viernes, marzo 09, 2007

Manuel Alcaraz Ramos, La paradoja del PP

sabado 10 de marzo de 2007
La paradoja del PP
MANUEL ALCARAZ RAMOS /PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

La apelación de Rajoy a la 'sensatez' y a la 'normalidad' de los que deben acudir a la enésima manifestación antigubernamental convocada por su partido y sus crispantes de cámara nos da la medida de la paradoja en la que se está abismando el PP y que podemos resumir así: ha reducido tanto la horquilla de su discurso que sólo para unos pocos asuntos deja un margen de existencia -para todo lo demás propaga silencio-; pero cuando algún hecho de la realidad da viento a este barco de ideas simplificadas hasta la caricatura, adquiere tal aceleración que acaba por dejar abandonados a miles y miles de ciudadanos sensatos y normales que no pueden resistir el vértigo que les imponen los líderes populares.De este modo, en el imaginario colectivo se espera la reiteración de unas mismas reacciones, como un péndulo: durante unos días el PP parece apropiarse de las ventajas que le proporcionan algunos hechos para, inmediatamente, dilapidar la renta adquirida, al generar un guirigay de tal dimensión que acaba por asustar a muchos que serían proclives a admitir los argumentos conservadores si fueran dichos con mayor serenidad. Y es que generan tanto ruido que ni sus voces se pueden escuchar. No es extraña, así, la pésima valoración personal de Rajoy: de alguien que podría ser presidente del Gobierno no se desea tanto bramido, tanto mordisco a la inteligencia, tanto desprecio a la memoria sobre episodios recientes de la vida española; tanta debilidad, en suma.Pero como el medio es el mensaje, el PP construye toda esta red de imprecaciones y de insidias, este tejido de sospechas y de tensiones, para retroalimentar sus ensoñaciones: sólo incrementando en cada partida la apuesta cobran sentido las pérdidas acumuladas. Es un esquema terrible que recuerda a los jefes incapaces de parar la sangría de una guerra porque cualquier paz sería traición a los mártires de la misma matanza. Es precisamente en esta espiral donde cobra sentido -y cada día más- la acusación hecha al PP de girar hacia la extrema derecha por su incapacidad misma para imaginar nuevas maneras de hacer las cosas.El asunto es aún más interesante si tenemos en cuenta que la ciudadanía sabe algo de matemáticas y contando, siquiera sea con los dedos, advierte que las posibilidades de victoria electoral del PP son remotas, que cada acto en que se empeña la cúpula de la derecha española acaba por enajenarle la confianza o la amistad de cualquier posible aliado de futuro. O sea, que el PP juega a perder. Y no podrá decir que 'no le importa', porque la derrota es un subproducto de la defensa ardiente de sus ideas. Porque lo que está por demostrar es que no pueda defender esas ideas con más eficacia pero con menos acrimonia, con menos nervio revuelto. De nuevo, así, en esta contradicción, dan pábulo a la tendencia hacia un giro histérico a la derecha.Me parece que a estas alturas de la legislatura poco puede hacer el PP por cambiar, por mostrar la oreja centrista. Posiblemente algún día podamos analizar con más cautelas todo esto pero, siquiera sea a beneficio de inventario, podemos aventurar ahora que Rajoy se ha revelado como un líder profundamente incapaz para la etapa que le ha tocado vivir -quizá habría sido un buen jefe de Gobierno, pero me parece que eso nunca lo sabremos-. A lo mejor bajo su bonhomía de fumador de puro se ha escondido un resentimiento profundo contra buena parte de un pueblo que le traicionó en la hora de las urnas, arrebatándole una victoria que consideraba designio de los dioses y de José María Aznar. Y, quizá, esa amargura que va destilando día a día se vea reforzada por la herencia recibida de los llamados a asegurar -atado y bien atado- un aznarismo sin Aznar que nunca llegó a producirse. Repásense los archivos: ni una voz de esperanza, ni una muestra de confianza hacia las posibilidades de los españoles ha sido dicha por los Acebes y Zaplanas desde que encallaron en el amargo banco de la oposición. Así es muy difícil andar centrados.Y seguramente en este laberinto partidista haya otros espejos. Y el mayor es la avidez de ave de rapiña que apenas ocultan algunos dirigentes, esa penetrante sensación de que son ellos mismos los que, a golpe de desmesura, contribuyen al hundimiento de su proyecto. Y de nuevo hay una lógica de tristezas en esto: cada una de las alternativas a la derrota final de Rajoy ha de mostrarse ahora más descomunal que nadie, afilando sus garras en los ojos del adversario, llamando a la rebeldía (¿) con acentos y experiencias tan poco dados a estas palabrerías que causan más enojo que espanto Ya veremos a algunos de estos, llegado el caso, ser más moderados que una margarita. Claro que, para que eso llegue, habrá aún que despejar otra incógnita: hasta dónde llegará la paralizante capacidad de los aliados naturales del PP para frustrar cualquier deriva tranquilizadora. Algún día analizaremos adecuadamente el siniestro papel crispante que la Iglesia católica está adoptando en su conjunto -no todos sus representantes ¿pero acaso no se nos enseñó que se puede pecar por omisión, o sea, por cobardía?-.En fin, que lo que el PP practica hoy en día no es una política, sino una paradoja, que no tiene una lógica programática y/o ideológica, sino que pretende alcanzar alguna coherencia mediante una identidad en las formas que le aleja cada vez más de un discurso que sirva de algo para construir una mayoría social seria y compacta de centro-derecha. Quizá, por eso, las propuestas parciales puedan ser moderadas, pero el ejercicio cotidiano se lanza tanto al radicalismo que no pueden enfadarse si alguien les califica de extrema derecha. Está escrito: por sus hechos -y no por sus intenciones- les reconoceréis.

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