miércoles, marzo 21, 2007

Objetivo Baleares

jueves 22 de marzo de 2007
Objetivo Baleares
EL PSOE sigue jugando más allá de lo razonable en materia de organización territorial del Estado. Se anuncia ahora que los socialistas preparan listas únicas con IU y ERC en Baleares para desbancar al Ejecutivo popular. En concreto, se presentará una candidatura común en Ibiza, donde están en juego los escaños determinantes para formar una coalición que pueda desalojar del poder a Jaume Matas. Junto con Navarra, éste es uno de los objetivos prioritarios de la izquierda de cara al 27-M, una cita electoral que no parece anunciar grandes alegrías para el PSOE a la vista del desgaste de Zapatero y de la escasa entidad de algunos candidatos. En estas circunstancias, sólo una alianza con la izquierda radical permite abrigar alguna esperanza de romper la dinámica negativa en la que está instalado el Gobierno. En el caso de Baleares, esta estrategia supone resucitar doctrinas inaceptables en torno a los «países catalanes», una falacia histórica y política que los electores han rechazado siempre sin rodeos. De hecho, Carod Rovira actúa una vez más como protagonista de la operación, anunciando la intención de los republicanos de afianzar su muy limitada presencia en el archipiélago. También les gustaría hacerlo en la Comunidad Valenciana, pero en este caso la izquierda catalanista prefiere otras opciones dentro de su escasa capacidad para impedir una muy previsible mayoría absoluta de Francisco Camps. Son, en definitiva, nuevas dimensiones en esa política de «todos contra el PP» que marca sin remedio el desarrollo de la legislatura.
Con Jaume Matas al frente, el PP balear recuperó el gobierno después del fracaso sin paliativos de la coalición que dirigió las islas bajo la presidencia de Francesc Antich. Las cosas han ido razonablemente bien, y nadie duda que los populares van a ser con diferencia el partido más votado. Sin embargo, la posibilidad de formar gobierno pende de un hilo si todos los demás configuran una alianza parlamentaria. En tal caso, las minorías juegan con ventaja, de modo que ERC -un partido antisistema en cuanto a la forma de Estado y de gobierno- tendría una papel decisivo. Es fácil imaginar el alto precio que tendrían que pagar los socialistas en cuestiones como la lengua o el intento de formar un frente pancatalanista al amparo de una lectura sesgada de la historia. El nacionalismo es expansionista por naturaleza. De ahí la grave responsabilidad que contraen los partidos de ámbito nacional cuando, movidos por un interés coyuntural, abren las puertas de determinados territorios a formaciones que no respetan los principios y valores que sustentan la Constitución. A Zapatero no parece importarle el alto coste que esta estrategia de partido puede tener para el futuro del modelo territorial.

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