miércoles, marzo 21, 2007

Una politica exterior de "valores"

Una política exterior de "valores"
Luis Miguez Macho

21 de marzo de 2007. Tras intentarnos convencer (me temo que infructuosamente) de que Aznar sí que fue un presidente del Gobierno blando y condescendiente con los terroristas, la maquinaria propagandística del Ejecutivo ha acabado por ir a lo seguro para tratar de contrarrestar el desgaste que sin duda les está produciendo su incomprensible política en relación con ETA. Lo seguro, claro, es la guerra de Irak, aunque ahora en la que estemos, y con muertos recientes, sea la de Afganistán.Hay también otro asunto que ha vuelto a poner ligeramente de actualidad la política exterior, y son las dos incalificables visitas de Estado a Marruecos y Argelia, una de Rodríguez y la otra del Rey, en las que, con astuto maquiavelismo de opereta, mientras uno se humillaba ante el Sultán reconociendo de manera oficial por primera vez la anexión por la fuerza del Sahara Occidental, el otro defendía de manera firme y resuelta la autodeterminación del pueblo saharaui para que los argelinos no nos suban el precio del gas.La guinda a la bufa representación ofrecida con tal ejemplar grado de coordinación por los dos personajes que ocupan las más altas dignidades del Reino la puso un eximio teórico de las relaciones internacionales, el comunista Gaspar Llamazares, cuando reclamó en el Congreso de los Diputados "una política exterior de valores". Pues vamos a ver cuáles son los "valores" que han de guiar la política exterior de un Estado.Lo primero que hay que dejar claro es que la política exterior, en efecto, tiene que respetar determinados principios y valores, precisamente para no incurrir en ese seudo-maquiavelismo ridículo del que se acaba de hablar. Pero principios y valores no equivalen a prejuicios ideológicos o caprichitos personales, como parece entender cierta izquierda.El supremo principio y valor que ha de perseguir toda política exterior es la defensa de los intereses nacionales. La interpretación de los mismos compete al gobernante legítimo y, si hay un terreno donde la frivolidad política debería estar desterrada, es éste, porque en él se juega (siempre ha sido así y siempre lo será) la supervivencia del propio Pueblo en el concierto internacional y la realización de su destino colectivo.Comprendo que oír hablar del propio Pueblo resulte ininteligible para quienes el "Pueblo" es el Pueblo palestino, o el Pueblo vasco entendido al estilo nacionalista y etarra, o cualquier otro que la moda de lo progresista y lo políticamente correcto indique que hay que defender (hasta que, como ha ocurrido con los saharauis, un cambio de servidumbres obligue a olvidarlo). Pero el caso es nosotros también pertenecemos a un Pueblo, el Pueblo español.Esto no significa que en nombre de los intereses nacionales todo esté permitido, ni un olvido de otras exigencias morales. Lo que significa, simplemente, es que, si hay una política exterior que se puede calificar de inmoral, es la que no pone en primer plano los intereses nacionales.

No hay comentarios: