepción de la iglesia católica. Todos los demás sectores tienen que llorar a sus muertos. Pero en Portugal nadie hacia caso. Cuando España pidió la extradición de un etarra, detenido a instancias de la policía española, los jueces consideraron que había motivaciones políticas en las actitudes del joven vasco que, claro, fue puesto en libertad. Hoy, cuando al fin de muchos años los progres portugueses se dieron cuenta de que en cualquier momento también a ellos les puede estallar un petardo debajo de la silla afectando algunas de sus partes, las cosas están cambiando. La televisión ya habla de terrorismo de ETA. Ya reconocen que los explosivos no son para pescar furtivamente en los ríos. Que las armas de nueve milímetros Parabellum no son escopetas de balines para matar pájaros y horrorizar así a los ecologistas. Pero sobre todo, ya saben que no hay muertos de primera ni de segunda. Hay muertos. Hay asesinos, hay victimas y nada justifica la muerte. Punto final. Y si hasta ahora ETA - como antes el Ejército Guerrilleiro do Pobo Galego Ceibe - tenía sus bases de vacaciones en Portugal, bases de vacaciones y algún que otro zulo más o menos camuflado, hoy se están dando cuenta de que ETA mata. Los etarras siempre estuvieron en Portugal. Se sabía. Lo sabían las autoridades portuguesas cuya policía no es así tan tonta. Sólo que la Policía portuguesa, como todas las policías del mundo, están al servicio del poder político. En Portugal, los etarras eran más o menos controlados pero no actuaban ya que los patxis sólo estaban aquí de vacaciones. Y lo mejor era no incordiarles. Eso no obstaba a que, de vez en cuando, no hicieran algún favor a sus colegas españoles cuando estos expresamente lo solicitaban bajo cuerda. Y para comprobar esa discreta pero permanente colaboración entre las policías de ambos países basta entrar en el túnel del tiempo y darse un paseo de la mano de Amedo, de Paesa y de algún que otro especialista en la lucha antiterrorista que pedía apoyo a Portugal para irse hasta Cabo Verde, antigua colonia portuguesa del Atlántico, donde los etarras estaban más o menos exiliados. Ahora, al descubrirse la furgoneta cargada de explosivos en Ayamonte, todos se rasgaron las vestiduras. Los portugueses y los españoles. Y, para que las cámaras de televisión dieran testimonio fiel, la Guardia Civil vino a Portugal. En la sombra, sin embargo, estaban otros servicios especializados, aun más que los servicios de Información de la Benemérita, que en el País Vasco siguen recogiendo frutos de las semillas sembradas hace años por Sáez de Santa Maria y Ballesteros. Pero, la Benemérita es siempre la más sacrificada y la que tiene que dar la cara. Vinieron aquí y hablaron con la policía judicial mientras, lejos de las cámaras de televisión, estaban los agentes secretos peninsulares, con el apoyo de los servicios policiales de la Embajada de España en Lisboa, que funcionan bien, pero que muy bien, preparando la manera de darle la vuelta a los políticos para evitar que un bombazo termine por interrumpir y estropear las vacaciones a este pueblo plantado a orillas del mar. Lo más curioso de todo esto – yo tengo buena memoria y muy malas intenciones – es la rapidez con que se encuentran las furgonetas con armas. A ti, honrado ciudadano, pagador de impuestos, te roban el coche. Despídete. Olvídalo. Nadie lo encuentra a no ser que esté mal aparcado y aun así la grúa se lo lleva aunque esté denunciado. Pero, no deja de ser extraño comprobar como los ágiles agentes de la policía descubren una furgoneta bien aparcada, cargada de explosivos y versículos del Corán en una ciudad donde todos los días desaparecen casi dos mil coches. En Ayamonte, la furgoneta en cuestión llevaba horas aparcada en el arcén. Digamos que casi bien aparcada en un sitio por donde pasan varias veces por hora las policías que discretamente controlan la frontera luso-española del Guadiana: La Policía municipal de Ayamonte, la Guardia Civil, los agentes de Tráfico, la Policía Nacional, los agentes del Servicio de Fronteras, la Guarda Nacional Republicana de Portugal, la Policía de Seguridad Publica de Portugal, los servicios de Extranjeros y Fronteras y los servicios secretos, además de las brigadas fiscales de ambos os países que siguen ignorando eso del libre comercio comunitario. Qué extraño… Muuuummmm… Mucha gente especializada a pasar por el mismo sitio. Pero mira tu por donde, tiene que ser a un honrado ciudadano a quien le llama la atención la “furgoneta” con matricula portuguesa y que ya antes había sido “visitada” pos los gitanos de la zona, una “furgoneta” aparcada en el arcén, bien a la vista, como si estuviera diciendo: Mira-me… soy de ETA… tengo explosivos ... Tan a la vista que los gitanos entraron… tan a la vista que los etarras no hicieron algo que es mucho más que habitual: dejar los explosivos preparados para estallar al abrir la puerta del coche y sin que hubieran hecho nada parea quemarlo y eliminar pistas. A veces me parece que intentan quedarse conmigo. Sólo que a mis edad, ya no me dejo. O me dejo sólo cuando quiero.
jueves, junio 28, 2007
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2 comentarios:
Más creible el "santuario francés" que el luso......
Valiente artículo
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