viernes, marzo 02, 2007

Pablo Molina, ¿Se pirria usted por Angelina Jolie?

sabado 3 de marzo de 2007
CÓMO ESTÁ EL PATIO
¿Se pirra usted por Angelina Jolie?
Por Pablo Molina
Una de esas publicaciones que se dedican a hacer encuestas absurdas ha proclamado a la actriz Angelina Jolie como la mujer más deseada del planeta Tierra. No sólo eso; según concluyen los investigadores que han llevado a cabo el trabajo de campo, ningún hombre rechazaría siquiera tomar un café con la chiquilla. Lo que me lleva a plantear una interesante cuestión: ¿los que no perderíamos nuestro valioso tiempo tomando cafelitos con ella somos gays?
Lo primero que hay que destacar de la famosa actriz es lo extemporáneo de su nombre de pila. No, nena, una estrella de Hollywood no puede llamarse Angelina; de la misma manera que una estrella de cabaret de la España de los 70 no debe llamarse nunca Purificación, pongamos por caso. Y si encima se es una devorahombres, pues menos: en ese caso, llamarse Angelina suena como muy irreverente, ¿no?

Además, que no acabo de creerme que una tipa con los morrazos de la que nos (pre)ocupa tenga en vilo al género masculino en pleno. Yo veo a las señoras recién siliconadas poniendo morritos y enseguida me viene a la mente la típica imagen del tontolapiscina marcando paquete con su bañador Turbo y el imprescindible peine en la cadera, a modo de revólver: una cosa más bien hortera tirando a pueblerina, pues.

Pero es que, además, ¿de qué iba a hablar yo con Angelina Jolie mientras tomáramos el cafelito en cuestión? Supongo que de lo mal que está el mundo y del titánico esfuerzo que hacen los artistas multimillonarios por mejorarlo, es decir, por reñirnos para que lo mejoremos los demás, que ellos ya tienen bastante con poner la cara. Una conversación absolutamente deprimente que, sin embargo, tendría que tragarme sin rechistar por educación. Ella me contaría lo feliz que se sintió al traer al mundo a su hija Shiloh Nouvel Jolie-Pitt en Namibia, como muestra de su firme compromiso con los pueblos más necesitados de la Tierra. Un bebé precioso al que, por cierto, le regalaron un chupete de oro blanco y diamantes, en prueba, supongo, del apoyo incondicional de su mamá al ramo de la alta joyería.

Que no, que no, que por muy deseada que se sienta la señora, esto no va conmigo. Quizás es que a mí me va más la mujer-mujer, como a José María Aznar López, con quien, por cierto, tengo una cita este viernes, de la que ya les daré cuenta, en el caso de que, llegado el momento, me parezca oportuno.

Por si fuera poco, Angelina Jolie ha renegado del apellido de su ilustre padre, Jon Voight, y eso también está bastante feo. Sobre todo, tratándose de un actor camaleónico capaz de interpretar a un macarrilla con ínfulas de gigoló en Cowboy de medianoche y, años más tarde, meterse en la piel del Papa Juan Pablo II, muerto en olor de santidad, no sin antes haber dado vida a un cazador de anacondas empeñado en liquidar a la abuela de todas las serpientes del puto Amazonas, que podría zamparse a media Ejecutiva Federal del PSOE en dos tarascadas. O sea, un fenómeno el tío, del que no sé por qué demonios se avergüenza su hija.

Por otra parte, yo no tomo café ni bebidas estimulantes desde que el médico me lo prohibió terminantemente. Fue en la misma sesión clínica en que me recomendó, también severamente, dejar de ver cine español, no por sus efectos estimulantes sino por todo lo contrario. Se conoce que los picos emocionales no son buenos para una persona con una vida interior tan rica como la mía.

La única película de las protagonizadas por la Jolie que creo haber visto es la de Lara Croft, y eso por imperativos paternales. Recuerdo que se pasó toda la película haciendo morritos, como cualquiera de nosotros cuando nos da un apretón. O sea, que resultaba imposible saber si estaba haciendo una pose sugestiva o es que andaba algo suelta de atrás. Una mujer demasiado enigmática para un español que se precie de serlo. Antonio Banderas, que tenía que ir saltando por el techo de las caravanas para huir de la criatura cuando coincidió con ella en un rodaje, llegó también a la conclusión de que la "amistad" de Angelina no le convenía, y nadie podrá decir que el machote de Antonio tiene ramalazo margoliano.
Invirtamos, pues, el razonamiento y tratemos el asunto en sus justos términos: a los hombres-hombres (a Banderas y a mí, sin ir más lejos) no nos gusta la Jolie. Por tanto, si es de los que se tomaría un cafelito con ella, yo de usted me pensaría muy mucho mi verdadera identidad sexual.

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