miércoles, marzo 07, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El peaje del pasado

miercoles 7 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El peaje del pasado
PP no sólo significa Partido Popular sino también Peaje del Pasado. Lo paga la derecha cada vez que plantea una iniciativa como la transferencia de la autopista, o critica la gestión de una crisis incendiaria o marítima. Es un tributo que no sólo se debe al empeño de la izquierda en rebobinar, sino sobre todo a la incapacidad de los afectados para jubilar a tiempo a los suyos.
Es lo que se hace por ahí adelante en casi todas las organizaciones que pierden unas elecciones. Llega un nuevo equipo, se consagra un nuevo líder, y los viejos errores se cuelgan en la sala de estar de los ex, junto a los diplomas, condecoraciones y recuerdos de los buenos tiempos. Merkel, Blair, Segolene, Sarkozy, no tienen que invertir parte de su tiempo en justificar lo que hicieron sus antecesores, ni en encajar sus propuestas con las antiguas. Inauguran una etapa de la que son dueños y señores.
No es el caso de los populares. La autopista se privatizó en condiciones parecidas a las que obtenían los americanos en los países bananeros. Se hizo con la aquiescencia o el silencio de muchos de los que ocupan los escaños del PPdeG. Al no estar retirados, sino en activo, se convierten en munición para que socialistas y nacionalistas descarguen toda su artillería.
Ocurrió otro tanto en la crisis del carguero holandés. La fiscalización realizada por el Partido Popular gallego hubiese merecido mejor nota de no haberse personalizado en el plantel que se hizo famoso con el Prestige. Esa gente acaso buscaba un resarcimiento, algo que reivindicara su labor en el desastre del petrolero, un deseo comprensible desde el punto de vista humano, pero políticamente desastroso para el PP.
Abramos un breve paréntesis para decir que es un peaje que también lo abona la derecha dentro de casa, como se acaba de ver en la disputa por la candidatura de Abegondo, que se resuelve en favor de un ex conselleiro que alega sus derechos adquiridos sobre una alcaldía suya desde siempre. El regidor actual queda fuera, con lo cual el pasado se impone al presente.
Se acusa a la izquierda de estar exhumando constantemente la historia para encontrar vestigios que puedan servirle para inculpar de algo a sus oponentes. Es verdad que alguno de sus elementos parecen miembros del CSI, o arqueólogos especializados en reconstruir las momias. En un asunto como el de la autopista, no se necesita sin embargo investigar demasiado, porque la privatización no es prehistórica, y los privatizadores siguen en la vida pública.
Siendo así, la ocurrencia de transferirla es una broma pesada que Feijóo añade a la de Navantia. Después de que un Touriño contorsionista nos dijera que una parte de sí mismo estaba con el plan de Barreras, mientras que la otra permitía que se votara en contra en el Congreso, viene el líder popular transfiriendo lo mismo que permitió privatizar. Si el problema socialista es la doble personalidad, la dolencia de los conservadores es un pasado insepulto.
Igual que el conde Drácula, ese pasado sale de su tumba en el momento más inoportuno, sobrevuela el presente del PPdeG y muerde sin misericordia sus iniciativas. Los contrincantes sólo tienen que esperar a que el vampiro se presente y cobre su peaje. La tradición y la obra de Bram Stoker enseñan que la estaca clavada en el corazón del monstruo es el único remedio, pero aquí el método sería menos brutal: jubilar a los ex, a sus pompas, sus obras y sus errores. No se hizo a tiempo, y por eso pesa sobre la derecha galaica una enorme hipoteca.

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