domingo, octubre 19, 2008

Irene Lozano, Garzonadas, X aniversario

Garzonadas, X aniversario

IRENE LOZANO

Lunes, 20-10-08
«¿Dónde estabas cuando Pinochet fue detenido? En el selecto mundo del Derecho Internacional, el 16 de octubre de 1998 es lo más parecido al «momento Kennedy». La fecha marca el principio de un proceso legal que transformó el orden legal internacional». Quien esto escribe es Philippe Sands, abogado internacional y profesor del University College London, en su libro «Lawless World».
Aunque en el mundo del periodismo, el «momento Pinochet» no representa un hito comparable, yo recuerdo dónde estaba hace ahora diez años: en la redacción de un periódico. Las carcajadas resonaron al conocerse la orden de detención dictada por Garzón contra Pinochet con la pretensión de extraditarlo a España; los calificativos oscilaron entre la conmiseración, la burla y el desprecio; no se acuñó entonces el término «garzonada», pero se generalizó su uso. Los peritos periodísticos emitieron su informe jurídico con aplomo: era un dislate legal dictado por el puro afán de notoriedad.
Como la orden de detención formaba parte de los esfuerzos de los jueces Garzón y Manuel García Castellón por esclarecer la Operación Cóndor, símbolo de la represión de los regímenes militares suramericanos, también hubo quienes subrayaron el paradójico interés por dictaduras lejanas en un país que no había juzgado la propia. Más allá de que Pinochet quedara privado de un té con Margaret Thatcher, no recuerdo que nadie avistara el significado profundo de la detención, que Sands resume así: «Hasta octubre de 1998 se aceptaba que un jefe de Estado -incluso un ex jefe de Estado- tenía derecho a total inmunidad ante los tribunales de otros países por actos cometidos en el ejercicio de su cargo. La razón se fundaba en una larga tradición del Derecho internacional: un jefe de Estado es la encarnación del Estado. «L´état c´est moi». Esto significa que cualquier acción contra el individuo equivale a interferir en la independencia y la soberanía del Estado mismo».
La doctrina de anteponer las consideraciones políticas a la justicia se quebró con la garzonada. Ésa es la única semejanza entre el caso Pinochet y el caso Franco: en la Transición, la política se impuso a la justicia, y aunque ambas están a menudo en precario equilibrio, cualquier triunfo de la política debería ser tenido por provisional. Los argumentos políticos en contra de la actuación de Garzón no están faltos de razón: un proceso al franquismo no es ni lo más conveniente ni lo más práctico ni lo más barato que se puede hacer; es cierto que la historia ya lo ha condenado; es verdad que la mayor parte de la gente -de los votantes- tiene otras prioridades. Pero allí donde quede una sola víctima en busca de resarcimiento, no se contentará con respuestas políticas. Y si esa víctima reclama justicia sobre una cosa no juzgada, y si hablamos de crímenes contra la humanidad, que no prescriben, deberíamos considerar cuando menos legítimo que los jueces exploren el modo de dar una respuesta jurídica, o sea, la garzonada.

http://www.abc.es/20081020/opinion-tercera/gramatica-convivencia-20081020.html

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