jueves 22 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El directivo-percebe
Estos son los tantos más dolorosos. Se va salvando el empate, y a falta de pocos minutos, una jugada fortuita, un remate inesperado, el desmarque imprevisto, y se pierde el partido. Es lo que le acaba de pasar al presidente de la federación de fútbol. Con las maletas hechas para irse a su destino municipal, Santiago Domínguez dispara y hace que los defensores de la limpieza deportiva se levanten de sus asientos. ¡Goool!
Porque el gran aliado que tiene cierta casta federativa, es la interinidad del político. Alguien como Meana sabe que, para sobrevivir, ha de parar el primer golpe, debe torear ese momento inicial, cuando el recién nombrado llega con ganas de cambiar las cosas. Superado ese entusiasmo bisoño, la mayoría de los políticos se amoldan, se resignan, a la situación porque entienden que les resulta más cómodo dejar las cosas como están, que removerlas demasiado.
A partir de ahí, el tiempo corre a favor de los Meanas y en contra de los Domínguez. El político se va, le da el relevo al siguiente y el ciclo se repite. Quienes dentro de las federaciones luchan por airearlas lo saben, y eso explica que los luchadores se desanimen y que la casta federativa se perpetúe. La revolución queda siempre pendiente.
En suma, que era imaginable una Galicia sin Fraga, una Coruña sin Vázquez y hasta una Cuba sin Fidel, pero no una federación sin Meana. No es que se dudara de las buenas intenciones del secretario xeral deportivo; se tenía presente la desproporción de medios entre el bunker federativo y la Xunta bipolar. Frente a una estructura con cargos eternos y resabiados, otra donde el personal ejecutivo es transitorio.
Aunque no lo parezca, el vencedor provisional es David, y Goliat el que padece la suspensión cautelar. Por si esto fuera poco para estar satisfechos, el episodio se registra en un deporte con dos caras. Ayer mismo, Meana compartía estrellato informativo con un desafortunado Juan Carlos Valerón, camino de su enésima operación.
El directivo maniobrero, y el jugador esforzado, el federativo que serpentea por los despachos y el futbolista martirizado en el campo. En esa pirámide de injusticias, aparte de gente como Valerón, hay una base formada por deportistas modestos remunerados con la ilusión de jugar, y sobre ella un pequeño círculo de figurones que gozan, o gozaban, de inmunidad.
Por eso, el gol de Santiago Domínguez habrá sido cantado por mucha gente acostumbrada a perder en los partidos contra la federación. Domínguez acaba de romper un tabú. Hasta ahora, la Administración debía limitarse a repartir el dinero y mirar para otro lado cuando algún valiente denunciada irregularidades. La federación era como una ciudad prohibida, a dónde sólo se podía entrar de la mano de directivos incrustados como los percebes en la roca.
El santuario desaparece, aunque habría que advertir que la eliminatoria todavía no finalizó. La suspensión es cautelar, el secretario xeral tiene cerrado su billete a Vigo, y los suspendidos han demostrado de sobra su habilidad para reponerse. No hay que descartar por tanto alguna jugada de última hora, incluso a balón parado.
¿Cuál? Tal vez alguna rebelión de los meanistas que simule que el fútbol gallego cierra filas con su presidente. Quizá alguna denuncia de intromisión política en la autonomía de la federación. Quién sabe. Dominguez y sus sucesores han de estar prevenidos contra todo, sin descartar que el presidente se apunte a la UPG y denuncie una oscura trama conspirativa.
miércoles, marzo 21, 2007
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