lunes 4 de junio de 2007
De amigo para amigo
Supe por mi sobrina que La bruja de Portobello, mi último libro, ya estaba circulando en su versión integral, con los comentarios de los editores, por Internet, dos meses antes de publicarse. Fui presa de una súbita y justificada irritación, por supuesto: ¿quién había sido? El siguiente paso que di, evidentemente, fue recurrir a todos los buscadores en los que pudiera encontrar el manuscrito. El resultado fue: en ninguna parte. Aun así, mi sobrina me mostró el original. Imaginé que había sido enviado por una de las cinco personas a quien acostumbro a mostrar el texto antes de que sea publicado. Pero eso significaría sospechar de gente a la que adoro; además de eso, hace años que les mando mis manuscritos inéditos, y eso nunca hizo que `se colaran´, por así decirlo, hacia el gran público. Tampoco podía haber sido colado por los editores, ya que ellos no tienen el menor interés en difundir gratuitamente algo que es su fuente de ingresos. Decidí no intentar averiguar quién era el culpable. Pero insistí en sacarle a mi sobrina, de 24 años, dónde había conseguido el manuscrito. Después de mucho resistirse, me mostró un universo que yo, que navego por la Red desde hace diez años, desconocía por completo y que es absolutamente imposible de controlar (como explicaré al final). Por lo tanto, ya que de nada sirve luchar contra lo imposible, le pedí que me enseñara esa gigantesca red. Es decir, que durante cuatro horas me convertí en un \''pirata\'' de mí mismo. Mi sobrina insiste en que no tiene nada de malo, que ésta es la cultura de Internet, que eso es lo que está transformando el mundo, y no las manifestaciones contra la globalización en los foros mundiales. ¿Qué es la cultura de Internet? Según sus palabras: todos tenemos un derecho básico a la información y al placer. Si tienes dinero para comprar un libro, ve y cómpralo –es mucho más agradable leer sobre la forma impresa–. Pero si no lo tienes, tus derechos siguen vigentes, y hace falta encontrar la forma de ejercerlos. ¿Cómo? Pues existe en la Red una zona extraña, llamada en inglés Peer 2 Peer. Busqué una traducción (en un diccionario gratuito de Internet) y significa más o menos: `De amigo a amigo´. ¿Cómo comenzó? Mi sobrina tiene la respuesta en la punta de la lengua. Al principio, eran las ganas de charlar con los demás. Enseguida vino la necesidad de charlar con varias personas a la vez. Pero charlar no basta, hay que mostrar la música, compartir el libro o la película que tanto nos gusta. Cuando no había ninguna ley al respecto, estas informaciones eran intercambiadas libremente. Finalmente, cuando la industria del ocio se dio cuenta y comenzó la prohibición, los jóvenes usuarios de Internet siempre consiguieron llevar la delantera, y la cosa sigue así. También cambió el concepto: antes se trataba de compartir con los amigos algo que se admiraba. Ahora se trata de dejar disponible, para quien quiera, algo que creemos que hay que compartir. El mecanismo funciona más o menos así: yo compro un libro que me gusta. Hago una fotocopia digital de sus páginas, y lo introduzco en mi ordenador, al mismo tiempo que abro un túnel para que alguien pueda venir hasta aquí y cogerlo. Por mi parte, entro en este túnel y voy a los ordenadores ajenos y cojo también todo aquello que me interesa (normalmente músicas y películas). Al cabo de poco tiempo, este material está almacenado en todo el mundo y nadie es capaz ya de evitar que sea copiado. Lo primera que hice fue pedirle a mi sobrina que sacase inmediatamente La bruja de Portobello de su ordenador, que está conectado al `túnel´. Ella lo hizo a disgusto, demostrando que en aquel momento el manuscrito ya estaba almacenado en otros 29 ordenadores diferentes. Enseguida me mostró que sólo en uno de los muchos lugares de Peer 2 Peer tengo 325 obras, en diversas lenguas, en centenares o miles de ordenadores. Es evidente que no voy a enseñar a nadie cómo llegar hasta allí –estaría tirando piedras contra mi propio tejado–. Tampoco sirve de nada teclear la expresión en los buscadores: ellos no darán el camino de las piedras. Pero si tiene usted en casa a alguien menor de 18 años, con toda seguridad ya tiene gran cantidad de música descargada de ese sitio de la Red. Pregúnteselo a su hijo, nieto o sobrino. Pero, por favor, no le diga que acabo de descubrir esto: pensará que estoy demasiado viejo y habré perdido un lector.
lunes, junio 04, 2007
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