La patada a Aguirre coronó la estrategia irresponsable de Ibarretxe
Elsemanaldigital.com
27 de marzo de 2007. Lo vimos hace algunas semanas en un contexto diferente al político: la irresponsabilidad de los presidentes del Betis y del Sevilla caldeando el derbi copero pudo costarle la vida de un botellazo a Juande Ramos. Las armas de la demagogia y el irredentismo las carga el diablo.Mucho más grave, por su alta significación pública, está siendo el comportamiento de Juan José Ibarretxe en su procesamiento por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, envolviéndose en la ikurriña para ocultar que, como un ciudadano más, está obligado a rendir cuentas de sus actos ante los jueces, si éstos se lo requieren.Que el presidente de un gobierno autonómico convoque a una manifestación ante un órgano del poder judicial ya dice bastante de la concepción del poder propia del nacionalismo vasco. Que además se lance a las propias huestes contra quienes, en el pacífico ejercicio de sus derechos, han iniciado acciones contra él (el Foro Ermua y Dignidad y Justicia, en este caso), lo que demuestra es que el lendakari ha perdido el sentido de la proporción.Si Ibarretxe desobedeció conscientemente una orden del Tribunal Supremo que le impide recibir, en cuanto tales, a representantes de una organización ilegalizada, debe afrontar las consecuencias, en vez de rodearse de leales para soltarles un discurso a las puertas del Palacio de Justicia de Bilbao, como hizo ayer.Las consecuencias las pagó un dirigente del Foro Ermua, Antonio Aguirre, socialista para más señas. La carga de odio al adversario que lleva Ibarretxe difundiendo desde hace meses por esta cuestión estalló en forma de patada contra quienes sólo le exigen que respete la ley que juró guardar.Con todo, si grave es el golpe que hizo perder el conocimiento durante unos segundos a Aguirre, más descorazonador aún es comprobar -las imágenes no dejan lugar a dudas- que la agresión exaltó los ánimos de los agresores, en vez de aplacarlos ante el cariz de los acontecimientos, máxime si tenemos en cuenta que los agredidos se hallaban en absoluta minoría. Los aires de matonismo del PNV -en palabras de Iñaki Ezkerra, que tuvo que auxiliar al herido-, se han hecho evidentes para muchos, quizá por primera vez. No por la algarada en sí, sino porque se ha parecido demasiado a un intento de linchamiento de un grupo de ciudadanos en el ejercicio de sus derechos, por parte de otro grupo de ciudadanos convocado desde el poder para impedírselo.Y esto lo ha provocado la irresponsabilidad de Ibarretxe. Si era "sólo" eso, irresponsabilidad, tal vez ver a Antonio Aguirre dolorido por los suelos le haga reflexionar.
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