martes, marzo 20, 2007

La arrogancia de ZpM empieza a perjudicar los intereses del PSOE

La arrogancia de Zapatero empieza a perjudicar los intereses del PSOE
Miguel Ángel Orellana
La sumisión del partido al presidente se aprecia en el obsesivo intento de romperle las piernas a Rajoy hasta con el palo de la bandera republicana. Los efectos internos se hacen notar

20 de marzo de 2007. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afronta posiblemente los momentos más difíciles de su agitado mandato. El Partido Popular, con un desmelenado Mariano Rajoy a la cabeza, le está poniendo contra las cuerdas, pero sus problemas van más allá de las monumentales manifestaciones de repudio a su política de tejerle la tela a la araña etarra. La protesta en la calle no tumba a los gobiernos, como pudo comprobarse durante la ventisca por la guerra de Irak, pero les pueden complicar extraordinariamente la vida (y la agenda), como sí ocurrió con aquellas fiebres pacifistas de la primavera de 2003. En tanto que expresión de rechazos frontales a realidades impostadas, las grandes manifas acotan el terreno de juego. Y fortalecen los cercos.Un "estrecho traje"Ése viene a ser el principal problema de Zapatero: el riesgo de que la legislatura entre en una fase definitiva de colapso por falta de oxígeno. La agenda permanece atornillada al delirio de quien, desde La Moncloa, pretende reinventar nuestra historia reciente, edificando una supuesta paz sobre una guerra inexistente, reflejo de otra Guerra –aquélla sí, tan cruel como real- que le obsesiona, sobre la base de la claudicación del Estado de Derecho ante el terrorismo. De manera que el oxígeno que necesita el jefe del Ejecutivo solamente puede venir del Cantábrico. Es fácil adivinar cómo: un eventual gesto de ETA. Si no se produce, las municipales y autonómicas del cuarto domingo del mes de mayo pueden quedar atrapadas por el efecto José Ignacio de Juana Chaos, con el consiguiente colapso de la legislatura. El estrecho traje con el que José Luis Rodríguez Zapatero ha condenado a moverse a sus huestes podría romperse por algunas costuras. El choque emocional, el precio que pagar, el desgaste sufrido por el PSOE es de los que están resultando difícilmente cuantificables, pero, como esas lesiones internas que cuando salen a la superficie llegan con la parca puesta, sin duda van a marcar un antes y un después en la historia de un partido que tuvo con el almunismo en el año 2000 su punto de inflexión a la baja desde la gloria de 1982. El partido empieza a sentirse tocado con el envite terrorista. Y no tanto por el calibre de las pruebas a que ha sido sometido, como por la soberbia y el desdén con que su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, lo trata, actuando como el sátrapa liberado de la obligación de rendir cuentas, de lograr los consensos, de escuchar otras opiniones y, lo que es más importante, de obrar en consecuencia.Está claro que la apuesta vasca es una operación personal de liderazgo de Zapatero. Pero "la clave, al final, es saber si esta encrucijada se trasladará a la sociedad, acabará siendo percibida por la opinión pública o no, porque si lo fuera, eso tendría efectos muy negativos en las elecciones", me asegura una personalidad del PSOE.El mismo sociata con el que parlamentaba me parecía tan sinceramente contrariado por lo mal que estaba el Ejecutivo haciendo las cosas, por la descomposición que observaba y por la ausencia de urdimbre, el exceso de vacuidad, la carencia de un gran proyecto de Estado, que le lancé el guante:"¿Levantarás este lunes [Ejecutiva Federal] la mano para decirle a Zapatero en público lo que me estás diciendo a mí en privado?"."No, pero aplaudiré con menos entusiasmo...".Es una anécdota, real como la vida misma, que revela el grado de descomposición democrática que vive el partido del Gobierno, el nivel de ridículo endiosamiento en que está instalado el presidente y su entorno de aides de chambre, y el irremediable daño que ha de derivarse para la nación de un proyecto personal, el de Zapatero, que tiene decidido jugarse la reelección a un nuevo mandato en la ruleta de un acuerdo político con el terrorismo, pero apostando con el dinero –la libertad- de todos los españoles. ¿Cómo no pedir, en estas circunstancias, unas elecciones generales cuanto antes y que sean los votantes los que decidan si están dispuestos a jugársela con quien jamás debió aspirar a algo más que regentar un concesionario de SEAT en León? Y los rumoresLos rumores dentro del partido. Uno de ellos sostiene que Zapatero va tomando nota del comportamiento en esta crisis de los dirigentes del PSOE, con la clara intención de pasar factura, adjudicar premios y castigos, cuando pase la tormenta. Otro, que es menos rumor y más constatación empírica, arremete precisamente contra José Blanco y su débil papel como secretario de Organización: "No está sabiendo movilizar al partido para hacer frente al asedio constante del PP". Y mientras esto ocurre en la acera del Gobierno, "Rajoy ha logrado lo que parecía imposible: enfriar las tensiones en su formación y que todos le respalden", según se advierte. Ya decía en privado un alto cargo gubernamental días atrás que va a ser necesaria una acción a la venezolana, con sábanas en los balcones o así, para frenar a los peperos. ¿Culpable? El empedrado¿Cómo reacciona ante esta realidad el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero? Pues –es de temer- con una sobredosis de revival de la guerra de Irak en las fechas que nos acerquen a la cita con las urnas, es decir, embistiendo contra José María Aznar, auténtica bicha del socialismo hispano. Todo en la táctica tiene aire de lo escasamente meditado, de lo cogido por los pelos, lo poco serio. De aurora boreal. En primer lugar, porque España no participó militarmente en la guerra de Irak. España no invadió Irai, por mucha foto de las Azores -fruto de la absurda megalomanía del ex presidente- que los socialistas puedan airear. De modo que la premisa sobre la que se asienta el chamizo teórico es falsa. La verdad es muy otra y camina por distinto derrotero. La verdad es que Zapatero seguirá disparando con entusiasmo contra unas golondrinas pasadas con tal de desviar la atención de las avutardas patrias que asolan el sembrado a su paso.

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