lunes, octubre 20, 2008

Jorge Urdanozz, Grietas en la derecha navarra

Grietas en la derecha navarra

21.10.2008

JORGE URDÁNOZ GANUZA| DOCTOR EN FILOSOFÍA

Jorge Urdánoz es Visiting Scholar en la Universidad de Columbia, Nueva York L os acontecimientos que se vienen sucediendo en Navarra en torno al pacto UPN-PP ofrecen un buen campo de pruebas para la reflexión sobre la representación política en nuestras sociedades. Como es sabido, tales formaciones firmaron en 1991 un pacto de colaboración. Dicho pacto les ha proporcionado a ambas resultados sin duda provechosos: al presentarse unidas bajo unas mismas siglas, han sido la lista más votada en todas y cada una de las elecciones desde entonces. Eso les ha permitido, a UPN, gobernar la comunidad foral desde entonces (con la fugaz y efímera excepción del tripartito de 1995) y, al PP, lograr dos de los cinco diputados nacionales que se eligen en Navarra (y en 2000 incluso tres). El reparto de competencias era obvio: UPN hacía y deshacía en Navarra, el PP en Madrid.
Pero, junto a esas luces, el pacto arroja también algunas sombras. La primera radica en la ambigüedad de su articulado. La cosa funcionó mientras no hubo discrepancias de calado, pero ahora que las hay la letra del acuerdo carece de cualquier virtualidad aclaratoria. Según el artículo segundo, «el PP se compromete a defender, en cuantas instituciones nacionales y supranacionales se encuentre representado, el criterio de UPN acerca los derechos e intereses generales de la comunidad foral». Pero, de acuerdo al tercero, «UPN prestará su total apoyo a la política y objetivos del PP en las instituciones nacionales y europeas».
Es decir, en el Congreso (la institución nacional por antonomasia), resulta que el PP ha de defender el criterio de UPN, y a la vez UPN ha de apoyar totalmente al PP. Por supuesto, semejantes mimbres contractuales pueden únicamente sostener una situación de acuerdo, no una de desavenencia. Hay letra pequeña, pero sólo obliga a dos cosas: los diputados de UPN han de integrarse en el Grupo Popular (pero nada se dice de que hayan de votar igual que tal Grupo, exigencia que por lo demás sería inconstitucional), y, única cláusula concreta, que voten favorablemente al candidato del PP a la presidencia del Gobierno (pero de los Presupuestos Generales del Estado nada se dice). Hay por ello una primera consecuencia casi segura de la actual crisis: los funcionarios de las maquinarias partidistas tomarán buena nota de lo ocurrido. Para próximos acuerdos similares entre partidos, la letra pequeña será más extensa.
Otra sombra, consecuencia de la anterior, es que las acusaciones de traición vuelan ahora de una formación a otra. El PP acusa a los regionalistas de deslealtad. UPN alega que sus cinco escaños en Madrid (2 diputados y 3 senadores) fueron elegidos bajo sus siglas, y que por tanto han de obedecer lo que UPN dictamine. Pero a la vez, y contradictoriamente, desde Pamplona no se cansan de decir que UPN y PP «son dos partidos distintos». Afirmar eso y exigir a la vez que sólo UPN decida el voto de los cinco implica comportarse como si el PP, en 1991, sencillamente se hubiera retirado de Navarra. Pero no se retiró, sino que se integró en UPN a cambio, precisamente, sobre todo de los asientos de Madrid. Si el pacto se rompe, lo justo parece volver a la situación anterior. Porque además el pacto es ambiguo en muchas cosas, como se ha dicho, pero es cristalino en lo que respecta a la cuantificación de la correlación de fuerzas entre ambas formaciones: dos tercios de UPN contra un tercio del PP. Así ordena el pacto repartirlo todo: los puestos en las listas y los cargos en el Gobierno de Navarra. Si extrapolamos ese reparto a la situación actual, UPN recibiría tres senadores y un diputado, correspondiéndole al PP el otro diputado.
Por lo demás, es bastante obvia la raíz del conflicto: en los acontecimientos del verano pasado, tras las autonómicas (en el culebrón de conversaciones ahora conocido como 'el agostazo'), Ferraz y Sanz llegaron a algún tipo de acuerdo. Una parte del mismo la cobró Sanz entonces: Ferraz ordenó al PSN cancelar el acuerdo de gobierno ya alcanzado con NaBai y permitir a Sanz gobernar en minoría. Todo indica que la otra parte del trueque la está cobrando ahora Zapatero.
ste tipo de movimientos revelan hasta qué punto las esferas autonómicas y nacionales son permeables y dependientes las unas de las otras. Sanz gobierna merced a Zapatero, del que es rehén. Lo que pierde el PSN en Navarra lo gana en el PSOE en Madrid. Lo que pierde el PP lo gana UPN en la comunidad foral. NaBai no gana nada, pero crece. Los ciudadanos navarros asisten al cambalache algo perplejos, pero, contra una extendida percepción, en sociedades complejas y plurales (y Navarra es la comunidad más plural de España, y probablemente la peor conocida) quizás haya algo en toda esta trabazón de acuerdos temporales y recompensas diferidas no sólo de inevitable, sino de positivo. Nadie está del todo satisfecho, todos pierden algo y todos ganan algo. No es poca cosa para una sola provincia en la que apenas 350.000 votantes se dividen entre cinco formaciones (que en realidad encubren nada menos que diez partidos) y en la que pugnan entre sí tres identidades históricas diferentes.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081021/opinion/grietas-derecha-navarra-20081021.html

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