sábado, marzo 03, 2007

Ramon Perez Maura, ...Y Bahia de Cochinos

domingo 4 de marzo de 2007
...Y Bahía de Cochinos
Por Ramón Pérez-Maura
A la intelectualidad de izquierda se le ha muerto uno de sus referentes, Arthur Schlesinger Jr. Las necrologías hagiográficas se han diseminado por toda la Prensa. Con razón se ha dicho cómo él, a su vez, fue el hagiógrafo de John y Bobby Kennedy. De hecho, el propio presidente Kennedy llegó a hacer bromas sobre la visión que Schlesinger daría de su Administración. Cuando alguien mencionó a Kennedy que Schlesinger había manifestado reticencias a la operación de Bahía de Cochinos, el presidente respondió: «Ah, desde luego, Arthur me escribió un memorando que quedará estupendo cuando al fin escriba su libro sobre mi Administración». Y añadió: «Y yo tengo un título para ese libro «Kennedy: Los únicos años»». El libro, publicado en 1965, se llamaría «Mil días» y daba una visión idealizada de esa Presidencia.
Uno de los célebres episodios no narrados allí y apenas recordado estos días tuvo que ver con Bahía de Cochinos. Si bien es cierto que Schlesinger manifestó su escepticismo sobre el plan de invasión de Cuba, al final su pluma redactó un documento oficial justificador de la intervención. Y él protagonizó una de las escenas memorables de aquella ópera bufa. Schlesinger aceptó el encargo de hablar en nombre del «Gobierno provisional de Cuba» que la CIA había reunido en una cabaña de los Everglades de Florida, listo para ser aerotransportado a Cuba en cuanto los invasores hubiera una cabeza de playa en Bahía de Cochinos. La farsa se evidenció cuando Schlesinger empezó a ofrecer una rueda de prensa ante la cabaña en la que estaba reunido el «Legítimo Gobierno de la República de Cuba» y mientras las cámaras transmitían las declaraciones del portavoz los televidentes podían oír cómo desde dentro de la choza los miembros del «Gobierno cubano» gritaban «¡Queremos salir!» mientras aporreaban la puerta. Schlesinger, imperturbable, continuó hablando en nombre de los que tenía encerrados a unos metros detrás de él. La CIA y el Gobierno americano tenían miedo de lo que esos cubanos pudieran decir. Nadie, en fin, ha querido recordar aquel episodio a Schlesinger.

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