viernes, marzo 23, 2007

Ignacio San Miguel, La caida fatal y la reaccion imprescindible

viernes 23 de marzo de 2007
La caída fatal y la reacción imprescindible
Ignacio San Miguel
E S irrelevante que el libro pornográfico y blasfemo promocionado por un aspirante a la alcaldía de Badajoz haya sido publicado recientemente o hace algunos años. Quiero decir que es irrelevante para la consideración de su significado, de su deprimente significado. En primer lugar, se ha de tener en cuenta, por supuesto, su ataque obsceno a las figuras sagradas de la religión cristiana. Pero hay que ir más allá. Porque estas figuras trascienden el hecho religioso concreto. Representan lo que de más noble y elevado existe en el espíritu humano y, en consecuencia, son patrimonio de la Humanidad. Cualquier persona de sensibilidad y de ideales ha de sentirse repugnado por este engendro. Pero, además, hay que tener en cuenta el método empleado. Se ha utilizado la pornografía, que siempre es bajuna, degradante, embrutecedora. No es acertado decir que si no se hubiera involucrado a las personas sagradas, el asunto carecería de trascendencia. Sin duda, disminuiría su gravedad, pero seguiría siendo repugnante. En Estados Unidos se combate la pornografía fieramente, junto con las demás lacras de la civilización decadente actual, por parte de organizaciones religioso-políticas en el contexto de la guerra cultural que se desarrolla en ese país. Aquí se ha aceptado como algo natural, igual que el aborto, la homosexualidad, etc. No se ha producido una reacción adecuada, igualándonos en atonía (no, superándolos) a la mayor parte de los países de Europa. Como decía C. S. Lewis, la pendiente que conduce al infierno es suave y agradable. Un paso hacia adelante nos conduce al siguiente paso, que resulta más fácil de dar, y éste al siguiente, todavía más fácil, y así sucesivamente. Ocurrió con el aborto. Primero se admitió en algunos supuestos restringidos. Luego, éstos se ampliaron. Al final, se aceptó el supuesto del daño psíquico para la madre, que suponía en la práctica la libertad total. El resultado son cerca de cien mil abortos anuales en España. Igual ocurre con la permisividad sexual, con la cual está íntimamente relacionada la pornografía, y ambas con el aborto. Tanto la una como la otra cooperan a la promiscuidad sexual de adolescentes y jóvenes, a los embarazos indeseados y, en consecuencia al aborto. Existen, además, estadísticas en Estados Unidos que prueban que los violadores y aún los asesinos múltiples suelen ser generalmente grandes consumidores de pornografía. La pornografía incrementa la lascivia y la crueldad. A esta situación ha llegado la sociedad paso a paso, de forma inexorable. Era previsible que acabáramos con un escándalo blasfemo como el de las susodichas fotos. ¿Por qué sorprenderse? ¿Era siquiera posible que nos detuviéramos en un punto determinado de la caída y no siguiéramos adelante? Además, estas figuras religiosas representan la moralidad, la contención y encauzamiento de los instintos, la castidad, todo aquello de lo que nos hemos ido desembarazando en nuestra caída imparable al pozo. Tienen que ser objeto del odio más concentrado de los apóstoles del seudoprogresismo. No nos olvidemos de la pederastia, como prueba indudable de nuestra caída. Antes, la infancia era sagrada. En la actualidad, en Holanda ya existe un partido que defiende la pederastia libre. En 2000 se aprobó en la Asamblea General de la Unión Europea una proposición que aconsejaba a los Estados miembros que eliminaran las barreras de edad para tener relaciones sexuales con menores. ¿No demuestra esto que no podemos detenernos en nuestra caída libre? Sólo una reacción poderosa puede salvarnos. Y aquí entra en funciones la política. En Estados Unidos estos temas son los principales en la lucha política. Y, sin duda, tanto allí como aquí es la izquierda el factor decadente, degenerativo de la sociedad. Que el candidato a la alcaldía de Badajoz, promotor del libro blasfemo pertenezca al Partido Socialista no es casual, sino obligado. La izquierda, y en España posiblemente más que en cualquier otro país, siempre ha sido la abanderada de la corrupción. Aquí la derecha es medrosa y hasta la fecha no se ha decidido a reaccionar debidamente. Sin embargo, al fin ha acabado haciéndolo en el aspecto patriótico. Porque en España la izquierda no sólo ataca la religión y la moral, sino la patria y sus símbolos. Muy torpe hubiera sido la derecha si no hubiese aprovechado de una vez el vacío dejado por la izquierda. En la última manifestación multitudinaria por la excarcelación del asesino De Juana, hubo un verdadero mar de banderas españolas y se tocó el himno nacional. Les acusan ahora de monopolizar estos símbolos, pero si la izquierda se los entrega ¿por qué los van a rechazar? Se trata de una baza política importante. Pues bien, la religión y la moral también son bazas políticas de peso a las que la izquierda desprecia, odia y humilla. El partido opositor debe recoger también estos valores como propios (lo han sido siempre), pues si la izquierda prefiere degradarse y embadurnarse de fango, es asunto suyo. Es otro ofrecimiento que recibe la derecha por parte de la izquierda y que no debe rechazar. Patria, religión y moral son, pues, patrimonio de la derecha por concesión graciosa de la izquierda. Deben defenderse de forma fogosa de ahora en adelante. Hay que saber reconocer los momentos propicios para tomar las decisiones en política. Rajoy parece haberlo comprendido. Va a haber una interpelación parlamentaria sobre el libro inmundo. También una querella. Ése es el camino. Léon Bloy, el terrible escritor católico francés, refiriéndose a algún otro escritor o artista decía que tenía alma de cerdo. Posiblemente, hubiera dicho lo mismo de José Antonio Moreno Montoya y Francisco Muñoz Ramírez, autor del libro el primero, y prologuista y candidato a la alcaldía el segundo. Sería muy conveniente para el país que seres de esa condición no hozaran en puestos de responsabilidad política o cultural.

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