martes, marzo 20, 2007

Xavier Navaa, Los cambios de la gran coalicion

martes 20 de marzo de 2007
XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
Los cambios de la gran coalición
En los viejos días, cuando la ira y el resentimiento vivaqueaban en la fronda, para hablar en el lenguaje políticamente correcto -tal y como ordenaban los custodios del Grial y administraba celosamente el sanedrín de la UPG- había que referirse a la Guardia Civil y al Ejército español como "fuerzas de ocupación".
Se trataba de un concepto directamente importado de los territorios vascones y, por tanto, traía consigo todas las etiquetas del buen nacionalista: en apenas tres palabras se sintetizaba el memorial de los agravios y se proyectaba la idea de una situación colonial en nuestro país, tan irreal como querida por una buena parte de los lanzarotes que pueblan el BNG.
Y si el motivo de los debates interiores era el mundo empresarial, la conclusión venía a ser casi siempre la misma: tras cada iniciativa privada, tras cada emprendedor que se arriesgaba a abrir nuevos horizontes... acechaban las sombras del imperialismo, el gran depredador y sus lacayos, ávidos de tierra y de recursos sin contención.
Hoy, ya no. Por suerte, aquellas sensaciones forman parte de un lenguaje definitivamente exiliado en los mares interiores de la gran coalición.
Han bastado apenas veinte meses de estancia en el poder para que los actuales patricios del Benegá hagan piña y salgan en defensa del tejido empresarial privado que antaño combatieron hasta la extenuación. Y la saga de Barreras, los astilleros que lidera Francisco González Viñas en la Ciudad del Olivo, constituye el paradigma del espectacular cambio que se está operando en nuestro particular universo abertzale.
Así es que, mientras duró el contencioso naval de Compostela con Madrid y con Bruselas, los principales defensores de las iniciativas del genial Viñas no fueron los populares ni, mucho menos, los socialistas. No. Fueron otros quienes batieron el cobre en defensa de la fulgurante empresa naval que opera en las atarazanas del Sur. Y esos adalides tienen nombre y apellidos de gran caché en el Benegá: Francisco Rodríguez (diputado en la Villa y Corte) y el conselleiro de Innovación e Industria, Fernando Blanco, ambos adscritos a la nomenklatura de la U, formación hegemónica que, en otros tiempos, guardaba y distribuía la expresión de los postulados ideológicos más radicales del nacionalismo galaico.
En cuanto a la consideración que hoy se tiene en la gran coalición tanto de la Guardia Civil como de las Fuerzas Armadas españolas, basta con oír estos días a Alfredo Suárez Canal (también upegallo, por supuesto). En ambas instituciones reside la esperanza de combatir con eficacia los incendios forestales y evitar, a juicio del responsable de Medio Rural, que se repita una tragedia similar a la del ferragosto de 2006: son el ángel que nuestra tierra necesita para conjurar esa especie de plaga que cada estío, desde hace décadas, se ceba en las raíces de la nación. Don Alfredo anunció que están a punto de llegar las primeras patrullas del Ejército a los montes de Galicia y su sonrisa, agradecida, le llenaba la cara de oreja a oreja.
EL RETRUÉCANO
Al panteón de las gansadas
Y mientras los upegallos instalados en el poder avanzan por la senda del pragmatismo y de la racionalidad, otros, en la Casona del Hórreo, optan por el vitriolo y la exageración incluso a costa de perder el oremus. Pocas veces se ha oído en sede parlamentaria un retruécano tan sorprendente como el que ayer pronunció la diputada del Benegá Tereixa Paz, dirigiéndose al popular Roberto Castro: "Usted ha dejado claro que prefiere que los incendios sigan siendo el De Juana Chaos de los gallegos, para seguir utilizando el terrorismo incendiario como un instrumento político". ¿Han entendido algo? Semejante mix se merece un puesto en el panteón de las gansadas .

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