viernes, marzo 23, 2007

Felix Arbolí, A Gallardon no le gusta "Platero"

viernes 23 de marzo de 2007
A Gallardón no le gusta ‘Platero’
Félix Arbolí
“PLATERO es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”. Magnífico lirismo, poesía pura, para describir y ensalzar la figura de un simple borriquillo. Juan Ramón Jiménez, nuestro Nóbel onubense, fallecido en Puerto Rico a los dos años justos y en el mismo hospital donde murió Zenobia de Camprubi su amada esposa, es su afortunado autor. Su obra literaria y hasta su muerte siguiendo fielmente al amor que llenó su vida es todo un ejemplo de romántica belleza. No todos tienen el privilegio y la sensibilidad de morir de amor, al no poder superar la dura prueba de vivir con su ausencia. ¡ Dios, que lastima que personas de esta talla y tan llenas de nobles sentimientos desaparezcan de este mundo de enloquecidos y vulgares rapsodas¡ Pero a nuestro ínclito Alcalde madrileño, señor Ruiz Gallardón o como le llaman en la calle Ruiz Socavón, no le gusta “Platero”. El no está para esas “memeces”, ni lecturas elevadas donde no se mencionen las enormes tuneladoras y otras extrañas máquinas manejadas en muchos casos por inmigrantes despistados y donde no debe faltar su famoso e inmaculado casco sobre su testa de niño grande, sonriendo y auto alabándose ante la “oportuna” presencia de las cámaras televisivas y de prensa para dar fe de un logro inaugural que en ocasiones ha demostrado aparentar una falsa realidad de finiquito descubierta posteriormente por la misma prensa. No hablo por experiencia, ya que no acostumbro a deambular por esos peligrosos confines en que están convirtiendo el antiguo Magerit de los invasores mahometanos. En ese auténtico queso de Gruyere, cuya vista desde el aire nos recordará el famoso laberinto donde Teseo dio muerte al temido Minotauro. Aquí nadie sabe lo que podrá encontrarse si se continúa profundizando tierra adentro. Dios quiera que el Hades de los antiguos griegos no aparezca en algunas de esas incursiones subterráneas, ya que el Infierno de los cristianos lo tenemos bien a la vista por toda la superficie. A Julio de la Losa, pastor de ovejas en la zona de la Casa de Campos, con licencia municipal desde tiempos inmemoriales, antes que nuestro alcalde tomara su primer biberón, le van a rescindir su permiso a causa de la presencia de “Romero”, no el político de IU, sino de un burro que le acompaña en sus faenas pastoriles. Desconozco el motivo de llamar así a su jumento para que rime con el que Juan Ramón eligió para su célebre congénere. Puede que lo haya hecho por el bucolismo de esa palabra, que llena de fragancia nuestros campos y jardines. La idiotez que alega la municipalidad para desterrar a nuestro pastor, sus ovejas y su borriquillo de esas extensas heredades del pueblo madrileño, es que al Ayuntamiento le molesta que “Romero” ande suelto. ¡Qué absurda brutalidad la del humano que piensa de esa manera y según lo hace, dictamina!. Aparte, para mayor incongruencia, “Romero” anda trabado en sus patas, como es la costumbre o atado por una cuerda a un árbol o saliente, para que no pueda desplazarse libremente. Pero a nuestro edil, tan acostumbrado a los insoportables ruidos de sus máquinas y a las gruesas palabras de sus obreros entre si y al paso de cualquier indefensa “periquita” o señora de buen ver, le molesta la quietud, la relajación, la idílica e insólita estampa de un peludo borriquillo correteando libre y gozoso por las verdes extensiones de un campo que él dignifica y poetiza, compensándolo de la contaminación de humos, basuras e inmoralidades que a nuestro municipio nada debe importarles. Al Sr. Gallardón, no le molesta que esta amplia zona, patrimonio de todos los madrileños y no privacidad del municipio, esté repleto de “Rameras” que deambulan sueltas, alocadas, impúdicas y provocativas por esos espacios que, por lo visto y para nuestras autoridades municipales, puede profanar un humilde burro que juega con los niños y se ha convertido en mascota y hasta orgullo de todos los madrileños que no adolecen de descerebrados. ¿Puede decirse igual de esa multirracial y variopinta exhibición de “hetairas” que han hecho de nuestro complejo natural y agreste, una auténtica y repugnante mancebía para vergüenza de todos?. Bueno, a todos no, a nuestras dignísimas autoridades municipales le parece muy natural y digna esta intolerable exhibición anatómica ante adultos y menores, que la humilde y simpática presencia de ese simpático y bonachón nuevo “Platero”, al que todos deberíamos mimar, atender y considerar como un valioso testimonio de épocas ya pasadas, ante el avance y descontrol de una tecnología que está acabando con nuestra natural manera de vivir. Un “progreso” que nos lleva a un inquietante futuro, donde nadie está exento de preocuparse al considerar que a veces la fantasía puede convertirse en amarga realidad. No se me olvidan las novelas y películas difundidas sobre una hipotética “rebelión de las máquinas”, a la que el prolífico Stephen King y el mastodóntico y flamante gobernador de California, Arnold Schwarzenager, dieron vida en la novela y la pantalla. Julio Verne nos ha demostrado que los fantasmas del presente pueden convertirse en amenazante realidad en un futuro más o menos inmediato. ¿Y que me dice el señor Alcalde sobre la contínua y numerosa circulación de coches y motos que soporta nuestra entrañable Casa de Campos?. ¿Es que los humos, aceites y decibelios que ello entraña son menos perjudiciales que el corretear de un alegre borriquillo, acompañante y cooperante de su dueño en las faenas pastoriles?. ¿Por qué no prohíben estos auténticos despropósitos, en lugar de meterse con todo el peso de su arbitraria ley con un indefenso y nada perjudicial animal?. Tanto casco encajado hasta las orejas le está impidiendo pensar, ver y oír con la claridad y justicia que debiera. El burro ha sido un animal presente en la Historia de la Humanidad de sus albores. Hasta la Biblia, el Libro Sagrado de judíos, cristianos y hasta respetado por los musulmanes, tiene menciones especiales y laudatorias para este simpático y querido animal. Sin olvidar que Jesús en su día glorioso, cuando hizo su entrada triunfal en la eterna y venerada Jerusalem, lo hizo a lomos de un pequeño borriquillo. Pudo elegir mejor cabalgadura, más airoso soporte en ese momento culminante, pero se inclinó por el ascendiente de nuestro “Platero” y “Romero”. Por algo sería. Nunca hubo animal tan señalado y magnificado en los anales de nuestra religión. El pez, águila y otros que hayan podido aparecer, han sido simbólicos. El burro si fue espléndida realidad. Cervantes, lo inmortalizó también con el llamado “Rucio” en su “Quijote” universal, para sostener el peso de la humanidad y la sabiduría del noble escudero, fiel acompañante del alucinado protagonista que sirvió de contrapunto y sensatez a las disparatadas locuras de su amo que han aleccionado, divertido y orientado a tantas generaciones. Ni pastores, ni ovejas, ni un pobre y sencillo jumento. Nada de bucolismos absurdos y desfasados para nuestro Ayuntamiento. Máquinas, putas, parejas en menesteres nada ejemplarizantes, coches y motos con sus humos contaminantes e insoportables ruidos, corredores de motos famosos que utilizan estas dimensiones para poner a punto sus máquinas y enloquecer al prójimo con los desmesurados aullidos de sus preparados tubos de escape, etc, etc. Todo debe ser tolerado menos el paso silencioso y relajante, nostalgias de un ayer que nunca debió irse, de un rebaño de ovejas y corderos, albos y lanudos como el juguetón “rucho” que los acompaña. Estos si son contaminantes y peligrosos para nuestro bienestar y la mayor atención a nuestra salud. ¡Toma ciribicundia!. Según Federico Sepúlveda, director del Patrimonio Verde del Ayuntamiento, (perdón don Federico, de la ciudadanía madrileña), este pastor “ ha incumplido el contrato”, ya que las ovejas, (no alude a las parejas), pastan y gozan por zonas protegidas, han dañado árboles, (que han escapado a la incontrolada tala a que nos tienen acostumbrados nuestros celosos ediles) y están sin vigilancia. Un argumento totalmente falso, ya que están bajo el control del pastor y sus perros. No así las vendedoras de sexo y exhibicionistas desvergonzadas, que se dedican sin el menor pudor a sus actividades eróticas ante propios y extraños, mayores y menores. En todo ésta impudicia y muestrario de procacidades, de abusos y tolerancias que debieran estar vetadas y del uso indiscriminado y perjudicial de los espacios verdes para fines totalmente contrarios a su conservación y disfrute, no hay leyes que los controle. Todo está permitido y en regla. No se preocupe que no le molestarán por refocilarse con su pareja de turno o de alquiler, aunque se exponga a la vista del prójimo. Ni se abstenga de organizar carreras de motos, establecer record de velocidades automovilísticas, o llenar de excrementos perrunos y hasta de bípedos posiblemente pensantes montes y matorrales. Pero que no vean a un borriquillo alegre y juguetón correr tras una mariposa, dejarse acariciar por unos críos que lo miman y atienden felices y echa pequeñas carreras, hasta donde le permite la cuerda que lo ata al árbol, porque estará contraviniendo las sacrosantas ordenanzas municipales. ¡Váyase al “güete” el autor y promotor de semejante barrabasada y que se dedique a menesteres más importantes y necesarios a la comunidad!. Nuestro “Romero” pertenece a una especie en peligro de extinción. Nada extraño con tan desafortunadas leyes como las de éste edil alucinado. Siempre ha sido un animal excesivamente explotado en los más duros trabajos y sufridor de continuos malos tratos durante incontables generaciones, ya que su antigüedad data de hace más de seis mil años. A pesar de lo cual, ha sido un compañero fiel, tierno y leal para su dueño, aunque éste en la mayoría de las ocasiones no haya sido capaz de compensarle, ni agradecerle su constante sacrificio y total entrega. ¿Saben que en los últimos cuarenta años han desaparecido en España más de un millón de burros, (me refiero al animal, que el de personas acreedoras a este calificativo aumenta sin cesar) y en la actualidad su número no sobrepasa a los setenta mil ejemplares?. El “equus asinus” de los romanos, borrico o rucho en mi tierra andaluza y asno en un modo más correcto de nominarlo, es un tesoro zoológico que sería imperdonable se perdiera a nuestra contemplación y disfrute personal. Su utilización, aún con las técnicas más avanzadas de las que disponemos, es de gran importancia y necesidad, ya que no solo puede dedicarse como bestia de carga por su enorme capacidad para transportar grandes pesos y resistir largos periodos de sed y falta de alimentos, sino como probada y eficaz terapia para personas discapacitadas física o mentalmente, que lo suelen tener como mascotas y compañeros de juego dada su docilidad y fácil dominio. En la actualidad, con este turismo en constante alza, que ansía siempre nuevos motivos de ocio y recreo, se utiliza asimismo para realizar cómodos traslados por rutas ecológicas y agrestes de difícil realización en otros medios. El famoso “burro-taxi”, se ha convertido en uno de los mayores alicientes para turistas ávidos de nuevas y gratas sensaciones en los pueblos y ciudades de las costas sureñas españolas. ¡Salvemos a “Romero”y a las ovejas de Julio de la Losa!. Este solitario y amenazado pastor que a pesar de los ruidos, los coches, las motos, las desenfrenadas pasiones del adúltero y las desvergonzadas exhibiciones y faenas de las prostitutas nos ofrece tan insólito y bucólico panorama dentro de los límites de la laberíntica ciudad, donde ruge la tuneladora, nos machaca el insoportable martillo eléctrico y nos aturden y desesperan las elevadas y potentes grúas. Un estrés difícil de soportar con la amenaza constante de terminar descalabrados en algunas de esas profundidades que nos atenazan y comprimen por todos los ángulos ¡Ah, y no crean que al buen pastor le sale gratis el derecho de paso y pasto de su ganado!. Por usar un terreno en determinados meses del año, que otros lo hacen sin gastos y con evidentes daños en todos los aspectos, Losa abona cuarenta y ocho mil euros cada cuatro años. Es decir dos millones de las antiguas pesetas anuales, (que los munícipes no regalan ni el agua que bebemos, cuestan mucho los cascos). ¿Cuánto abonan los proxenetas, rameras que obran por su cuenta, motoristas aficionados y los profesionales que prueban sus nuevas cilindradas y artilugios con vistas a las futuras competiciones y los miles de coches que atraviesan estos terrenos a todas horas, destrozando y contaminando todo el entorno?. ¡A éstos son los que hay que vetar y controlar señor Sepúlveda, celoso guardián de nuestro Patrimonio “verde” municipal y déjese de bobadas y rebuscadas complicaciones!.

1 comentario:

El burro Romero dijo...

No puedo estar más de acuerdo con tu artículo.
Un saludo