miércoles, octubre 22, 2008

Kepa Aulestia, Manoseo estatutario

Manoseo estatutario

23.10.2008

KEPA AULESTIA

L a política nacionalista, que ha contribuido a sublimar tantas cosas, renunció muy pronto a sacralizar el Estatuto. Pero no por ello podemos concluir que el texto refrendado hace veintinueve años sea una referencia verdaderamente laica en su doble acepción de marco de encuentro y norma legal. Porque hay algo que a veces genera peores consecuencias que una leve sacralización: es la instrumentalización, la patrimonialización o el secuestro sin más de una ley básica.
El Estatuto comenzó siendo de todos, pero pronto pasó a ser de todos y de nadie. Aunque sobre él ha planeado siempre el exclusivismo nacionalista del «si yo no lo quiero, tampoco pueden los demás reivindicarlo para sí». El acuerdo entre el PSOE y el PNV para la asunción en régimen de concurrencia de las competencias de I+D+i, alcanzado a cambio del respaldo nacionalista al proyecto presupuestario del Gobierno de Rodríguez Zapatero, es el ejemplo más reciente del manoseo conceptual al que viene siendo sometido el Estatuto.
Durante muchos años la coincidencia formal en la enumeración de las transferencias pendientes no logró desbloquear el desarrollo estatutario porque prevalecía tanto una estrategia de contención por parte de la Administración central como la negativa por parte nacionalista a interpretar mediante pacto el significado preciso de los artículos del Estatuto. La renuncia a asumir mercancía averiada por parte del Gobierno vasco y la franca indisposición de Madrid a desprenderse de ella en mejores condiciones se daban la mano.
Pero desde 1997, cuando el nacionalismo gobernante comenzó a transmitir mensajes de denuncia, superación o desbordamiento del cauce estatutario, se suscitó otro problema. Para el nacionalismo no existía incongruencia alguna entre la demanda de transferencias y el diseño de una estrategia que dejaba atrás el Estatuto. Pero, de hecho, esa demanda acabó silenciada a causa del estruendo maximalista. Desde el punto de vista del Gobierno central, la insistencia soberanista se convertía en el argumento definitivo para dejar las cosas como estaban.
Ahora se abre el interrogante de si el pragmatismo negociador a ras de Estatuto podrá sobreponerse en adelante a la pulsión soberanista. Claro que la respuesta no depende ya de las voluntades partidarias sino del resultado que arrojen los próximos comicios autonómicos. Probablemente, la única ventaja instrumental que ha podido obtener el socialismo vasco de la negociación presupuestaria es la visibilidad que se le ha dado al traspaso de una competencia estatutaria; la notoriedad concedida fugazmente al Estatuto. Pero si las urnas revalidan la opción tripartita patrocinada por el lehendakari Ibarretxe, el Gobierno que salga de ellas preferirá mentar las competencias pendientes para legitimar el salto hacia delante que negociar su transferencia.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081023/politica/manoseo-estatutario-20081023.html

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